Barrio La Tola guarda décadas de historia
Entrar a la calle Don Bosco -en La Tola- es trasladarse a otra época. La calzada empedrada le da un aire colonial y al final de la calle está el Templo de María Auxiliadora. No se trata solo de un aspecto arquitectónico sino también por los negocios que ahí “resisten” a la modernidad.
Al ascender desde La Marín, en el lado derecho de la vía, está la tienda de doña Lucía (59 años), quien ofrece maní dulce, habas fritas, soya frita, tostado de sal y confitado, entre otras golosinas “saludables”.
Aprendió a preparar esos aperitivos hace más de 10 años por necesidad: “No tenía trabajo y debía ganarme la vida”, cuenta, mientras mece con una “mama cuchara” -de palo- el tostado confitado.
Instaló su negocio hace nueve años y hoy tiene varios clientes asiduos. Uno de ellos es Víctor Lasso: “Yo compro habitas, porque siempre me gustó cómo las prepara, es que son frescas”, asegura, mientras compra cuatro fundas para comerlas de camino a casa.
Doña Lucía prepara los confites para el día: “No me gusta cocinar mucho, porque después debo guardar y ya no es fresco”, comentó.
A dos casas del negocio está la peluquería “La Elegancia”. Ingresar es transportarse a los años 80. El latacungueño Miguel Ángel Laverde (64 años) aprendió el oficio en Quevedo, hace más de 40 años, y abrió su local en 1982 en La Tola. Conserva las mismas sillas con las que inició, aunque algunas han sido reparadas. El corte de cabello cuesta entre un dólar y 1,50, y sus clientes más recurrentes son hombres.
Entre ellos está Luis Andino, a quien no le preocupa que el barrio sea considerado peligroso, “porque la inseguridad es un problema de toda la ciudad”. Cuenta que su papá lo llevaba a “La Elegancia” desde que era niño y nunca sufrieron ningún percance.
Al frente de la peluquería están una vidriería, una tapicería y una zapatería. Esta última es un negocio nuevo en la zona, tiene apenas tres años, pero sus máquinas son muy antiguas y “muy buenas”, asegura Marcelo Rengifo (50 años), su propietario.
Gonzalo Cárdenas (56 ) va desde Guápulo porque el trabajo de Marcelo es bueno: “Cose muy bien, entrega los zapatos lustrados y sobre todo a tiempo”.
El Templo de María Auxiliadora es uno de los atractivos de La Tola. Fue construido en julio de 1900 por Jacinto Pancheri y Juan Bautista, su infraestructura se levanta sobre una antigua capilla, y ahora es utilizado por los habitantes del barrio y los alumnos del Instituto Don Bosco. La estructura es una réplica del Santuario de Valdocco Turín, de Italia.
En el 2006 fue restaurada por el Fonsal, pues las alcantarillas pasaban por la mitad del edificio y la humedad iba carcomiendo lentamente las estructuras.
La Tola es un barrio tradicional de la capital y por su antigüedad tambien forma parte de algunas leyendas. Una de ellas relata que el espíritu de una joven vestida de novia camina cada noche por la calle Don Bosco.
El sector tiene más de 100 años de antigüedad y está asentado sobre una loma en donde, según cuentan los moradores, existía una fuente de agua que alimentaba al Centro Histórico de Quito.