En Quinchicoto cambiaron la agricultura por la industria láctea
El proceso eruptivo de un volcán es, en cualquier parte del mundo, una amenaza inminente para poblaciones cercanas. En casi todos los casos, la caída de ceniza, bramidos y sismos obligan a los asustados moradores de esas zonas a abandonar su tierra y refugiarse en albergues.
En Quinchicoto, un pueblito enclavado en la cordillera de los Andes ecuatorianos, no ocurre así. Desde 1999, fecha en que el volcán Tungurahua ‘despertó’, tras 81 años de inactividad, sus habitantes han resistido a los ‘caprichos’ de la enfurecida montaña y cambiado parte de su matriz productiva debido a las afectaciones por la caída de ceniza.
Esta localidad, ubicada a 35 minutos de Ambato, hasta hace 15 años fue conocida por su extensa producción agrícola de tubérculos, granos, cereales y legumbres. Hoy la situación es diferente. Si bien aún quedan siembras de papa, melloco, mashua, zanahoria y otros, la economía del lugar gira en torno a la obtención de leche. Esa bebida, el yogur y los quesos que allí se elaboran abastecen los mercados de ciudades como Ambato, Latacunga, Riobamba, Penipe y hasta cantones del Azuay.
“Hace 15 años la ceniza volcánica calcinó las plantas de papa, haba y zanahoria. Esto perjudicó económicamente a muchos agricultores, quienes decidieron no abandonar sus tierras y desarrollar estrategias productivas”, dijo Raúl Padilla, presidente de la Junta Parroquial.
En Quinchicoto viven unas 1.300 personas. Es la única parroquia rural de Tisaleo y sus habitantes representan el 30% de la población total de este cantón.
Pese a que el significado del nombre del sector no está muy claro, según ancianos del lugar, Quinchicoto, palabra escrita en kichwa antiguo, significa “monte de los espías”.
Al lugar se accede por un costado de la carretera Ambato-Riobamba, desde donde se puede apreciar elevaciones de la cordillera andina como el cerro Puñalica. En el kilómetro 23 de este camino está el segundo acceso y 2 kilómetros más adelante se encuentra la tercera entrada.