Cáncer, la huella fatal de Texaco
“Sí, tengo cáncer de útero. Se debe a la contaminación petrolera que afectó ríos y esteros en Sucumbíos, causada por Texaco (Chevron). Utilizábamos esa agua para lavarnos las partes íntimas. Me daba cuenta de que algo me pasaba cada vez que me bañaba, me daban fuertes infecciones vaginales, por lo que a cada rato iba al médico. Además, se me hinchaba la barriga”.
Es el testimonio de la colona Sonia Cuajivoy Casanoba, de 34 años, quien desde que tenía 5 vive en el barrio Aeropuerto, a 10 minutos del centro de Lago Agrio. Allí, de un pozo agua salía primero diésel y después agua amarillenta.
En conversación telefónica con EL TELÉGRAFO, Sonia contó que desde hace años toma medicamentos, pues caso contrario no se siente bien. “Todo el tiempo paso con medicinas, por eso ya no salgo mucho a la calle. Un día me hice un examen y me dijeron que tenía quistes cancerígenos. Pasó el tiempo y tras un nuevo examen dijeron que había aumentado: primero salió punto 1, luego 2 y el último que me hice estaba en punto 5. Ahora estoy haciéndome tratamientos para ver si me operan. En Solca (Quito) dijeron que podría salvarme si me sacan todo el útero, hasta tanto me hacen quimioterapias, pero suspendo cuando no tengo dinero y me empeoro”.
Sonia no se explica cómo Chevron puede decir al mundo que no hay contaminación en el norte de la Amazonía ecuatoriana.
Según varios estudios, suman más de 400 mil las hectáreas dañadas; 16 mil millones los galones de agua tóxica arrojados a los ríos y esteros; cinco nacionalidades indígenas las afectadas; dos pueblos indígenas los extinguidos, además de miles de animales muertos y cultivos improductivos, lo que ha originado una lucha legal que lleva más de dos décadas.
En este proceso, dos instancias de la justicia ecuatoriana determinaron la culpabilidad de Chevron, a la que condenaron a cancelar más de $19 mil millones y cuyo pago deberá ser invertido en reparación ambiental y humana, lo que no podrá cambiar el drama que han vivido y viven los habitantes de esa zona.
Losafectados como Sonia repiten que “una vida no se recupera con nada, el sufrimiento no acaba”. Aseguran que lo que para Chevron es cuestión de dinero, para ellos es cuestión de vida y derechos. “Todos los medicamentos para mi enfermedad son caros. No me dan nada gratis. Las recetas valen de $40 para arriba”, dijo Sonia, madre de cuatro hijos: Bryan C., de 15 años; Kevin C., de 13 años; José Y.; de 9 años; y Cristian Y., de 5 años.
“Cuando me sentía un poquito mejor me dedicaba a vender ropa para conseguir algo de dinero y poder comprarme medicina y sostener a mi familia. Ahora, cuando salgo a trabajar llego mal a la casa, se me hinchan las piernas, la barriga y no puedo comer. Cuando hace mucho calor es peor porque me da mal de orina, orino amarillo. No puedo ver ni el sol, me hace peor”, dijo. Ella, al igual que otras madres afectadas por cáncer o enfermedades causadas por la contaminación, exclaman: “Señores de Chevron, necesitamos vivir un poco más por nuestros hijos”.
Si pudiera enviarle un mensaje a Chevron, Sonia dice que le pediría que dejen de gastar (dinero) en mentiras y que ayuden a las personas enfermas, porque muchos han muerto de cáncer. “Lo único que queremos es vivir tranquilos los días que nos quedan, porque uno con la enfermedad no puede más”.
Estudios muestran la herencia de Texaco en la salud humana
Durante más de dos décadas, los 30 mil afectados por la contaminación han intentado que la transnacional estadounidense repare el daño causado por la contaminación y la falta de remediación. Sin embargo, algo han conseguido ya ante la justicia ecuatoriana, pero presentando diversos estudios y análisis que dan cuenta del daño al medio ambiente y a la salud humana (ver subnota).
Una de esas investigaciones se recopila en el libro “Las palabras de la selva”, un estudio psicosocial del impacto de las explotaciones petroleras de Texaco en las comunidades amazónicas de Ecuador, realizado por los expertos españoles Carlos Martín Beristain, Darío Páez Rovira e Itziar Fernández.
El estudio, basado en muestreos realizados en el sitio, determina que los impactos en la salud de la población indígena y colona de Sucumbíos y Orellana son un importante indicador de las consecuencias de la contaminación y el desarrollo de la actividad petrolera de Texaco, cuyas acciones adquirió Chevron en 2001.
Los tipos de cáncer más frecuentes descritos por la población encuestada fueron: cáncer de estómago, 20,27%; útero, 19,6% y leucemia, 9,3% (ver gráfico). Respecto a la edad de las personas fallecidas o enfermas de cáncer en el momento del diagnóstico, un 10,2% se refiere a menores de 15 años.
Según ese estudio, en el caso de los hombres, el 25,7% corresponde a cáncer de estómago; 12,5%, de pulmón; 12%, de piel; 11%, de hígado; y, 9%, leucemia. Entre las mujeres, el 37,34% corresponde a cáncer de útero, como el que padece Sonia; 15,2%, a estómago; y, 8,86% a leucemia. En una proporción entre un 12,5% y un 10,76%, respectivamente, no se conoce el origen.
Se destacó que el impacto del cáncer en la zona, durante décadas, empeora por la inexistencia de centros asistenciales especializados, las dificultades para un diagnóstico precoz, y la sobrecarga afectiva y social del cuidado de los enfermos, así como los todavía vigentes estigmas sobre la enfermedad.
Revela que un 89,65% de los encuestados que refieren más de un caso de cáncer en sus familias son colonos, es decir, 9 de cada 10, siendo el resto indígenas. Además, se estableció que a mayor exposición o cercanía de los colonos e indígenas a instalaciones petroleras, mayor número de casos de cáncer.
En cuanto a la relación entre los casos de cáncer registrados y la etnia, el mayor número se da entre la población mestiza, con una diferencia estadísticamente significativa.
Añade que “estos datos son consistentes con las experiencias de estos dos grupos de población. Los colonos estuvieron más expuestos a la contaminación petrolera directa que la población indígena en general, dado que vivieron más cerca de las instalaciones de Texaco. Las comunidades indígenas mayoritariamente se tuvieron que desplazar debido a la pérdida de territorio y contaminación, por lo que su influencia en este sentido es menor... siendo los relatos y casos de cáncer más frecuentes en las comunidades indígenas cercanas a las explotaciones petroleras, como una parte de los kichwa (rumipamba) y shuar...”.
Juicio contra afectados no tendrá jurado
El juicio por fraude interpuesto por Chevron en contra del abogado y los asesores estadounidenses de los demandantes ecuatorianos que denunciaron el daño ambiental, será sin jurado, decidió ayer el juez federal de Nueva York Lewis Kaplan, pese a que afectados piden que “por justicia” haya un jurado.
El juicio, cuyo inicio será el 15 de octubre próximo, cambió de eje luego de que la petrolera notificó -el 8 de septiembre pasado- que no pedirá compensación económica, en caso de ser declarados culpables Hugo Gerardo Camacho y Javier Piaguaje.
Además, el 30 de septiembre, Chevron comunicó que haría lo mismo con el abogado neoyorquino Steven Donziger, otro de los acusados. Para todos ellos se solicitaba una pena no monetaria.
MORTALIDAD ES EL TRIPLE QUE EN LA REGIÓN COSTA
Existen estudios que demuestran que las poblaciones afectadas por la contaminación de petróleo causada por Texaco-Chevron, presentan un alto índice de abortos, infecciones en la piel, micosis, anemia, desnutrición, infecciones de vías urinarias, tuberculosis, problemas respiratorios y, sobre todo, cáncer.
En el primer estudio denominado “Culturas bañadas en petróleo: diagnóstico de salud realizado por promotores”, patrocinado por la Unión de Promotores Populares de Salud de la Amazonía Ecuatoriana (UPPSAE) en 1993, se comparó a 1.465 personas de dos grupos poblacionales: uno en donde la actividad petrolera estaba presente y otro en donde no había extracción. Según ese estudio, los índices de mortalidad en general son el doble en las comunidades donde hay actividad petrolera y entre las causas más frecuentes está el cáncer.
La investigación, denominada “Informe Yana Curi: Impacto de la actividad petrolera en la salud de poblaciones rurales de la Amazonía Ecuatoriana”, realizada en 2000 con una muestra de 500 personas, revela que la presencia de cáncer, con relación a Quito, era 130% más frecuente en zonas expuestas a la contaminación petrolera como Sucumbíos y Orellana.
El informe ”Ecuador ni es, ni será ya, país amazónico. Inventario de impactos petroleros 1”, resalta que de 1.520 personas y 342 visitas a instalaciones petroleras, la principal causa de muerte era el cáncer: 32% del total de muertes, es decir, tres veces más la media nacional (12%).
La tasa de mortalidad por cáncer de la población que vivía cerca de la contaminación ascendía a 13,6 por cada 10 mil habitantes, el doble que en la Sierra, el triple que en la Costa y 6 veces superior al de las provincias amazónicas. La incidencia de cáncer de estómago, leucemia, hígado, intestino, útero y huesos era más alta en estas zonas. Entre las familias que viven a menos de 50 metros de los pozos o de las estaciones se detectaron un total de más de 500 fallecidos por causa directa de la actividad petrolera.
Sin embargo, el informe de la consultora ambiental Stratus Consulting -recogido y publicado por la agencia de noticias Andes- atribuye a la contaminación la muerte de 1.041 personas por cáncer. Otros estudios como el publicado en International Journal of Occupational and Environmental Health y “El informe Cáncer en la Amazonía del Ecuador” también revelan el grave impacto en la salud de los habitantes.