La duda, la gran incógnita de la segunda vuelta del próximo 15 de diciembre en Chile, no es por cuánto ganará Michelle Bachelet, sino de qué manera se impondrá frente a su rival de derecha, Evelyn Matthei.

Para el balotaje se prevé una importante abstención, incluso más alta que la primera vuelta, en la que la socialista consiguió un 46,6%, frente a un 25% de la abanderada del oficialismo. Ese día votaron apenas 6,6 millones de chilenos de un padrón de 13,5 millones.

Estas han sido las primeras elecciones en que el voto no es obligatorio, pero aquello ya está siendo cuestionado por el bajo número de votantes que acudió a las urnas. En las filas de la Nueva Mayoría, el pacto de Bachelet, se teme que aunque el triunfo sea holgado, el porcentaje de votos resulte poco representativo. Y para llevar a cabo las reformas la exmandataria necesita un contundente apoyo.

En Chile nadie cuestiona que Bachelet tiene ganada la carrera, pero por lo mismo a su campaña se le ha hecho difícil entusiasmar al electorado. En los últimos días la líder de la Nueva Mayoría ha transmitido la idea del “cambio”, mientras que su rival ha propuesto “continuidad” y estrenó un nuevo eslogan de campaña: “Sí se puede”.

Además, Matthei ha dicho que ella representa el modelo de Ángela Merkel y que Bachelet sería “la Alemania del Muro de Berlín”.

Pero en el debate radial que ambas sostuvieron el viernes, a Matthei se le hizo ver que Merkel ha formado una coalición de izquierda, similar a la Nueva Mayoría, y que en Alemania hay educación gratuita y se cobran altos impuestos, dos materias a las que ella se opone.

Bachelet ha generado grandes expectativas precisamente con sus promesas de educación gratuita y de cambiar la Constitución de Augusto Pinochet posiblemente a través de una Asamblea Constituyente.

Pero al mismo tiempo existe resignación y distancia en cuanto a si podrá concretar su programa. Por eso, aunque muchos respaldan a Bachelet porque estiman que es mejor alternativa que Matthei, no necesariamente irán a votar el próximo domingo.