Las autoridades toman precauciones
La clasificación deja una huella violenta en Colombia (Galería)
“Es mejor que eliminen a Colombia a que la gente se siga matando por sus triunfos en el mundial de fútbol”. Así, de forma categórica, el sicólogo Armando Ospina analiza la violencia que se ha vuelto costumbre en Colombia cuando los triunfos de la selección inundan de felicidad a gran parte de los ciudadanos, y más ahora que el equipo de José Pékerman está en cuartos de final.
Ospina, consultado por EL TELÉGRAFO, en una de las calles de Bogotá sostiene que “mientras una parte de la población celebra los triunfos, otra parte vive encerrada en sus casas rezando para que no haya más muertos ni más violencia por culpa de las celebraciones exacerbadas, desbocadas”.
Así como la selección de fútbol viene cosechando éxitos, en las calles de alguna ciudad colombiana, principalmente en Bogotá, los muertos y heridos abarrotan las estadísticas de las morgues y hospitales. “Lo que están generando entre los colombianos es que ya se le esté cogiendo odio o fobia al fútbol. La gente ya está cansada que una minoría de violentos aproveche este deporte como excusa para pegarle al vecino, matar al que lo mira mal o al que no celebra con ellos. Esos violentos creen que esa es una de las formas de desfogarse, de sacar ese diablo que tienen dentro”, asegura el sicólogo.
Al hablar de ese odio al fútbol en este país coincide con lo que en algún momento dijo el escritor y poeta argentino, Jorge Luis Borges, cuando no ocultó su odio hacia este deporte y la razón de su éxito en todo el mundo: “el fútbol es popular porque la estupidez es popular”.
Precisamente, hoy en Colombia y en el mundo entero se preguntan, ¿cuál es la estupidez de la gente de hacerse matar o asesinar a otro por culpa de un partido de fútbol?”.
Desde que empezó el Mundial de Brasil y en los partidos que ha ganado Colombia han muerto 17 personas. “Si a ese ambiente se le añade la mezcla del alcohol con drogas, entonces tenemos un coctel explosivo que puede reventar contra cualquier cosa, personas, vehículos, vitrinas de almacenes, casas, transporte. Eso es lo que está sucediendo en las calles”, dice Ospina.
Esa condición extrema puede ser la explicación para que transcurridos cuatro partidos de la selección, y a pesar de las medidas que se han implementado por parte de los gobernantes regionales, nacionales o departamentales, como la prohibición de la venta de alcohol, el incremento de las multas a los motociclistas y el aumento en la presencia de policías en las calles, no se pueda controlar a las turbas que despliegan su violencia en cada esquina de las ciudades.
En Bogotá, el alcalde Gustavo Petro, que está de vacaciones por estos días, trinó en su Twitter, contradiciendo a la policía luego del triunfo de Colombia sobre Uruguay el pasado sábado. Petro dijo que “es muy malo el balance de celebración del partido en Bogotá. En hospitales murieron 8 personas”.
La policía había dicho que “hay que ahondar en las causas de las muertes que hubo en Bogotá, pero por la celebración del partido no tenemos reporte de homicidios. De los que murieron ninguno tenía camiseta de la Selección, como para decir que fue por eso”.
El comandante de la Policía Metropolitana de Bogotá, Humberto Guatibonza, dijo que “todos los días mueren personas en Bogotá por diferentes causas. Hubo 4 ayer y según el reporte: uno fue por sicariato, otro por discusión familiar, uno más por ajuste de cuentas y otro por atraco”.
Sin embargo, por los antecedentes que ya acostumbran a arrojar esta clase de celebraciones, hay muchas dudas sobre la información de la policía. Un ejemplo de ello es que un aficionado sacó una pistola y disparó al aire en una barriada del sur de la capital. El resultado: una persona muerta por “bala perdida”, y otra que se debate entre la vida y la muerte en un hospital.
Otro hecho: una semana antes, el sábado 10 de junio, Colombia entera saltó de júbilo cuando la selección le ganó a Grecia 3-0 en el primer partido en un Mundial en 16 años. Al otro día, el balance era dramático. Las autoridades de la capital contabilizaron nueve muertos (en un día promedio hay cuatro homicidios en Bogotá) y 110 heridos, 42 de ellos con cuchillo y 15 con arma de fuego. En esa oportunidad, Petro dijo por twitter: “celebración del Mundial dejó 3.000 riñas, 9 muertos. Así no es”.
A su vez, el ministro del Interior, Aurelio Iragorri, dijo que “no podemos seguir celebrando goles y enterrando muertos”.
Este saldo mortal devuelve a la memoria cuando Colombia le ganó en 1993 a Argentina por 5 a 0.
Este ha sido el partido más célebre de la historia del fútbol nacional. Y la celebración más letal: 76 muertos -la mitad de ellos en Bogotá- y 912 heridos. Una página tan memorable para el deporte como negra para la historia de la violencia colombiana.
El aniversario de Millonarios no escapó del caos
¿En qué lugar del mundo el cumpleaños de un equipo de fútbol emblemático lleva a que los hinchas secuestren a punta de cuchillo un autobús de transporte público y emprendan un paseo delirante por media ciudad hasta que los interrumpe la Policía?
Si la descripción parece fantástica, Bogotá la hizo realidad el pasado miércoles 18 de junio, durante la celebración del cumpleaños número 68 del club Millonarios, el equipo que más campeonatos ha ganado en el torneo rentado profesional.
Parte de los hinchas azules que desfilaron por el centro y otras zonas de la capital celebrando el aniversario de su equipo acabaron protagonizando escenas de vandalismo y de violencia que tomaron a TransMilenio -el sistema de transporte masivo- como blanco. Numerosas vías fueron bloqueadas.
Once buses fueron averiados. La fotografía del articulado rojo, símbolo de modernidad y cultura ciudadana de la capital colombiana, tomado por los hinchas, que circuló en redes sociales, parecía sacada de una de esas películas del futuro en el que reina el caos.
El saldo de ese día: 42 heridos y 250 detenidos. Por fortuna, no hubo muertos. Así lo contemplan los reportes oficiales que se difundieron un día después.