Algunos superan el invierno con tráfico y mucho lodo en la sala
Cuando el cielo de Quito se pone gris, Luzmila Toapanta se preocupa. Teme que su casa, ubicada en el barrio Rancho El Pino -sobre la avenida Simón Bolívar- sea arrastrada por el fuerte temporal. Cada vez que llueve, el lodo y la basura inundan su sala. La mujer ha vivido ahí por 7 años y cada invierno es igual.
Mientras pasa la escoba, Toapanta dice estar conforme con su barrio, a pesar de estar asentado en una de las laderas del Pichincha y de que no hay un acceso de asfalto ni escaleras para acceder a casa.
Hace unos meses la mujer y sus vecinos hicieron una minga para colocar peldaños de madera entre las viviendas y la calle principal, pero la lluvia los arrasó.
Lo que sí le preocupa es la salud de sus hijos. “Todos los años se enferman de tos y gripe, y tuve que armar un pequeño botiquín sobre la mesa del comedor. La naranjada caliente ha sido la mejor receta”.
La calle E es la única vía de acceso a la avenida Simón Bolívar. En el barrio no hay calles ni aceras. El transporte público no llega, solo las camionetas de alquiler, que también se resisten a ingresar cuando la lluvia es intensa. Los niños van a clases con los zapatos enlodados.
“Quienes viven en la ciudad no sufren así. Tienen alcantarillado, calles pavimentadas y no sacan el lodo de su sala todos los días”, comenta.
Edison Guamán (38 años) es su vecino. Con cada aguacero su terraza se inunda, pero hasta el momento no tiene problemas de humedad que afecten la estructura de su casa.
En el centro de la ciudad se ubica el barrio El Dorado. Mónica Salas, estudiante universitaria, también se ve afectada por el invierno. Aunque cuenta con todos los servicios básicos, tiene dos complicaciones: la salud y el ánimo. “No hay invierno en el que no me enferme”, manifiesta la alumna de Química. El malestar es tan fuerte que se ve obligada a reposar.
Para el taxista Gustavo Quishpe, circular por las calles capitalinas representa un gran riesgo y más cuando llueve. “Los conductores manejan muy rápido olvidándose de que al estar las calles mojadas las llantas son más propensas a resbalarse y ahí ocurren los choques”.
Cepeda conduce su taxi desde hace más de 10 años, por lo que no es nuevo para él afrontar el fuerte temporal, pero sí considera necesario que la Municipalidad mejore el sistema de alcantarillado, sobre todo en los pasos a desnivel como el de la avenida La Y, que “siempre se llena de agua y es imposible circular”.
Para los transeúntes el invierno supone otros riesgos: ser bañados por los autos que circulan a gran velocidad y la exasperante imposibilidad de tomar un taxi.