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Más ingresos y menos impuestos mueven el espectáculo

El concierto de Metallica reunió a más de 35 mil espectadores. Foto: Marco Salgado/El Telégrafo
El concierto de Metallica reunió a más de 35 mil espectadores. Foto: Marco Salgado/El Telégrafo
05 de mayo de 2014 - 00:00

A sus 70 años, Antonio Betancourt vio por primera vez a Paul McCartney en un concierto en vivo. Pagó $ 1.400 por su entrada y la de 12 familiares (entre 12 y 41 años) que acudieron con él al show en el estadio Casa Blanca de Quito. El dinero no fue un obstáculo para acudir a este evento sin precedentes

Expertos coinciden en que varios factores configuran un nuevo momento para la industria cultural en el país y específicamente para los espectáculos musicales. Entre ellos, una clase media más robusta que puede satisfacer más necesidades que simplemente las básicas y, por otro lado, incentivos del lado de la reducción de impuestos para hacer inversiones en las ramas de la industria del entretenimiento, el arte y la cultura.

En 3 meses, Ecuador recibió a artistas de primera categoría, algo que no había ocurrido antes en el país. Elton John, Metallica y Paul McCartney visitaron el Ecuador por primera vez en su larga trayectoria (incluso se podría decir que en el final de su trayectoria). Estos músicos se presentaron en febrero, marzo y abril, respectivamente, y constituyen la muestra más representativa de una variada oferta musical (ver gráfico 1) que llegó en estos meses.

Para Betancourt, como para otros miles de espectadores, el costo de los ingresos se financia a través de la tarjeta de crédito. Sorprende saber que en los conciertos de McCartney y de Metallica, las entradas más de mayor costo ($ 500 y $ 225, respectivamente) fueron las que primero se agotaron. “Tenemos una economía aceptable y podemos pagar sin problema (...). Siempre quisimos que vengan (artistas como Paul McCartney), pero era muy caro (ir a otros países) o nunca nos imaginamos que vendrían”, señaló Betancourt mientras esperaba para ingresar al show.

 

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Menos impuestos

 

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“Todos los empresarios estamos de acuerdo en que el Gobierno ha dado un paso muy positivo ayudándonos a recortar algunos impuestos innecesarios porque de esa forma se incentiva a las empresas. Este tipo de inversión es riesgosa, no todo el mundo gana”, aseguró Andrés Valencia, exmiembro del grupo Los Duques y gerente de Prosonido, empresa trajo el show de McCartney al Ecuador. “Antes nos tocaba trabajar solamente para pagar impuestos. Si ganábamos o perdíamos, igual nos tocaba pagar”, agregó.

Valencia enumeró lo que antes debía cancelar por concepto de impuestos: 5% para la Sociedad de Autores y Compositores, 22% al Servicio de Rentas Internas (SRI) sobre el costo del contrato del artista, 3% de Impuesto a la Renta, 10% al Municipio, otro impuesto para el Consejo Nacional de Sustancias Psicotrópicas y otro para la Federación Nacional de Artistas Profesionales. De todos esos tributos, solo los 3 primeros se mantienen, al menos en Quito, adonde llegaron los megaconciertos mencionados. El alcalde de Guayaquil, Jaime Nebot, anunció hace poco que en esa ciudad se eliminará el 10% de impuesto a la taquilla que iba para la Junta de Beneficencia, como una forma de incentivar la gestión de espectáculos.

A escala nacional, la reforma al Código Orgánico de Organización Territorial, Autonomía y Descentralización (Cootad), publicada en el Registro Oficial el 21 de enero de este año, estableció la exoneración de pagos para todos los espectáculos públicos que antes estaba destinada solo a artistas nacionales.

Incluso, el presidente Rafael Correa atribuyó a la excesiva carga tributaria el que se organicen pocos espectáculos grandes en el país. “Echamos cálculos y al promotor artístico se le iba cerca del 52% de la ganancia en impuestos municipales y del Gobierno central. Eso es torpe. Se decía: ‘ganamos hartísima plata’, pero no sirve de nada porque no se hacían espectáculos mientras que a Perú, Colombia llegaban espectáculos de nivel mundial”, dijo el Mandatario meses antes de que se concrete la reforma al Cootad, durante un Enlace Ciudadano en julio de 2013. Los cobros de impuestos se realizaban sobre la taquilla, sin tomar en cuenta gastos de organización, montaje, etc. Algo que Correa ofreció cambiar para que los pagos se ajusten a la realidad.

Todavía no existen datos sobre impuestos durante 2014, pero en el gráfico 2 se puede observar lo recaudado por el SRI por concepto de anticipo de Impuesto a la Renta en espectáculos públicos. Lo que se podría reducir en impuestos se gana en oferta porque la idea es “atraer grandes espectáculos para el país”, indicó Correa.

No existen cifras específicas para espectáculos musicales, pero el gráfico 3 muestra que las industrias culturales en Ecuador generaron ingresos de $ 2,7 millones y 46.162 puestos de trabajo declarados en 2009, según el Censo Económico realizado por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC) en 2010. 

En el concierto de McCartney, solo Prosonido empleó directamente a 1.200 personas para 5 días y promovió la creación de un número indeterminado de empleos indirectos en otros servicios como catering, transporte, hotel y logística y entre otros, según Valencia. Todo ello muestra que una creciente industria del espectáculo tendría efectos en otros sectores de la economía e, incluso, podría impulsar el turismo. Para el concierto de McCartney llegaron fanáticos de Colombia y ciudades como Guayaquil o Cuenca.

El efecto ‘mayores ingresos’

 

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Para el concejal de Quito, Fabricio Villamar, autor de la más reciente ordenanza para mejorar la seguridad y organización de los espectáculos públicos (que está por aprobarse en el Municipio), “un lugar con moneda fuerte más una clase media numerosa hacen del país un sitio apetecible para la presentación de espectáculos”. Aunque no existen cifras disponibles y comparables sobre consumo cultural, la economista Gabriela Montalvo, experta en temas culturales, explicó que algunos datos permiten deducir que hoy en día existe más acceso a la cultura y el espectáculo por parte de un mayor número de habitantes. “Indicadores como el incremento de las producciones cinematográficas, o el incremento de la realización de espectáculos públicos dan cuenta clara de este hecho”, afirmó. A ello se suman los datos de desempeño económico del país que en los últimos 7 años creció más de 4%.

La explicación sobre un mayor acceso al entretenimiento también se puede atribuir al “incremento de la capacidad adquisitiva promedio en nuestro país. Con un ingreso per cápita que ha crecido 28% de 2009 a 2012, pasando de $ 4.237 a $ 5.425, respectivamente (según datos del Banco Mundial en 2014), es lógico que la canasta de bienes y servicios se diversifique en los hogares”, indicó Montalvo.

Añadió que, según la teoría de la Pirámide de Necesidades Humanas de Leontief, una vez que se han cubierto las necesidades vitales, las personas tienden a buscar satisfacer necesidades de orden social, cultural o incluso espiritual, consideradas como “superiores”.

“No concuerdo plenamente con estos postulados, pero es importante recalcar que, efectivamente, al tener una mayor disponibilidad de ingreso, por una mayor parte de la población que ha cubierto sus  necesidades básicas, hay una mayor posibilidad de destinar una parte de los recursos a otros bienes y servicios (...) las necesidades que se satisfacen con bienes y servicios culturales, tales como la necesidad de pertenencia, de aceptación, o incluso de afecto, son esenciales al ser humano”, señaló Montalvo.

La última encuesta de Uso del Tiempo realizada por el INEC (gráfico 4) muestra el número de horas destinadas a actividades productivas y no productivas. A las primeras se destinan en promedio semanal, casi 50 horas, mientras que a las segundas, 90. En estas últimas se podrían incluir a actividades culturales y de entretenimiento, aunque no existe información específica. Del lado de los gastos, el 5% del total de este rubro se destina a actividades culturales y recreativas (gráfico 5).

 

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La oferta cultural

Según Montalvo, actualmente se genera un “espacio” o una especie de “vacío” en la oferta cultural que se llena a través de “las expresiones más potentes del mercado con respecto a la cultura”, que constituyen el cine, la música y los espectáculos artísticos, sobre todo los conciertos. Es decir, el mercado y el capital aprovechan ese “espacio” para promover ciertas lógicas. Es el caso, por ejemplo, del ‘boom musical’ que se evidencia en la producción masiva de intérpretes creados a partir de programas televisivos de concurso como los que se transmiten actualmente con gran audiencia (Yo me llamo, La Voz, Ídolo, etc.). 

“Si no se da un vuelco en la política pública de fomento a la producción artística y a las expresiones culturales diversas en el país, con especial énfasis en su promoción, distribución y circulación, asegurando el acceso masivo del público, ese lugar va a ser ocupado, como ya lo está siendo, por las producciones que sí tienen ese impulso”, puntualizó Montalvo.

El Estado cumple ahí un papel fundamental al involucrarse en todo el circuito desde el financiamiento de una producción hasta su llegada al público. Pero puede ir más allá y generar incentivos al consumo cultural. En Brasil, por ejemplo, el Gobierno creó un programa para ampliar el acceso a la cultura, denominado ‘Vale Cultura’, que permite a los trabajadores que ganan hasta 5 salarios mínimos (o poco más de $ 1.500) consumir hasta 50 reales (o alrededor de $ 20) mensuales en cualquier actividad cultural a su elección (cine, teatro, música, libros, etc.). De los 50 reales, la empresa interesada en ingresar al programa paga $ 45, que puede descontar del impuesto de la renta, y el trabajador 5.

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