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En Quilanga aún esperan la lluvia

La iglesia del pueblo, con techo y paredes de madera, es una joya patrimonial con 143 años.
La iglesia del pueblo, con techo y paredes de madera, es una joya patrimonial con 143 años.
06 de diciembre de 2015 - 00:00 - Karla Pesantes P.

Atrás quedan pinos, esbeltos y verdes con sus hojas puntiagudas. Se levantan como invasores en medio del páramo de una carretera desde Quilanga a Loja, pasando por Gonzanamá y Catamayo. Fueron sembrados con la esperanza de reforestar el área. Mala idea, dicen pobladores quilanguenses, como Yolanda Marín, la dueña de un restaurante en este cantón, a 99 km de Loja. Afirma que las lluvias se fueron desde que los pinos llegaron.

En octubre se esperaban las primeras precipitaciones. Nunca bajaron del cielo y los cultivos de café, el principal producto de Quilanga, se han perdido. Los páramos con pinos retienen solamente el 30% del caudal de agua en comparación con páramos sin plantaciones.

“La roya es otro problema y aquí no hay una sola autoridad que nos dé una mano para saber cómo aplicar un químico”, cuenta Manuel Enrique Rojas, el primer párroco del cantón. Sin sotana y sin el último botón de la camisa abrochado, característica de los curas, el quilanguense de 67 años está sentado junto a su primo Édgar Ludeña. Afuera de la fábrica de café, propiedad de Manuel, hay una sillón estratégico desde donde, según cuenta, mira y recuerda a su pueblo por las tardes.

Es un cura atípico, que habla de política cada 3 o 5 minutos y en especial contra el alcalde de la ciudad. “El 90% de los quilanguenses se dedica a la agricultura y la ganadería, pero vive del temporal. Si Dios nos bendice, tenemos cosecha. Ahora estamos en sequía, ya son 2 años de malas épocas para el café”.

Con apenas unas cuantas arrugas, Ludeña no aparenta los 67 años que tiene. Ha regresado ese viernes a Quilanga, como lo hace todos los años. Vive en Guayaquil, al igual que otros 400 quilanguenses en el puerto principal. El 8 de noviembre son las fiestas del pueblo, 26 años de cantonización que ocurrió en el Gobierno de Rodrigo Borja. Resulta que a Quilanga la pretendían como a novia bonita otros cantones de Loja.

“Fue Walter Novillo Castillo, un hijo de esta tierra y que trabajó 12 años en el Municipio, quien consiguió que nos elevaran a cantón”, explica Ludeña quien también es abogado para lo cual salió de su pequeño pueblo.

En ese mismo lugar el abuelo de Ludeña llegaba en la época antigua con sus cabezas de reses y cerdos, que luego vendían a otras ciudades. Era el hombre rico de Quilanga, como aquel hacendado que mencionaba el lojano Miguel Riofrío en La Emancipada.

Hoy los agricultores ricos son menos; sin saberlo, el cambio climático y la erosión del suelo los afecta. El campo está cansado y los pinos de la vía en Quilanga y toda Loja son solo decorativos. (I)

Sabía usted:

Muchos salen para conseguir un título universitario. Loja, Machala, Guayaquil, Santo Domingo y Quito son los destinos.

Quilanga alberga 2 parroquias y no más de 6 mil habitantes.

Los Marín, los Rojas, los Santín, Ludeña o Cueva, todos son apellidos de los primeros hijos de este cantón lojano, que vive entre recuerdos y sequías.

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