El general Ernesto González reaviva el tema del 30-S con su libro Testimonio de un comandante, auspiciado por la Asociación de Generales y Almirantes de las FF.AA. Javier Ponce, exministro de Defensa, explica algunos de los episodios recogidos en la publicación.

El general González sostiene que el presidente Rafael Correa no estuvo secuestrado...

La Real Academia de la Lengua dice que secuestro es detener indebidamente a una persona para pedir un rescate en dinero o de otra naturaleza. El Presidente estuvo indebidamente retenido y había una demanda laboral y de índole política, entonces fue un secuestro. Cuando algunos ministros dijeron que no hubo secuestro fueron declaraciones que deben ser tomadas en contexto;la ciudadanía estaba confundida al ver que los encargados de garantizar el orden público estaban violando la seguridad ciudadana. Y en el libro, González reproduce el informe del gral. (Luis) Castro sobre el operativo y él habla claramente de secuestradores.

¿En qué circunstancias se tomó la decisión de rescatar al Presidente?

Eso es más complejo que simplemente afirmar que Correa exigió el rescate. A las 12:30 (del 30-S) se instaló el cuarto de guerra y pasamos revisión a los destacamentos. Allí se ordenó al comandante respectivo prepararse, no para un rescate sino para trasladar al Presidente, del Hospital de la Policía hasta Carondelet, pero poco a poco, avanzada la tarde, los comandantes ven la necesidad de hacer un rescate. Yo hablé con el Presidente pasadas las 16:00 porque conocimos que hubo intentos de hacer un rescate con un helicóptero policial y le dije que no lo acepte porque en la Policía no había mando; incluso, le pasé (al teléfono) al general González para que ratifique ese criterio y fue ahí que el Presidente le contó de las vejaciones de las que fue objeto y estuvo de acuerdo con que se proceda al rescate con las FF.AA.

¿Entonces cuál es la intención de González al retomar este tema?

Sospecho que el general trata de liberar al mando militar de toda responsabilidad de su decisión para evitar lo que ya se lee en algunos ‘tuits’: “Ah, el responsable de las muertes es el Presidente porque ordenó el ataque”. Tal vez sea esa su intención, pero no tiene por qué sentir ese temor.

En el libro también dice que usted, quizá en tono irónico, les dijo que hicieran nomás el golpe.

Eso es una infamia total. Se discutían muchos aspectos en el cuarto de guerra y salí porque afuera estaban 2 ministros que querían dialogar con el mando militar y vi que no era oportuno. Yo representaba al Ejecutivo. En eso salió el general González y me dijo que se produjo un disenso entre los comandantes que querían exigir que se retire la Ley de Servicio Público, pero que él no estaba de acuerdo porque sabía que no se afectaban derechos. Le indiqué que tranquilizara los ánimos y procedan como deban proceder, pero que procedan ya. El general dice que soy una persona de pensamiento coherente y, siendo así, no puedo decir una barbaridad como esa, mucho menos en esas circunstancias.
 
A partir de esa declaración algunos medios reiteran que no hubo un intento de golpe de Estado ni de magnicidio...

Hubo un momento en que  intervenimos las comunicaciones radiales de la Policía donde se decía “mátenlo”. Sabíamos que había un real peligro: el Presidente secuestrado, tomada la base aérea en el exaeropuerto, la Policía tenía tomado el puente de la Unidad Nacional, la Asamblea impedida de funcionar... Es decir, había todos los elementos para un golpe de Estado. El general dice que después de mi molestia me retiré, pero me retiré a la base aérea a discutir con los radiotécnicos y entendí que el tema era político porque no querían hablar conmigo si no era delante de la prensa, así que me negué y me retiré.

¿González peca de omisión, de mala intención o hay detrás un propósito político?

No me extrañaría que haya un propósito político. Le aconsejaría al general que no tiene mucho sentido alimentar aquello, pero hay versiones de que está preocupado y molesto por las decisiones de la Comisión de la Verdad y eso le llevaría a una actitud de oposición, pero ojo que el mismo general reconoce en el libro que yo le autoricé dar una declaración pidiendo que también los acusados sean escuchados por la Comisión de la Verdad.

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¿Es verdad que Correa negoció con la Policía para su liberación?

Jamás negoció, él sabía que había un problema de desinformación y cuando llegaban oficiales o soldados a hablar con él ese día, les explicaba y no había ninguna negociación de por medio.

El general González dice que la causa del 30-S fue una campaña de desinformación...

Todos esos días en las FF.AA. desarrollamos una campaña para discutir todas las compensaciones que reemplazarían a las condecoraciones y nos reunimos constantemente para ello con los ministros Richard Espinosa y Patricio Rivera. Tal vez en la Policía no se hizo ese trabajo y ahí la diferencia de la reacción. Evidentemente, miembros del servicio pasivo desinformaban a los militares. Por ejemplo, los carteles exhibidos en la base aérea contra el Gobierno y contra mí fueron los mismos presentados por los militares en servicio pasivo en la Recoleta... Todo estaba concatenado y había una campaña interna de desinformación.

En el libro también dice que no estaba de acuerdo con que la base de Manta salga del país...

Yo señalaría 3 o 4 temas que son fuertes. El primero: se queja de que durante todo el 2007 el Gobierno no invirtió en las FF.AA., pero el Presidente heredó un presupuesto amarrado en el primer año y a partir del segundo año empezó la inversión. Después el Presidente no solo que mantuvo la homologación salarial de la Policía y FF.AA., sino que lo aceleró un año, absolutamente consciente de la situación. Eso era algo que se debía efectivizar en 4 años y lo hizo en 3. Lo que González nunca entendió y sigue sin hacerlo son las características históricas de la relación civil militar de todo el siglo XX. En un documento que González reproduce yo dije haber sido -como toda la sociedad ecuatoriana- víctima de un malentendido con respecto a la relación civil-militar, pero que en un proceso de crítica y autocrítica entendí mejor la dimensión de esa relación. Entonces damos un quiebre, muy valiente por parte del presidente Correa, de acabar con esa especie de maldición gitana de que siempre un ministro de Defensa debía ser un general o almirante retirado -yo creo que fue un compromiso hecho con el retorno a la democracia-. Entonces no solo se pone como ministro a un civil sino a una mujer y socialista. Ahí comienza la construcción de otro tipo de relación civil-militar.

¿Esa nueva relación era avalada o criticada por los militares?

Digamos que eso generó un intenso y enriquecedor debate al interior de las FF.AA. en el que, yo creo, los más fuertes contendores fuimos precisamente el general González y yo. Pero yo reconocía claramente el talento y liderazgo de él y por eso propuse que sea Comandante del Ejército, a pesar de sus críticas al Gobierno; y después lo propuse como Jefe del Comando Conjunto.  

Ahora él también critica las enmiendas constitucionales y no está de acuerdo con el rol que se le asignaría a las FF.AA.

Ha sido un tema ampliamente debatido en las FF.AA. Incluso con González analizamos lo que podría ser la relación con la Policía. Otro aspecto que él olvida en su libro es el nivel de estabilidad que el Gobierno dotó a la institución. A excepción de los 4 años de gobierno de Rodrigo Borja, en los últimos 50 años nunca hubo un ministro que durara 4 años y no hubo una sucesión de 3 períodos del Comando Conjunto dentro de los plazos y la jerarquía, porque Varela, González y Barreiro eran los más antiguos.