Los recientes ataques reviven el recuerdo de las Intifadas de 1987 y 2000
La frustración agobia a los jóvenes palestinos
Ramala, Territorios Palestinos.-
Jerusalén vivió ayer la jornada más sangrienta desde que se inició, a comienzos de mes, una ola de violencia en Israel y Palestina. En el llamado “día de la ira”, por primera vez se atentó con armas de fuego en la actual escalada de tensión.
Tres israelíes murieron, 2 en ataques de jóvenes armados y otro pereció atropellado por un conductor árabe en la Ciudad Santa. Otros 30 israelíes resultaron heridos en un total de 4 ataques, si se incluye el cometido por un joven en la ciudad de Raanana, cerca de Tel Aviv.
Los palestinos que protagonizan los enfrentamientos, ataques con cuchillo y cortejos fúnebres en su lucha contra los israelíes, pertenecen a una generación que tiene el muro de Cisjordania por horizonte y solo conoce de Israel sus soldados y colonos.
Los adultos mayores lamentan que sea una generación no adscrita a los movimientos políticos tradicionales y que ignora la historia, las grandes figuras y las consignas que aglutinaron a las generaciones precedentes.
De sus mayores se acuerdan de las piedras de la primera intifada en 1987 y de algunos símbolos como la mezquita de Al Aqsa, a la que solo conocen en reproducciones de cartón en los desfiles. Y también saben de Jerusalén, ciudad que nunca han visto, pues no pueden cruzar los retenes controlados por Israel.
En las redes sociales se transmiten consignas políticas y circulan fotos de los “mártires”, con mensajes para ensalzarlos.
La última tendencia es sonreír a las cámaras mientras son detenidos, un comportamiento que ha provocado indignación en Israel.
Dos tercios de la población tiene menos de 30 años, muy por debajo de la media de edad de los políticos, una distancia que hace que esta generación no tenga miedo de gritar consignas contra el presidente de la Autoridad Palestina, a quien critican su cooperación con Israel en materia de seguridad.
De los autores de los ataques con cuchillos de los últimos días, pocos superan los 25 años.
Al otro lado de la valla
“Cuando llegan los colonos, no hay necesidad de sacar los altoparlantes para congregar a la población”, cuenta un habitante del campo de refugiados de Jalazune, cerca de Ramala, que prefiere no identificarse. “Los jóvenes salen por su cuenta, nosotros no enviamos a nuestros niños a enfrentarse con los soldados. Ellos salen solos porque han vivido toda su vida bajo la amenaza de los colonos y los soldados”, explica.
Esta generación, crecida con las redes sociales y las cadenas de televisión que difundían noticias como la Primavera Árabe y las tres guerras de Gaza, parece no tener nada que perder.
Ahmed Charake, de 13 años, fue abatido hace dos días cuando lanzaba piedras a los soldados israelíes. Farès, uno de sus compañeros de clase, también nació en el campo de Jalazune. Para él, su único deseo es “morir como un mártir” como lo hizo Ahmed. “¿Para qué ir a la escuela, encontrar un trabajo y casarse?”, se pregunta. Estas perspectivas lo hacen reír. Cuenta que entra y sale cuando quiere del colegio y dice que su profesora ya perdió la esperanza con él.
En las tardes se desplaza hacia el punto de control de Bet El, cerca de Ramala, para lanzar piedras a los soldados israelíes, que le responden con tiros, mientras custodian la colonia ubicada al otro lado de la valla. “En esta calle, los niños tienen una buena vida, mientras que de nuestro lado, solo hay pobreza. Ni siquiera tenemos que contarles a nuestros niños la historia de Palestina, ellos mismos ven la injusticia”, explica Mohamed, un padre de familia de 30 años.
Ahmed, Farès y otros nacieron después de los acuerdos de Oslo que deberían haber abierto la puerta a la creación a un Estado palestino en la década de 2000. Este nunca vio la luz y la colonización israelí avanzó en Cisjordania.
Para los jóvenes, la diplomacia no parece haber dado ningún fruto. “Vamos a seguir tirando piedras a los soldados. La Autoridad Palestina intentará pararnos porque prefiere las negociaciones, pero nosotros vamos a decirle ‘no’. Tenemos que mostrar que no estamos de acuerdo”, expresa un joven, de 18 años, mientras lanza piedras a los soldados, encapuchado con un pañuelo tradicional palestino.
En Jerusalén, la coexistencia, que ya casi no se da, se volvió un conflicto abierto donde cada quien teme ser apuñalado por su vecino.
Los puestos de control y las restricciones se llevaron consigo las oportunidades de trabajar en Israel, como hicieron muchas generaciones precedentes.
Estas generaciones aprendieron a hablar hebreo y seguían los medios israelíes. Pese a que creyeron en los partidos tradicionales, hoy se sienten “hastiadas”. (I)