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Ecuador, 27 de Diciembre de 2024
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El Telégrafo
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El control de fauna cuenta con el apoyo de 4 perros entrenados

11 aves controlan el cielo en aeropuerto de Tababela

Alux, un halcón peregrino, está en proceso de amansamiento para, dentro de un mes, empezar a volar.
Alux, un halcón peregrino, está en proceso de amansamiento para, dentro de un mes, empezar a volar.
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Son las 05:45 del martes, y Güera, un gavilán hembra pelicastaño, revolotea y chilla asentada en los posaderos ubicados afuera de un campamento en el aeropuerto Mariscal Sucre.

Ella es parte de las 11 aves rapaces que controlan la fauna de la zona de Tababela (al nororiente); evitan que animales como conejos, lagartijas, palomas y ratones provoquen incidentes en la zona de la pista de aterrizaje.

Güera, de 4 años, es la experta y consentida; sin embargo, destaca también la presencia de águilas y halcones, como Dostin, Etsa, Parche, Granada y Chola, que se dedican al control del espacio aéreo y terrestre del aeródromo.

La bióloga Ruth Muñiz, quien lidera esta actividad intenta pasar desapercibida; junto con Johnny Sánchez y Luis Gualotuña, proporciona las herramientas necesarias para que las aves cumplan con su misión al 100%.

“Realizamos 4 recorridos al día. El primero se inicia a las 06:00. Hay veces que en cada turno participan 2 aves”, indicó la experta española.

El frío y viento de la mañana no impiden el trabajo. Johnny y Luis colocan las caperuzas, máscaras que hacen que los ejemplares permanezcan inmóviles durante el trayecto —en carro— desde el campamento hasta los exteriores de la pista.

Previamente se les coloca en su espalda un chip emisor para saber a qué distancia están cuando cumplen sus actividades de vigilancia. “Nos permite saber los lugares que más frecuentan”, asegura Luis, un biólogo de 33 años.

Antes de ser soltadas, las aves son pesadas y, dependiendo de ese registro y del tipo del animal alado, ‘se les encomienda’ una de las 3 actividades previstas durante el día.

Se trata de los vuelos de marcaje; planeo simple o vigilancia y cacería. Mientras ejecutan alguna de esas acciones, Johnny comenta que las aves, en su mayoría fueron cedidas por el Ministerio del Ambiente (MAE) para que sean recuperadas y readaptadas al medio ambiente.

“Algunas no pueden volver a sus zonas porque tienen lesiones; otras lo pueden hacer. Al momento nos ayudan a mantener seguro el aeropuerto y evitar accidentes, que hasta el momento no han existido”.

El trabajo de vigilancia, caza y monitoreo no solo es ejecutado por estas 11 aves; también participan en el programa 4 perros entrenados y los 6 guías (halconeros) del lugar.

Dos de los canes (Sombra y Nube) son especialistas en el agua, mientras que Pointer se encarga del marcaje de las presas (animales). Finalmente, el líder de esa manada es Aetus (un border collie), que es bueno para todo.

En la parte exterior de la pista, Parche y Güera han sido las elegidas para el primer recorrido.

Johnny las libera de la jaula y les quita las caperuzas. “Están muy bien entrenadas y no se fastidian por el sonido de los aviones; además, nunca se cruzan por la pista”.
Mientras las aves vigilan desde el aire, Pointer y Aetus, principalmente, husmean por la zona en busca de mamíferos como ratones y conejos.

Los recorridos duran entre 45 minutos y una hora. La mañana del martes no cazaron nada. Una de las razones fue que es un mes frío. “Desde enero a agosto (zona seca) hay más posibilidades de cazar”, apuntó Luis.

Mientras tanto, la bióloga pondera que de no existir estos ejemplares desde inicios de 2014, habría la presencia de otras aves en la zona, que podrían ocasionar problemas en las operaciones aéreas.

De retorno al campamento, infraestructura que era utilizada como dormitorio para los trabajadores que construyeron el aeropuerto Mariscal Sucre, las águilas, halcones y gavilanes obtienen su recompensa.

Dependiendo de la comida que hayan ingerido, las aves pueden realizar hasta 2 recorridos diarios.

En 2 refrigeradoras se congelan durante 50 días al menos 300 codornices, alimento principal de estas aves rapaces. También existen pollos (recién nacidos).

“En este tiempo, estos animales muertos pierden toda clase de enfermedades o bacterias, lo que permite que las aves —incluidas las que están en proceso de recuperación— se alimenten bien”, indicó Luis Galárraga, gerente de Comunicación de la Corporación Quiport.

El funcionario explicó que Tababela es un espacio idóneo para la cetrería. “Antes de la llegada de estas aves, usábamos otras seguridades aeronáuticas como ultrasonidos”.

En el predio, el sonido de los aviones es mínimo, por lo que allí mandan y se escucha a los guardianes del aeropuerto. (I)

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