Reflexiones a la educación superior
Los efectos de la pandemia en todos los sectores y actividades de la sociedad son evidentes. En el ámbito educativo del nivel superior han puesto en evidencia la necesidad de revisar determinados paradigmas que ya no se ajustan a las circunstancias actuales. Una primera reflexión es que la pandemia aceleró o comprimió los tiempos en los que venía incorporándose la tecnología en el proceso de aprendizaje. Es muy probable entonces que un modelo híbrido se consolide como la mejor forma de transformar la educación superior.
Una segunda reflexión es que encontrar este delicado balance que nos permita combinar óptimamente la presencialidad, que no solamente debe priorizarse en función de asignaturas prácticas y de laboratorio, sino también por la experiencia vivencial y de interacción social que también forman parte de la formación profesional y el aprendizaje en línea, que habiendo superado o en camino de hacerlo, al menos tres equivocadas premisas, como son considerar que la educación en línea es de menor calidad, que debe ser de menor costo y que no tiene la capacidad de ser personalizada, será el mayor reto de las universidades en la post pandemia.
Todo ello en el marco de una constante y profunda revisión de contenidos y desarrollo de competencias blandas transversales como el pensamiento crítico, la ética, la comunicación, entre otras, que permitirá a los nuevos profesionales insertarse en un mercado laboral en permanente cambio, lo cual su vez implica que las universidades debemos estrechar relaciones con el sector empresarial para monitorear conjuntamente su evolución y necesidades. Ello exige un nuevo rol del docente, más cercano a ser un facilitador y un tutor en el proceso de aprendizaje que un transmisor del conocimiento, que enfatice la aplicación de metodologías colaborativas e interdisciplinarias enfocadas en los núcleos de los contenidos, que permitan desarrollar en sus estudiantes capacidad de discernimiento y selectividad de la inconmensurable información que reciben, transformando de esta manera los nuevos paradigmas de la educación superior.
Una última reflexión es que la tecnología, fundamental en este proceso no deja de ser instrumental y que, en una sociedad estratificada en términos sociales y económicos como la ecuatoriana, su accesibilidad (conectividad al internet, capacidad de banda ancha, dispositivos de gama alta) es inmensamente desigual, lo que nos obliga como sistema de educación superior a promover políticas de Estado que conlleven inversión de recursos para la disminución de estas brechas. (O)