Entrevista
“El 11 de septiembre es la fecha más triste y oculta de Chile”
Ismael Oddó es una de las voces jóvenes más respetadas y lúcidas en Chile. Integrante de Quilapayún, entre las agrupaciones folclóricas más emblemáticas del tiempo de la Unidad Popular de Salvador Allende, vivió el exilio en Francia durante la dictadura de Augusto Pinochet y luego, a comienzos de los 90.
Luego atravesó el reencuentro con un Chile más democrático, pero con muchos claroscuros. Oddó tuvo que enfrentar la difícil tarea de reemplazar a su padre en los “Quila”, cuyo director artístico fue nada menos que Víctor Jara. En esta entrevista con EL TELÉGRAFO, Ismael Oddó —que acaba de publicar su segundo disco solista que lleva por título Ecce Homo— entrega su visión del Chile de hoy, a 42 años del quiebre de la democracia allí.
En las últimas semanas, la ‘agenda’ de derechos humanos se ha transformado en uno de los principales temas de discusión en el Gobierno. Hasta ahora hay unos mil casos pendientes en la justicia. ¿Por qué este tema aún es una herida abierta en Chile?
Creo que una de las mayores carencias desde el retorno de la democracia es la falta de voluntad política en la condena ejemplar a criminales en materia de DD.HH. Ningún gobierno ha querido tomar ese riesgo. La transición significó para la Concertación tener que gobernar teniendo a Pinochet como Comandante en Jefe del Ejército, presencia disuasiva para llegar a lo que el mundo civil llamó Verdad y Justicia. Al contrario, durante los años noventa el país se enfocó en prosperar económicamente y cultivar el olvido. Se adoptó una política de acuerdos, conciliadora basada en la profundización del modelo neoliberal heredado de la dictadura. Con el tiempo, el silencio ha perdido fuerza, las cosas son dichas por su nombre y cuando no, el repudio es masivo.
Muchos chilenos suelen decir que Chile “debe mirar hacia el futuro y dejar atrás el pasado”. ¿Cómo el 11 de septiembre todavía les marca como sociedad?
Sin duda es una marca indeleble, en la memoria, en nuestros corazones y en nuestras conciencias. Es una fecha que aún provoca divisiones y que simboliza lo peor que pudimos sufrir como país, un golpe de Estado acompañado de una larga y despiadada dictadura hecha de persecuciones políticas, torturas, desapariciones, exilios, etc. Un sistema de vida que modificó la confianza en todo, desde las instituciones, las personas, etc. Por suerte, es cada vez más minoritaria la gente que justifica la barbarie por la implementación de un sistema económico y también de a poco, la sociedad civil ha recuperado espacios de opinión y ha ocupado un lugar que los partidos políticos en los noventa no pudieron absorber ni representar del todo. La generación nacida durante los noventa también se ha dado cuenta por su lado de las carencias de representatividad, de la visión mercantil de país que los sucesivos gobiernos han fomentado y de todo lo que amarró la Constitución de Pinochet que aún rige en Chile, desde la educación, la salud pasando por la vivienda. El 11 de septiembre es la fecha más triste y oculta en Chile y arrastra hasta el día de hoy lo peor de nosotros.
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¿Crees que aún hay un pacto de silencio en las Fuerzas Armadas para no entregar información sobre los desaparecidos?
Parece ser bastante obvio. La verdad sobre el tema de DD.HH. ha ido apareciendo en los últimos años. Revelar desde las Fuerzas Armadas la verdad sobre la suerte que corrieron miles de chilenos compromete a su alto mando, su total falta de transparencia y su miedo a ser llevados a la justicia por lo que conocemos y por lo que desconocemos. Lo positivo es que hay quienes se están arrepintiendo y el peso de su conciencia no los deja tranquilos.
Para muchos jóvenes el 11 de septiembre es algo lejano, ajeno; lo mismo la figura de Salvador Allende, ¿por qué? Incluso el 21% de los chilenos justifica el golpe.
Creo que deben pasar generaciones completas para que finalmente se instale sin ambigüedad la idea que la dictadura militar (1973-1990) es uno de los episodios más nefastos de la historia de Chile y la región.
En otro plano, ¿cómo ha logrado mantenerse vigente un conjunto tan emblemático como Quilapayún?
Es necesario poder conversar con la gente, sus realidades, en los tiempos en que las antiguas definiciones políticas son difíciles de mantener porque el mundo es sencillamente otro. Por una parte, la vigencia nos la da la gente, los jóvenes ávidos de transformaciones en el funcionamiento de la sociedad, los que aún esperan y sueñan con un mundo más justo, los que luchan por ese sueño. Y por otra parte, los tiempos que vivimos también permiten que el canto de Quilapayún aparezca entonces como la expresión más comprometida y sobreviviente de la época en la que se alcanzaron a realizar esos cambios en virtud de una equidad mayor entre compatriotas. Dentro del funcionamiento interno, permanecen modos de trabajo que Víctor Jara le imprimió al grupo en los primeros años y uno de esos principios es sacarle partido a los talentos individuales en beneficio del colectivo. Por tanto el movimiento dentro de lo creativo es permanente.
Más allá de las pérdidas significativas y desgarros como el exilio, la derrota, las muertes de Allende, Víctor Jara o la de mi padre Willy Oddó y de tantos otros amigos, no somos nostálgicos, al contrario, hay una gran dosis de optimismo por seguir adelante en la vida, en su celebración, en la creación, en la elaboración de nuestros espectáculos, en los momentos más poéticos y teatrales, dándole un respiro a la carga de muchas canciones nuestras y de nuestra historia de 50 años de trayectoria. (I)