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Entrevista / Ernesto Samper / exsecretario general de la Unasur

"Lo positivo de Donald Trump es que va a unir a Latinoamérica"

"Lo positivo de Donald Trump es que va a unir a Latinoamérica"
Foto: Cortesía María Fernanda Zuloaga.
22 de febrero de 2017 - 00:00 - Rafael Croda. Corresponsal en Bogotá

A tres semanas de dejar el cargo de secretario general de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), el expresidente colombiano Ernesto Samper está de regreso en su país, donde las campañas para los comicios presidenciales de 2018 toman vuelo antes de lo esperado.

Samper atenderá en estos meses asuntos de política interna, pero sin descuidar el frente regional. No solo por su paso por la Unasur, sino porque estos son tiempos de incertidumbre para América Latina.

La llegada de Donald Trump a la Casa Blanca y su agresiva agenda aislacionista y antiinmigrantes tienen a varios países de la región en alerta: desde México, que ha sido elegido por el presidente de Estados Unidos como el enemigo favorito en el arranque de su administración, hasta Venezuela, cuyo gobierno ha comenzado a recibir gestos hostiles desde Washington.

“Paradójicamente, aunque este es el momento en que en Latinoamérica debería estar más fuerte la voluntad integradora y en que más unidos debemos estar, es cuando, por distintas dificultades como la crisis económica y la polarización regional frente a la crisis en Venezuela, los países están más separados”, dice Samper.

En entrevista con EL TELÉGRAFO, el exmandatario colombiano hace un balance de su gestión de dos años y cinco meses en la Unasur, habla de los mayores problemas con los que debió tratar y se refiere a los desafíos que enfrenta la región en cuanto a integración.

Usted llegó a la Unasur con el apoyo de gobiernos izquierdistas que después perdieron el poder, como el de Dilma Rousseff en Brasil y Cristina Kirchner en Argentina.

¿Esto afectó el proyecto integracionista sudamericano?

El proyecto de integración es de largo alcance. La Unasur nació como un escenario político para defender valores como la paz, la democracia, los derechos humanos y no para solucionar asuntos de la noche a la mañana. Pero, por supuesto, la izquierda perdió posiciones estos años, perdió gobiernos y esto afectó la posibilidad de avanzar en la integración.

¿Usted deja una Unasur más fortalecida o más debilitada que cuando llegó a la secretaría general, en 2014?

Con la integración pasa un poco lo que sucede con la paz. Para nadie es importante la paz hasta que se la quitan. Igual la integración. Yo encontré una región bastante caótica institucionalmente, pero que estaba creciendo al cuatro por ciento anual, que estaba generando exportaciones y reduciendo sus niveles de desempleo y de pobreza. Mi primera propuesta fue reagrupar los consejos sectoriales que tiene la Unasur para que puedan ser componentes productivos de nuevos proyectos y para generar políticas públicas en salud, educación, transporte. Esa es una segunda generación de reformas que va a crear una imagen distinta de la Unasur porque propiciará una integración profunda, basada en principios y en políticas públicas.

¿Cuáles son los principales obstáculos que enfrentó en su gestión al frente de la Unasur?

Creo que la incomprensión de algunos países como Paraguay y Perú, que terminaron desarrollando una agenda en contravía de los principios básicos de la integración. Por supuesto, el tema de Venezuela polarizó la región a favor o en contra. Y el tema de Brasil fue muy duro porque la presidenta (Dilma Rousseff) salió sin que se le hubiera respetado su derecho al debido proceso. Está claro que esa decisión fue poco afortunada.

¿Los nuevos gobiernos de Argentina y Brasil fueron un obstáculo para el proyecto integracionista?

El tema de Brasil es distinto porque es un actor importante dentro de la región. El solo hecho de que Brasil, por cuenta del debate político interno, haya dejado de ejercer su influencia positiva en la región liderando procesos, induciendo decisiones, afectó las posibilidades de avanzar en la integración. Y yo mismo, en mi propio país (Colombia), en muchos temas no encontré la receptividad que hubiera querido. En el tema de la paz (con la guerrilla de las FARC) hubo unos intentos de invisibilizar a la Secretaría General (de la Unasur) tal vez porque estaba ocupada por un colombiano.

La Unasur está jugando un papel en Venezuela, donde hay una confrontación entre el gobierno y la oposición que tiene como telón de fondo una severa crisis económica, política y social. ¿Hay solución a la vista?

Desde hace seis meses vengo trabajando en la estructuración de un diálogo entre el gobierno y la oposición de Venezuela, con la ayuda de los expresidentes (José Luis) Rodríguez Zapatero (España), Leonel Fernández (República Dominicana) y Omar Torrijos (Panamá). Luego entró el Vaticano (en las aspiraciones de mediación) con mucha fuerza y dándole mucha legitimidad al proceso. Lo que hasta el momento hay es una agenda tentativa y lo que hay que hacer es crear condiciones para poder trabajar en ella.

Pero el diálogo está suspendido…

Están negociando sin dialogar, con gestos que hace el gobierno, con gestos que corresponden a la oposición. Hubo 78 liberaciones de personas que estaban detenidas y dos sectores políticos que desde hace muchos años no se hablaban, volvieron a hablarse. Pero también afectan las tensiones entre la Asamblea Nacional y el Ejecutivo y la competencia que hay en la oposición entre tres dirigentes que quieren ser, con toda legitimidad, candidatos presidenciales (Henrique Capriles, Henry Ramos Allup y Leopoldo López). En la Unasur planteamos que la Asamblea (el Poder Legislativo, dominado por la oposición) reconozca al Poder Ejecutivo y que la Asamblea tenga autonomía y yo creo que hay muchos factores que están ‘conspirando’, en el buen sentido, a favor del diálogo.

¿Cree que la crisis venezolana pasa por una alternancia en el poder, como piensa la oposición?

Lo que se necesita es que la alternabilidad sea posible.  Es decir, que la oposición tenga condiciones y garantías para que, si tiene unas mayorías que de alguna manera superen a las del gobierno, se les reconozca su legitimidad como tales. Ese debería ser el objetivo de la oposición en este momento. Lo que no es negociable es cambiar en este momento el modelo de desarrollo ni cambiar de un sistema democrático a un sistema semiparlamentario, por ejemplo.

Las posturas del gobierno y la oposición parecen irreconciliables. ¿Cuál podría ser una salida?

La mejor, si no la única salida a la crisis venezolana es insistir, a través del diálogo, en una salida democrática para que sean los propios venezolanos los que señalen el camino que debe seguir su país. Esta posibilidad es real en la medida en que este año deben celebrarse elecciones para renovar gobernaciones y alcaldías y el año entrante, presidenciales. Por eso la Unasur sigue jugada por el diálogo como el escenario donde, según el papa Francisco, se deben desarmar los espíritus, las palabras y los actos.

El gobierno de Estados Unidos acusó al vicepresidente de Venezuela, Tareck El Aissami, de jugar “un papel importante en el tráfico internacional de narcóticos” y lo incluyó en la lista Clinton. ¿Estamos viendo el primer paso del endurecimiento que había prometido Donald Trump con el gobierno de Caracas?

El gobierno de los Estados Unidos, a través de distintos voceros, ha dicho que no se trata de una medida de carácter diplomático sino individual. En ese contexto, no debería afectar las relaciones (Washington-Caracas) aunque sí puede considerarse como un acto manifiesto de hostilidad.

El presidente venezolano Nicolás Maduro afirmó el mes pasado que nada podía ser peor para Venezuela que Barack Obama, pero los hechos están mostrando a un

Donald Trump muy peligroso para toda la región…

Creo que Trump va a tener algo positivo con nosotros. Es que gracias a él nos vamos a unir todos. Latinoamérica se va a unir en contra de Trump. En contra de él, pero nos va a unir. Tenemos que entender que la ley de ‘sálvese quien pueda’ que están aplicado algunos no nos sirve.

Frente a la agresividad que está mostrando Trump, ¿Latinoamérica debería acercarse más a China?

Nosotros tenemos que mirar al Sur, con el objetivo de conquistar China y fortalecer el relacionamiento con Asia, con África, que son las regiones que más crecen. Pero nuestro primer nivel de relacionamiento es entre pares y primos, lo que es Latinoamérica. Eso pasa por hacer una Celac (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños) fuerte, que tenga una Secretaría permanente (por ahora no la tiene) que pueda contrarrestar de alguna manera el poder de la OEA. Como dijo el presidente Rafael Correa: la Celac es América Latina sin Estados Unidos y Canadá.

Precisamente el presidente de Ecuador, Rafael Correa, está por terminar su mandato. ¿Cómo ve el panorama político de Ecuador, donde usted vivió los últimos dos años por ser el país sede de la Unasur?

Me parece que si logra avanzar el candidato del gobierno, Lenín Moreno y logra demostrar que tiene unas mayorías sólidas, tanto en el gobierno como en la Asamblea, eso va a fortalecer el movimiento PAIS y el proyecto Correa en Ecuador y también va a ser una reiteración de que a través de la democracia sí se pueden consolidar o sustituir los movimientos políticos. Va a tener un mensaje estimulante para que la gente someta sus proyectos políticos a la consideración de las democracias y de esa manera los convalide. (I)

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