Argentinos realizan compras comunitarias para sostener la economía del hogar
La llovizna es cada vez más intensa, pero a la gente no le importa mojarse. Camina entre los pasillos sucios y cruza los espacios al aire libre para pasar de un módulo a otro sin prisa, arrastrando consigo el agua sucia y el barro pegado a su calzado.
Miles de personas visitan cada día el Mercado Central de Buenos Aires, el centro de acopio de la capital argentina ubicado en la localidad bonaerense de Tapiales, a la vera de la autopista que lleva al aeropuerto internacional de Ezeiza. El motivo es simple: ganarle la batalla a la inflación y a la severa crisis comprando productos de primera necesidad a precios económicos y con diferencias sustanciales a los que ofrecen los grandes supermercados.
En esa enorme mole que alberga a cientos de puestos de frutas, verduras, carnes, lácteos, productos de almacén y hasta ropa, se puede adquirir incluso mercaderías al por mayor. Esta alternativa dio paso a las compras comunitarias -o entre un pequeño grupo- que permiten un alivio sustancial al bolsillo. Todo sea para que el magro salario llegue a fin de mes.
EL TELÉGRAFO acompañó a este mercado el domingo pasado en la mañana a un grupo de vecinos de la localidad bonaerense de San Martín, en la periferia oeste de la capital. Este enorme centro de acopio abastece a todos los comercios -ya sea grandes o pequeños- de Buenos Aires y sus alrededores, donde viven más de 12 millones de personas. Se trata de un terreno de 540 hectáreas, 210 de las cuales están dedicadas a la comercialización frutihortícola.
Rubén, Fabián, Julio y Alfredo son cuatro amigos que decidieron hacer una compra conjunta por primera vez. “La cosa está fea y hay que empezar a ahorrar en las compras. Entre los tarifazos en la luz, el agua y el gas y la inflación del 40% anual no alcanza para nada. Y si compramos al por mayor y nos dividimos la mercadería nos ahorramos unos cuantos pesos”, cuenta Julio.
El grupo llega en un solo automóvil a las 10:00. El primer inconveniente es estacionar. La mayoría de los lugares está ocupado y hay que buscar con paciencia un puesto vacío cerca de una de las numerosas naves en que está dividido el mercado. Aquí llama la atención que los vehículos, en su mayoría, son viejos. No hay autos de alta gama o cero kilómetros, una señal inequívoca de que los usuarios vienen de las periferias más postergadas.
Ya adentro, se hace difícil caminar por entre los pasillos donde se suceden uno tras otro los distintos puestos. La cantidad de gente que busca ofertas es enorme.
“Siempre vino mucha gente, pero ahora vienen cada día más”, asegura Alejandro, uno de los vendedores de frutas.
La mayoría de los usuarios forma parte de esa enorme masa trabajadora de la periferia de la capital. Son gente humilde, necesitada y que está siendo afectada por una oleada de despidos en el sector privado y en la administración pública desde la asunción del presidente Mauricio Macri, en diciembre pasado. Solo en la construcción, un sector que alimenta a las clases más postergadas de la sociedad argentina, se perdieron 50.000 puestos de trabajo. Pero también comienzan a verse rostros inconfundibles de clase media -hijos y nietos de inmigrantes europeos que llegaron al país austral en el siglo XX- que se mezclan con rasgos mestizos de las capas más pobres y necesitadas y que son mayoría en este mercado.
En solo 10 minutos, los cuatro amigos de la barriada obrera de San Martín ya compraron bolsas de 20 kilos de papas, batatas (papa dulce o boniato), cebolla, zanahorias, calabazas, naranjas y tomates. Un ‘changarín’ -como se conoce al que traslada la mercadería en un carrito con ruedas- lleva al automóvil las compras.
“La diferencia de precios es increíble. Nos estamos ahorrando entre 30% y 40% con este tipo de compras”, dice Fabián. Pero el periplo no termina allí. Los amigos hacen compras minoristas por su cuenta o se dividen en grupos de a dos para aprovechar las ofertas. “Compramos dos kilos de bananas a 20 pesos ($ 1,37). En mi barrio un solo kilo cuesta 30 pesos ($ 2,05)”, tercia Rubén.
Las ofertas se suceden. Las bolsas se llenan con productos que ayudarán a alimentar a una familia de cuatro integrantes por al menos 10 días. Lácteos, pescados, panes y productos de almacén completan la faena. “Un kilo de merluza a 70 pesos ($ 4,82) significa un ahorro de 20 pesos ($ 1,37) en relación a la pescadería de mi barrio”, comenta Alfredo.
Las filas son tan largas en las carnicerías que los cuatro amigos deben irse sin comprar carne, el alimento infaltable en la mesa de los argentinos y que viene cayendo en el consumo diario de manera alarmante ante los fuertes aumentos de precios. La Cámara Argentina de Carnes afirmó que el consumo cayó a su nivel más bajo en cuatro años. En el primer cuatrimestre de 2016 el retroceso fue del 5,2% en relación al mismo período del 2015. En concreto, en los primeros cuatro meses de este año se consumieron 3,2 kilos menos por habitante que en igual lapso del año pasado (59,4 kilos contra 56,2 kilos). Se estima que el precio de la carne aumentó en promedio 40% en los últimos 5 meses.
Tres horas después de su llegada, los cuatro amigos emprenden la retirada con el auto colmado de cajones y bolsas. No cabe un alfiler. Ahora viene la parte más difícil: dividir el ‘botín’. La casa de Alfredo es el lugar elegido. Allí hay dos balanzas pequeñas que sirven para repartir en partes iguales la mercadería.
“La verdad, es muy barato. Todo. Vale la pena”, dice Carmen, su esposa, que espera a los amigos con un mate amargo, la infusión más tradicional del Río de la Plata.
La repartición equitativa dura poco más de una hora entre bromas, críticas a Macri y la promesa de repetir la odisea en tres semanas. Al partir, la casa de Alfredo se parece a una verdulería cuando cierra después de 10 horas de trabajo. A la familia le espera otra hora de limpieza.
Los demás se suben al auto de Fabián y van bajando cada uno en su casa. “Lo único que tengo que agradecerle a Macri es que logró juntarnos un domingo. Por lo demás, todas son malas noticias para el laburante (trabajador). Así se hace muy difícil vivir”, concluye Fabián. (I)
La Cámara de Diputados aprobó ley antidespidos
El resultado estaba cantado desde el inicio de la sesión, de casi 18 horas. Pero en el tablero electrónico de la votación se reflejó una sorpresa de último momento. La Cámara de Diputados sancionó, a las 5:46 de ayer, la ley antidespidos, con 147 votos a favor, 3 en contra y 88 abstenciones, casi todas del oficialismo.
La postura de Cambiemos fue decisiva en el resultado final y obedece a una estrategia para precipitar el veto del presidente Mauricio Macri y ponerle así un punto final a la discusión sobre la emergencia laboral, un debate que daña al Gobierno. El mandatario tenía previsto vetarla ayer mismo, en la Casa Rosada. El Congreso no podrá insistir porque la oposición no cuenta con los dos tercios necesarios en la Cámara de Diputados.
La sorpresa fue el respaldo contundente que logró el dictamen de mayoría, impulsado por el Frente para la Victoria (FPV) y el Bloque Justicialista, que proponía sancionar sin cambios el proyecto votado en el Senado, el mes pasado. El texto dispone la prohibición de suspensiones y despidos por 180 días y, ante una desvinculación, le da la posibilidad al empleado de reclamar ante la justicia su reincorporación inmediata o el pago de una doble indemnización.
Pese a los enfrentamientos de las semanas previas, lo terminaron votando todos los sectores de la oposición en diputados, incluso el Frente Renovador que antes se oponía: un triunfo del kirchnerismo y un fracaso de Sergio Massa. (I)