Cierre de Guantánamo, la promesa que Obama olvidó
Washington.-
Fayez al-Kandari, matrícula 552, está hace cerca de once años en las celdas de Guantánamo, entre la “esperanza” de ser liberado algún día y el sentimiento de “abandono”: el kuwaití evoca su “agonía” en una “jaula para animales”, la “brutalidad” de los primeros días y su búsqueda de la justicia.
“Cada vez que mi abogado viene a visitarme a Guantánamo, mi primera pregunta es: ¿has encontrado justicia para mí hoy?. Y él responde cada vez con tristeza: Desgraciadamente, Fayez, no te traje la justicia”, declara en una entrevista con la AFP.
En este diálogo no censurado por las autoridades militares, grabado el martes y transmitido por correo electrónico por su abogado militar, el coronel Barry Wingard, este kuwaití de 34 años cuenta su vida diaria en la prisión de la base estadounidense de Guantánamo, en la isla de Cuba.
Fayez al-Kandari aterrizó en mayo de 2002 en tierra cubana y por eso no figura entre los primeros en haber sido encarcelados hace exactamente 11 años. Pero al igual que los otros 165 actualmente detenidos en Guantánamo, su agonía comenzó el día de su llegada, “drogado, con la cabeza cubierta por una bolsa”.
Detenido en Afganistán en diciembre de 2001, a donde alega que viajó en misión de caridad, para Washington es sospechoso de ser un miembro activo de la red terrorista Al Qaeda, asesor y confidente de Osama bin Laden y acusado de haber redactado documentos de propaganda que homenajeaban a los piratas del aire responsables de los atentados del 11 de septiembre, según la ficha del Pentágono.
Recién seis años después de su llegada a Guantánamo fue acusado de ayudar en un “complot para dar apoyo material a una organización terrorista”, pero los cargos fueron retirados en junio de 2012.
Forma parte de los cuarenta detenidos de la base considerados demasiado peligrosos para ser liberados, pero que no pueden ser llevados ante la justicia por falta de pruebas.
Fayez señala que fue interrogado más de 300 veces durante los primeros días de su detención, atado al suelo de la sala de interrogatorios, a veces durante más de 36 horas, le arrojaron agua helada sobre su cuerpo desnudo, con perros ladrando en la habitación. Luego “los sufrimientos se fueron haciendo menos físicos. Pero las salidas de las celdas, los insultos racistas, injurias religiosas y las persecuciones mezquinas se hicieron frecuentes”, agrega.
Hoy “hay una relativa paz y un respeto mutuo”, dice. Pero se siente “abandonado” por el presidente estadounidense Barack Obama porque no ha clausurado Guantánamo, como prometió. “Ya no creo en la clausura inminente de la prisión” menciona y acusa al mandatario de haber “agregado el insulto a la herida” al firmar la ley de defensa nacional, que prohíbe financiar el traslado de los detenidos.
En 2009, cuando Barack Obama asumió su primer mandato, ordenó el cierre de la prisión indicando que la consideraba “una mancha” para la imagen de Estados Unidos.
Cuando faltan 10 días para asumir su segundo período, la prisión sigue vigente y activa; lo que amplía la cadena de críticas hacia el gobernante norteamericano. A pesar de las protestas unánimes de las organizaciones de defensa de los derechos humanos, que indican que dentro del recinto se practican torturas, Obama finalizó su primer mandato de cuatro años en la Casa Blanca firmando una ley de presupuesto de Defensa, sin precisar qué se hará con la prisión.
Un detenido en Guantánamo tiene un costo de $800.000 por año, según una estimación de la administración Obama, mientras que una encarcelación en una prisión de alta seguridad en Estados Unidos cuesta 34.600 dólares anuales.