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“La única novedad en la política mundial sucede en América Latina”

“La única novedad en la política mundial sucede en América Latina”
12 de diciembre de 2012 - 00:00

Filósofo del posmodernismo y militante por los derechos civiles y de género, el intelectual italiano explica aquí la base de su pensamiento filosófico, repasa el difícil momento del pensamiento de izquierda en Europa y muestra su optimismo por el desarrollo latinoamericano.

“Comunista, posmoderno y cristiano son términos que, de alguna manera, definen una perspectiva política, filosófica y existencial, ¿verdad? –dice Gianni Vattimo–. Son términos contradictorios en apariencia, pero creo que nunca cambié nada en mi vida. Empecé como un cato-comunista, con los católicos de izquierda que ya estaban en polémica con la jerarquía oficial de la Iglesia. Incluso desde el punto de vista teórico, como cato-comunista cuando me fui a la universidad, estudié filosofía, porque no había facultad de teología ni de política. Los intereses que tenía en ese momento eran esos dos. Es decir que hay una continuidad de intereses teóricos que permanecen. Incluso el posmodernismo, que parece lo más nuevo, pero cuando yo empecé a estudiar en la universidad como católico de izquierda iba buscando un pensamiento filosófico que no fuera totalmente esclavo de la Ilustración, pero que tampoco fuera reaccionario. En ese momento había una actitud ilustrada que era básicamente anticristiana y antirreligiosa, y una actitud católica que era muy retrasada. Es decir, estaba Santo Tomás, la metafísica clásica, y por otro lado estaba el comunismo marxista.

Pero el marxismo en ese momento era para mí todavía un desarrollo de la Ilustración en términos de racionalismo histórico. No estaba de acuerdo con esta solución, y buscaba un pensamiento crítico de la modernidad que no fuera simplemente la idea de volver sobre el pasado.

Entonces empecé a estudiar a Aristóteles, porque era un autor que había tenido muy presente en mi juventud católico-tomista, porque había tenido un director de espíritu que era muy estudioso de Santo Tomás. La lectura de Aristóteles, básicamente, no me dejó mucho, porque no era una lectura teóricamente comprometida. Entonces decidí estudiar a los críticos de la modernidad, como Adorno y la Escuela de Fráncfort. Y finalmente, junto con mi profesor Pareyson, que era un gran estético italiano del momento, decidí dedicarme a Nietzsche, que era un crítico de la modernidad nada reaccionario, aunque después fue políticamente interpretado como maestro de los nazis.

Entonces empecé a estudiar a Nietzsche en el sentido de buscar una crítica de la modernidad que no sea ligada al racionalismo ilustrado y que tenía dimensiones políticas. Marxista no había sido efectivamente, porque siempre había pensado el marxismo en términos stalinianos.

¿Y cómo ahora se llama comunista?

Porque no existe más el comunismo real. Se murió el comunismo real, ¡que viva el comunismo ideal! El comunismo ideal lo defino con los términos de Lenin: electrificación más soviets. Es decir, desarrollo económico productivo controlado por consejos populares, por organismos democráticos. Insisto sobre el término comunismo hoy porque me parece que la democracia en toda Europa, en Occidente, se está disolviendo, porque la gente no tiene más ideales alternativos de sociedad. Por el libre mercado no se puede morir, no es un ideal político por el cual sacrificarse. La gente no va más a votar porque no cree que se pueda cambiar nada. Por eso es necesario revivificar un ideal de sociedad alternativa. El único ideal de sociedad alternativa que tenemos es el de una sociedad donde no hay opresión económica, pero hay desarrollo y control popular sobre lo que pasa. Obviamente con Stalin hubo muchos problemas. Pero el mismo Stalin no creo que fuera un loco sanguinario, construyó un comunismo de guerra que era presionado por todos los poderes de alrededor, sobre todo había una Alemania en donde se desarrollaba el nazismo. Stalin ha tenido el sueño industrialista compartido con el mundo capitalista, y para competir con el mundo capitalista tuvo que desarrollar un industrialismo forzado. Pero no tengo vergüenza de llamarme comunista por esto, porque no puedo aceptar toda la propaganda occidental. Por esto me llamo comunista, o cristo-comunista, o anarco-comunista, porque obviamente no pienso en la posibilidad de una revolución comunista mundial hoy, sobre todo porque  otros son demasiado fuertes. Pero creo que se trata de difundir un ideal de sociedad alternativa. Entonces, me parece que es importante trabajar sin la ilusión de transformar el sistema de un solo golpe, pero intentando reducir el daño, por ejemplo obstaculizando el desarrollo industrial en zonas en que implica destrucción del medioambiente.

¿Cómo es el comunismo hermenéutico, “débil”, que usted propone? ¿Por qué sería nuestra única salvación?          

Es un comunismo pensado en el sentido de que no se imagina realizar un ideal positivo de estructura. Se llama comunismo hermenéutico básicamente sobre una idea de que no se puede dirigir la sociedad o la existencia con proposiciones científicas, sino que todo tiene que ser sometido a una interpretación. La ciencia sobre la que se funda hoy Europa es solo la interpretación de un sector que interpreta el mundo con sus intereses, porque, como decía Nietzsche, no hay hechos sino solo interpretaciones interesadas. Se interpreta desde los propios intereses, desde la propia clase. Esto es el punto fundamental para no adoptar una actitud resignada frente a lo que pasa, como si fuera la verdad. No es la verdad, es la interpretación que el mundo capitalista ofrece para resguardar sus propios intereses y privilegios. Por eso el comunismo se llama hermenéutico, no es un comunismo científico, como habían pensado los marxistas un poco positivistas del final del siglo XIX. Es un comunismo interpretativo, que no se presenta como una solución científica, se presenta como una solución de parte. Interpretación implica mirar al mundo con un proyecto de transformación, y nuestro proyecto de transformación es el comunista: electrificación más soviets.

Usted dijo que el problema gay es esencialmente socioeconómico. ¿Por qué le parece que es así?

Mi experiencia inmediata es que yo soy un gay pobre en Italia, tengo problemas porque me pueden despedir de mi trabajo. Conozco muchos ricos en Italia que están casados (con mujeres), crean una gran familia, y después se compran una casa en Marruecos donde tienen a sus amantes (hombres). ¿Por qué ellos pueden permitirse esto y yo no? Porque es un problema de dinero, socioeconómico. 

Según usted, la proliferación de los medios de comunicación serviría para fomentar espíritus más libres, ya que las personas no estarían sometidas a una única voz emisora. ¿En qué medida tener ciento veinte canales de televisión mejora la capacidad de las personas para discernir?

Es mejor tener más voces emisoras. Pero lo importante es que no pertenezcan al mismo dueño. La multiplicación de los medios de comunicación parece positiva para liberarnos del monopolio de los medios. No se puede imaginar un desarrollo puramente tecnológico, el desarrollo tiene que ser político, es decir, que se tiene que limitar la propiedad o arreglar la competencia en este terreno, lo que exactamente los dueños de los medios no quieren. La ley pública es la que pone límites para que no se maten unos a otros. Pero la ley pública tiene que ir más allá del liberalismo total. En muchos sentidos, la multiplicación pura y simple de las tecnologías comunicativas necesita una regla política. Y la regla política tiene que ser no simplemente que hagan todo lo que quieran, es poner límites.

¿En Europa los sectores progresistas ya no tienen un proyecto de transformación?  

Sí, pero son sectores progresistas muy pequeños. En Europa lo que se difunde más y más son izquierdas más cerca del centro que se resignan a hacer muy pequeñas reformas. Por ejemplo, Hollande ganó las elecciones en Francia, pero no creo que esté haciendo una política muy progresista, porque es condicionado por el espectro de las reglas financieras internacionales. Hacen y dicen las mismas cosas, aunque unos sean de derecha y otros se crean de centroizquierda. El punto ahora es que hay un pretendido progresismo que parece la única manera para las izquierdas o los centroizquierdas europeos para ganar elecciones. Es como decir, “si tú quieres ir al gobierno de un país tienes que ser amigo de los banqueros, incluso los de izquierda tienen que ser amigos de los banqueros, pero en la medida en que son amigos de los banqueros pierden todo izquierdismo. Esto es lo que pasó con el Partido Comunista Italiano, que se transformó. Y como izquierdista digo que la única política posible para una izquierda es hacer un buen programa de oposición. Yo me siento comprometido religiosamente a ser revolucionario, sin imaginar que voy a tomar el poder, yo puedo solamente intentar limitar el daño, poner límites.

Usted, como otros intelectuales europeos, ve con gran simpatía los cambios que se están desarrollando en América latina. ¿Cuáles son las cuestiones que le parecen más interesantes?

Yo soy uno de los grandes chavistas europeos. Porque básicamente la única novedad que veo en la política mundial como la conozco, como la viví en las últimas décadas, sucede en América Latina, porque los otros grandes países en desarrollo, como China e India, por ahora imitan simplemente el sistema capitalista. En América Latina se cambiaron algunos regímenes sociales, obviamente empezando con la Cuba del gran Fidel, del cual yo soy un admirador total, absoluto. Y después se continuó con Chávez, con Lula, con Evo Morales. Y creo que Cristina también ha sido una parte de esta transformación de América Latina. Concibo Latinoamérica con todas estas novedades como la posible fuerza política mundial que puede evitar el triunfo total del imperialismo norteamericano, mundial, globalizado. Por ejemplo, Lula se fue a Irán a discutir con Ahmadinejad, algo que un norteamericano nunca hubiera hecho. Es decir que no importa si se transforma inmediatamente Europa, pero el equilibrio mundial necesita un polo antiimperialista que hoy es, sobre todo, Latinoamérica. Me parece importante una Latinoamérica lo más fuerte y democrática posible, que se oponga a la globalización capitalista total. La posibilidad de que Europa no sea simplemente una colonia norteamericana es que haya una Latinoamérica fuerte.

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