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Ecuador, 23 de Diciembre de 2024
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La ciudad “onírica” que enfrenta dos virus

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Hay una ciudad a la que Jorge Luis Borges le imaginó una fundación mítica, que desde hace unos días conoció el silencio. Atronador silencio a lo largo y ancho de sus calles y plazas, como si se tratara de un sueño. Imágenes de una suerte de naufragio que no se traduce en ese siniestro score al que somete todo el mundo para ver quién se queda con la mayor cantidad de infectados, muertos y recuperados.

Una ciudad que lleva su habitual bullicio como una escarapela en la solapa. Al menos eso era antes del covid-19, hoy en las calles son pocos los que aceptan una foto o brindarle un testimonio a un periodista. Antonio Acosta es la excepción. Este jubilado de 83 años lleva varias horas en una fila en una sucursal bancaria en la ciudad de Avellaneda, al otro lado del Riachuelo, donde arranca el cono urbano, territorio que preocupa y mucho al gobierno de Alberto Fernández, por los crecientes niveles de pobreza y porque Argentina, viene luchando contra otro virus no menos preocupante y letal que el covid- 19. El default económico.

“Después de dos semanas nos sacan a cobrar la pensión y mirá el lío que se arma. Después viene el presidente y te dice cuiden a nuestros mayores. Hoy seguro que no cobro y tendré que volver”, aclara Acosta, de 83 años.

Hasta el viernes las encuestas mostraban que el presidente que se hizo popular gracias al manejo a tiempo de la cuarentena, a diferencia de cuando se mostró lento para encontrar las soluciones económicas que las clases medias y bajas de la sociedad reclaman desde que explotó la crisis global. “No nos queda otra opción que emitir y emitir (moneda) porque el tema de la deuda es de larga resolución y la gente no puede esperar”, observa un alto funcionario del gabinete, que pide reservar su nombre. Fernández lo escucha, pero también escucha otras opiniones de sus colaboradores, mientras la crisis de empleo y de las pequeñas y medias empresas se ahonda con el correr de la cuarentena.

Su popularidad iba bien hasta que el viernes en las multitudinarias y desordenadas filas de los bancos todo se desbocó. “Esto no será un partido de fútbol pero hay gente mayor y de mucho riesgo”, explicó Nancy Saravia, de 63 años. De ahí que el mandatario, cuestionará al presidente del Banco Central, Miguel Pesce, por la falta de planificación. “Nos vimos superados”, admitió el funcionario.

Durante el día Buenos Aires está muda. En las noches, se desatan los aplausos para los trabajadores de la salud y luego los cacerolazos para exigir a los políticos que se bajen el salario.

Pero el Jefe de Estado solo se dedica a una de las crisis que azota al país y que hasta la mañana de ayer contabilizaba 1.451 infectados, 44 muertos y 280 recuperados. En las encuestas, según un estudio de Giacobbe y Asociados, la imagen presidencial pasó del 37,7% al 67,8%. Mientras que el 80 % de los consultados respalda la idea de prolongar la cuarentena, algo que los representantes de la Cámara Argentina de Comercio pidieron al mandatario que la flexibilice para evitar “las quiebras en masa”.

Con esos números es obvio que para Fernández la economía puede esperar. Pero la situación social se parece cada vez más a una bomba de relojería.
Gastón y su novia viven literalmente en la calle y la cuarentena les complicó aún más sus días, ya que ni los comedores populares funcionan.

Los militares y policías controlan los barrios más urgidos de todo, donde la cuarentena se relaja. La tensión crece pero por el momento, nada se salió de su cauce, salvo los pensionados en los bancos, que mostró cierta lentitud de reflejos en un Gobierno que se encontró a sí mismo, con la crisis, ya que desde su posesión el pasado 10 de diciembre, no daba indicios de poder arrancar.

Pero es en las noches de balcón a balcón donde se avizora la grieta que caracterizó a la sociedad argentina desde hace años. Los que lo apoyan todo, y los que le cuentan las costillas al gobierno se enfrentan con insultos y cánticos. Es una muestra de que el encierro caldea los ánimos sociales, en un país que lucha contra dos pandemias al mismo tiempo, la del covid-19 y contra su pesada herencia económica, en un contexto de crisis global.

No faltan los que comparan la situación actual con la de otro abril para el infarto. El de 1982 durante la Guerra de Malvinas. Las situaciones son históricamente distintas pero desde el Gobierno colaboraron ya para abonar esa figura. Llamando ayer a una Teletón para recaudar fondos, muy similar a la que en mayo de 1982 la dictadura llevó adelante y terminó en un escándalo al unísono de la derrota en las islas. Tal vez conscientes de que una de las pasiones nacionales es repetir los hechos históricos. Por eso Buenos Aires, por estos días, se parece mucho a una ciudad de otro mundo. Del mundo de lo onírico. (I) 

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