Buenos Aires amanece cada día nerviosa. Su gente se levanta, se abriga, va al trabajo o a la escuela, pero solo habla de fútbol. En las oficinas o en los bares. Es lo mismo.

Solo se habla de fútbol. Si el ‘Kun’ Agüero está para jugar, si el ‘Fideo’ Angel Di María va a ir de entrada tras su lesión o es mejor dejarlo a Enzo Pérez, su reemplazante y figura ante Holanda; si Gonzalo Higuaín volverá a aparecer como contra Bélgica; o si Lucas Biglia es lo mejor que le pasó al medio campo. Todo es debate, pero todo es alegría.

Más allá del resultado de la final de mañana, Argentina ya ganó su Mundial. Aunque pierda nadie olvidará a estos 23 jugadores que lograron lo que hasta hace poco parecía imposible: unir a los argentinos.

Los goles los gritan todos por igual. Kirchneristas o furiosos anti-kirchneristas se abrazaron el sábado tras el último penalti convertido por Maxi Rodríguez en el 4-2 sobre Holanda. Hoy dejaron de lado los insultos y las divisiones. Las familias volvieron a reunirse en la mesa del fútbol. Todos están detrás de Mascherano, de Messi y de Romero. Todos se encolumnan detrás del técnico Alejandro Sabella.

Si la selección gana, los argentinos saldrán a las calles a festejar unidos. Y si pierden, también. Como en el Mundial 90, cuando la gente salió a la calle a respaldar al equipo a pesar de la derrota 0-1 ante Alemania. El papa Francisco seguramente no rezará el domingo para que gane Argentina. Un Papa está más allá de estas cosas terrenales. Pero el lunes, tras la resaca de la victoria o la desazón de la derrota, un pensamiento general invadirá al país: que la política no desuna lo que el fútbol ha unido.

Los argentinos están eufóricos. Los que están en el país y los que están en Brasil. Se calcula que unos 100.000 estarán en Río de Janeiro mañana, con o sin entrada en mano para ir al Maracaná. Diego Maradona, comentarista del programa ‘De Zurda’ que transmite Telesur, abandona su traje de analista y se deja llevar por los periodistas que lo reciben en el Centro de Transmisión del Mundial (IBC) de Río de Janeiro al grito de ‘Maradona es más grande que Pelé’. ‘El Diego’, como lo conocen sus compatriotas, sonríe, se saca fotos y hasta dirige el coro. Los argentinos lo aman y nunca se olvidarán de él. Y él lo sabe y disfruta todas esas muestras de afecto y cariño.

La final de mañana será otra vez entre 2 polos opuestos. Entre el rico y el pobre. Entre el poderoso que digita el rumbo de la Unión Europea y el oprimido que lucha por quitarse las cadenas que le pasaron por el cuello durante décadas. Pero en el fútbol todo es distinto. Todo puede pasar. Aquí ‘Leo’ Messi tiene el poder en su zurda.