Macri le deja a Fernández una Argentina en miseria
En 2015 Mauricio Macri fue recibido con esperanza por sus 12’997.937 votantes, ilusionados con un gobierno moderno, diferente a la política tradicional que siempre llevó las riendas del poder en Argentina. Lo eligieron porque estaban cansados de una década de gobiernos kirchneristas, a los que muchos asociaban con excesiva intervención estatal, restricciones cambiarias y corrupción.
Llegó al poder con el compromiso de desactivar la inflación y reducir la pobreza a cero. Pero la voluntad política de su gobierno no alcanzó y se marcha dejando 16 millones de pobres y más de dos millones de desempleados.
Además, deja al país embarcado en una descomunal deuda con el Fondo Monetario Internacional (FMI), más de $ 56.000 millones.
“Lamento no haber podido ofrecer mejores resultados en estos años. Nos chocamos contra la misma piedra de tantas décadas en la vida de los argentinos: el dólar. Con cada suba del dólar venían después la inflación y el aumento de la pobreza”, dijo Macri en su último informe a la nación.
Admitió que durante su gestión la deuda pública creció de $ 240.000 millones a $ 310.000 millones, pero dijo que esta se contrajo para pagar vencimientos de deuda tomada en gobiernos anteriores, incluido el 95% de los préstamos concedidos desde 2018 por el FMI.
En medio de una profunda devaluación del peso, que perdió un 82% de su valor respecto al dólar desde 2015, el año pasado Macri acudió al organismo al que se responsabiliza del estallido social que vivió Argentina en 2001, por las políticas de ajuste que exige como condiciones para conceder los préstamos.
En este contexto, el peronista Alberto Fernández, que asumirá mañana la presidencia de Argentina, enfrentará un complicado escenario económico marcado por la elevada deuda pública, una frágil moneda nacional, la subida constante de los precios de víveres y la escalada del desempleo y altos niveles de pobreza.
Uno de los principales retos que afrontará será la renegociación de la deuda, tanto con los acreedores privados como con el FMI.
Rosendo Fraga, director del Centro de Estudios Nueva Mayoría, considera que “cerrar la grieta no será fácil”. Además, estimó que “las cosas ocurren a gran velocidad” por lo que llegarán diversos desafíos a Fernández.
En diálogo con El Cronista, Fraga en primer lugar señala que un acierto en la política exterior sería una condición necesaria pero no suficiente para encauzar la economía.
Por otro lado analizó que las elecciones definieron quién gobernará durante cuatro años, pero no quiénes serán los líderes de las dos grandes coaliciones. “Macri quiere ser jefe de la oposición, pero Rodríguez Larreta tiene un territorio importante, está el papel de los radicales, veremos qué pasa”, mencionó.
El peronismo regresa
Lo que sí está claro es que la dos veces presidenta Cristina Fernández regresa al poder, pero esta vez no como jefa de la Casa Rosada sino como vicepresidenta del Gobierno de Fernández y como titular del Senado.
Cuenta con sobrada experiencia en el Congreso: cuatro años como diputada y seis como senadora. Siempre sobresalió como oradora y ahora, como titular del Senado, volverá a tener un estrado desde donde hacerse escuchar.
“Va a usar ese atril para manifestar sus ideas, sus posiciones”, dijo el analista Patricio Giusto, de la consultora Diagnóstico Político.
El regreso al poder del peronismo también marcará un giro en la política exterior de Argentina, cuyos principales socios económicos son Brasil y Estados Unidos. El papel de Washington será fundamental en la renegociación con el FMI, ya que es el principal accionista de este organismo.
Con la excepción de México, que fue el destino elegido por Fernández para su primer viaje al exterior como presidente electo, el entorno regional es claramente adverso dominado por gobiernos conservadores.
En un contexto de alta volatilidad internacional, fuerte inestabilidad regional y ante el delicado escenario por el que atraviesa la economía argentina, en opinión del analista Juan Gabriel Tokatlian, el pragmatismo en política exterior “va a ser el ADN del gobierno” de Fernández.
Tokatlian consideró que la región está ahora huérfana de liderazgos visibles y que “Argentina no tiene hoy las condiciones de llenar ese vacío en buena medida por la vulnerabilidad nacional”.
Por su parte, Felipe Solá, futuro canciller, señaló que “hay que desideologizar las relaciones” exteriores.
“Desideologizar las relaciones no implica perder identidad. La nuestra está clara, pero no la pondremos adelante de manera que nos impida relacionarnos con otros. Una política exterior seria necesita identidad, pero sobre todo logros en las relaciones diplomáticas”, añadió.
Otra de las prioridades será reconducir las relaciones con el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, quien criticó la victoria de Fernández, se negó a felicitarlo y no asistirá a su investidura.
Bolsonaro, quien ha llegado a calificar a Fernández de “bandido de izquierda”, alertó que el Mercosur, bloque integrado por Brasil, Argentina, Uruguay y Paraguay, “no puede aceptar retrocesos ideológicos”. (I)