Especial coronavirus
María Belén Ibarra: Del agua a las aulas
Lo analizó durante cuatro meses. La canoísta guayaquileña María Belén Ibarra debía tomar la decisión correcta. No quería arrepentirse. Debía elegir entre continuar con su carrera deportiva o cumplir una meta personal: ser docente, profesión que estudió durante su faceta como deportista.
Ibarra decidió abandonar el deporte de alto rendimiento a mediados de 2019, después de ganar la medalla de oro junto con Lissette Espinoza en la prueba C2 sénior mujeres 500 metros del Campeonato Sudamericano de Canotaje, que se disputó en la laguna de Yahuarcocha, ubicada en la provincia de Imbabura.
En esa prueba cronometraron 02:13:03 y clasificaron a los Juegos Panamericanos Lima 2019. Ibarra decidió que esa iba a ser su última competencia internacional. Y así fue.
Desde este año será maestra de Ciencias Naturales y Estudios Sociales en quinto año de básica en la Unidad Educativa de La Asunción, en Guayaquil. Estudió Pedagogía en la Universidad Católica de Santiago de Guayaquil.
Así finalizan 18 años de carrera deportiva, tiempo en el que se coronó campeona sudamericana, bolivariana y sudamericana. También fue subcampeona del mundo de canotaje, en 2015.
Su inicio en este deporte fue un poco accidentado. Ibarra recuerda que discutió fuerte y varias veces con su papá para practicar canotaje. Era nadadora y pertenecía a los registros del Club Sport Emelec. Durante dos años consecutivos fue seleccionada provincial.
Ella heredó su gusto por la natación de su padre, Vicente Ibarra, quien también practicaba este deporte y en el cual incluyó a su hija. Sin embargo, Belén decidió cambiar de disciplina tras seis años en las piscinas. “Me sentía aburrida y estancada en la natación, porque mis marcas no mejoraban y mis ganas de entrenar disminuían. Tampoco tenía la posibilidad de viajar fuera del país para competencias internacionales. No podía crecer como deportista”, rememora Ibarra.
Su padre se negó a apoyarla al principio, pero después decidió respaldar su decisión. Fue el espaldarazo que ella necesitaba para empezar una nueva aventura. “Cuando mi papá supo que había decidido retirarme, le costó aceptar que dejaba el deporte que tanto amé”, recuerda la deportista.
Inició en la escuela de la Federación Ecuatoriana de Canotaje en 2007 por recomendación de Ossian Frydson, quien también fue nadador y que en ese entonces era presidente del organismo. Él convenció a Ibarra para que se dedicara a este deporte.
No le costó adaptarse al canotaje. La fuerza que desarrolló en los brazos, espalda y en las piernas durante su etapa de nadadora, le permitió acoplarse rápido a esta disciplina. Así, con solo un año de prácticas, llegó a la selección nacional. “Cuando les dije a mis amigos que me iba a retirar les afectó mucho. Era una de las más antiguas de la selección”.
Ibarra dice que disfrutó los 12 años que estuvo en el canotaje. Vivió con intensidad cada competencia y festejó con algarabía sus triunfos. “Voy a extrañar competir, los viajes al exterior para representar al país. Pero no hay marcha atrás. El retiro es una decisión tomada”, advierte con seguridad.
Anggie Avegno, su amiga y compañera en la selección de canotaje, dice que este deporte pierde a una canoísta fuerte, física y mentalmente. Le hubiera gustado que continúe y que la acompañe en el camino a los Juegos Olímpicos de Tokio. “Compartimos muchos torneos, estuvimos juntas en los triunfos y también en las derrotas. La vamos a extrañar mucho”.
María Belén Ibarra no se reprocha nada, aunque asegura que clasificar a unos Juegos Olímpicos fue una tarea que quedó pendiente. Pero su prioridad ahora son las aulas. Quiere dedicarse a enseñar, una cualidad que cultivó en el colegio; ella hacía las veces de profesora de sus compañeras cuando estudiaban. (I)