No ha sido un año precisamente agradable para el gobierno de Michelle Bachelet, varias de cuyas reformas estructurales han chocado contra una suerte de muralla. Y no solo por la oposición de derecha, que ha torpedeado los cambios profundos a los que se comprometió la Presidenta socialista en su campaña, sino también por el rechazo de los mismos partidos que confirman su propia coalición, pero especialmente a causa de la desaceleración económica que vive el país.

El Banco Central de Chile dio a conocer esta semana su proyección de crecimiento del PIB, que este año será de apenas el 1,5%, versus el rango de hasta 2% proyectado en meses previos. A su vez, para 2017 la expansión de la economía chilena sería del 2%. En septiembre se había proyectado el 2,75% de crecimiento. Esto va en la línea de lo que señaló recientemente el Fondo Monetario Internacional (FMI), que concluyó que Chile cerrará el año con un crecimiento de 1,7%.

La otra mala noticia es que la agencia Fitch bajó la perspectiva crediticia de Chile a rango negativo, por primera vez desde que este organismo de valoración de riesgo comenzó a calificar los instrumentos soberanos de deuda en 1994. El ministro de Hacienda, Rodrigo Valdés, salió a toda prisa a calmar los ánimos.

El ministro Valdés se refirió a la situación mundial al señalar que “hay un shock global del término de un ciclo que hemos podido acomodar de manera sana y la economía está lista para poder crecer más”. Al mismo tiempo, puso como ejemplo lo que ocurre en Perú.

Según Valdés, el Indicador Mensual de Actividad Económica más reciente en el vecino país revela un menor crecimiento que el de Chile –si se excluye la minería- ya que el crecimiento promedio en sectores que no tienen que ver con la minería de enero a octubre fue de 2,1% para el caso chileno y de 1,8% en el caso peruano.

Pero lo cierto es que en el oficialismo bacheletista se teme a un eventual castigo en las urnas precisamente debido a la situación económica, con miras a las elecciones generales (presidenciales y parlamentarias) de fines de 2017, tal como ocurrió en los comicios municipales de octubre, cuando las fuerzas de Bachelet perdieron las principales alcaldías en manos de la oposición de derecha o de fuerzas de la izquierda que no integran la alianza oficialista Nueva Mayoría (exConcertación).

Los precandidatos que se han posicionado en las encuestas son los ex presidentes Ricardo Lagos (socialista, 2000-2006) y Sebastián Piñera (derecha, 2010-2014), pero también ha irrumpido de manera sorpresiva el senador independiente pro Nueva Mayoría, Alejandro Guillier, un exhombre ancla de los noticiarios de la televisión local, de gran popularidad y credibilidad en ojos de parte de la ciudadanía.

Todos estos aspirantes deberán enfrentar una elección atípica, donde la economía será el principal tema de la campaña, en medio de un descrédito de los políticos tradicionales, el desgaste de Michelle Bachelet y el creciente rechazo al sistema privado de administración de las pensiones, entre muchos otros reclamos. Es que de un tiempo a esta parte, la ciudadanía chilena está más empoderada y ya no teme salir a las calles para exigir lo que cree que debiera revertirse. Nada fácil para Lagos, Piñera o Guillier. (I)

DATOS

La derecha chilena le arrebató a la coalición de centroizquierda, Nueva Mayoría, varios municipios emblemáticos en los comicios realizados en el pasado mes de octubre.

Las alcaldías de Santiago Centro, Providencia y Maipú, comunas situadas en la región Metropolitana del Gran Santiago, pasaron a manos de la oposición derechista, que retiene además las de Las Condes, Vitacura, Viña del Mar, Temuco y Ñuñoa, entre otras.

La participación en estos comicios se sitúa en torno al 35%, bastante por debajo de los anteriores, celebrados en 2012, que obtuvo el 43% de participación electoral. (I)