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La extrema pobreza en bolivia bajó del 39% en 2005 al 18% en 2013

El mayor acierto de Morales: un gobierno de movimientos sociales (Galería)

El presidente reelecto con más del 60% de apoyo agradeció a su pueblo desde el Palacio de Gobierno. Foto: AFP.
El presidente reelecto con más del 60% de apoyo agradeció a su pueblo desde el Palacio de Gobierno. Foto: AFP.
14 de octubre de 2014 - 00:00 - Por Atilio A. Boron, especial para EL TELÉGRAFO

La aplastante victoria de Evo Morales tiene una explicación muy sencilla: ganó porque su gobierno ha sido, sin duda alguna, el mejor de la convulsionada historia de Bolivia. ‘Mejor’ quiere decir que hizo realidad la gran promesa, tantas veces incumplida, de toda democracia: garantizar el bienestar material y espiritual de las grandes mayorías nacionales, de esa heterogénea masa plebeya oprimida por siglos.

No se exagera un ápice si se dice que Evo es el parteaguas de la historia boliviana: hay una Bolivia antes de su gobierno y otra, distinta y mejor, a partir de su llegada al Palacio Quemado. Esta nueva Bolivia, cristalizada en el Estado Plurinacional, enterró definitivamente a la otra: colonial, racista, elitista que nada ni nadie podrá resucitar.

Un error frecuente es atribuir esta verdadera proeza histórica a la  fortuna económica que se habría derramado sobre Bolivia a partir de los “vientos de cola” de la economía mundial, ignorando que poco después del ascenso de Evo al gobierno aquella entraría en un ciclo recesivo del cual todavía hoy no ha salido.

Sin duda que su gobierno ha hecho un acertado manejo de la política económica, pero lo que a nuestro juicio es esencial para explicar su extraordinario liderazgo ha sido el hecho de que con Evo se desencadena una revolución política y social cuyo signo más sobresaliente es la instauración, por primera vez en la historia boliviana, de un gobierno de los movimientos sociales.

El MAS no es un partido en sentido estricto sino una gran coalición de organizaciones populares de diverso tipo que a lo largo de estos años se fue ampliando hasta incorporar a su hegemonía a sectores “clasemedieros” que en el pasado se habían opuesto fervorosamente al líder cocalero.

No sorprende que en el proceso revolucionario boliviano se hayan puesto de manifiesto numerosas contradicciones que Álvaro García Linera, el compañero de fórmula de Evo, las interpretó como las tensiones propias de la revolución.

Lo que distingue la gestión de Evo fue el hecho de que las fue resolviendo correctamente, fortaleciendo al bloque popular y reafirmando su predominio en el ámbito del Estado. Un presidente que cuando se equivocó -por ejemplo durante el “gasolinazo”  de Diciembre del 2010- admitió su error y tras escuchar la voz de las organizaciones populares anuló el aumento de los combustibles decretado pocos días antes.

Esa infrecuente sensibilidad para oír la voz del pueblo y responder en consecuencia es lo que explica que Evo haya conseguido lo que Lula y Dilma no lograron: transformar su mayoría electoral en hegemonía política, esto es, en capacidad para forjar un nuevo bloque histórico y construir alianzas cada vez más amplias, pero siempre bajo la dirección del pueblo organizado en los movimientos sociales.

Con el resultado del domingo Evo continuará en el Palacio Quemado hasta el 2020, momento en que su proyecto refundacional habrá pasado el punto de no retorno. Queda por ver si retiene la mayoría de los dos tercios en el Congreso, lo que haría posible aprobar una reforma constitucional que le abriría la posibilidad de una reelección indefinida.

Ante esto no faltarán quienes pongan el grito en el cielo acusando al presidente boliviano de dictador o de pretender perpetuarse en el poder. Voces hipócritas y falsamente democráticas que jamás manifestaron esa preocupación por los 16 años de gestión de Helmut Kohl en Alemania, o los 14 del ‘lobista’ de las transnacionales españolas, Felipe González.

Lo que en Europa es una virtud, prueba inapelable de previsibilidad o estabilidad política, en el caso de Bolivia se convierte en un vicio intolerable que desnuda la supuesta esencia despótica del proyecto del MAS. Nada nuevo: hay una moral para los europeos y otra para los indios. Así de simple.

Datos

El primer presidente indígena de Bolivia, Evo Morales, sacó amplia ventaja en las elecciones del domingo: cerca de 40 puntos por encima del segundo oponente, Doria.  

Incluso Santa Cruz,  motor económico de Bolivia e inicialmente la ciudad con mayor oposición a la política indigenista, antiestadounidense y estatista de Morales, se ha volcado paulatinamente en su apoyo.

En los comicios del domingo Morales se alzó con la victoria en territorio de Santa Cruz, con un 49% de los sufragios, cifra superior al 40,9% que alcanzó en las votaciones de hace 5 años.

Los opositores Samuel Doria Medina (UD)y Jorge Quiroga (PDC) reconocieron, por separado, el triunfo de Morales y se comprometieron a continuar trabajando en la consolidación de un bloque opositor.

Para muchos analistas el triunfo arrollador de Morales fue consecuencia de las buenas condiciones macroeconómicas. Por ejemplo el producto interno bruto (PIB) de Bolivia pasó de $ 9.525 millones en 2005 a $ 30.381 millones en 2013, y el PIB per cápita saltó de $ 1.010 a $ 2.757 entre ese mismo lapso.  

En el pasado, el 82% de la renta de gas y de petróleo en Bolivia estaba en manos de las transnacionales. Luego de la llegada de Morales al poder, la mayor parte se queda en el fisco.

La extrema pobreza  bajó del 39% en 2005 al 18% en 2013, y existe la meta de erradicarla por completo hasta 2025.

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