Un problema que enfrenta el Ecuador es la insuficiente generación de conocimiento científico e innovación, entendida esta última, según el Manual de Oslo de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) y Eurostat (2005), como “la introducción de un nuevo, o significativamente mejorado, producto (bien o servicio) o proceso, de un nuevo método de comercialización o de un nuevo método organizativo, en las prácticas internas de la empresa, la organización del lugar de trabajo o las relaciones exteriores”. El gráfico muestra la clasificación mundial, según el Índice Global de Innovación.

Se trata de alcanzar una economía basada en el conocimiento y la innovación que rompa el círculo vicioso actual entre déficit comercial, patrón de especialización y patrón de aprendizaje tecnológico.

El Ecuador está rezagado en la división internacional del trabajo innovador del capitalismo actual, en el que la innovación está sumamente concentrada en los países desarrollados. El avance desde una economía primario exportadora a una economía basada en el conocimiento implica una economía conducida por el cambio tecnológico, y la producción y difusión del conocimiento y la innovación a lo largo de la economía. La tasa y dirección de la acumulación de conocimiento e innovación son claves para lograr un crecimiento económico sostenido que mejore los ingresos de la población.

Un crecimiento conducido por la innovación requiere impulsar la creación de un sistema nacional de innovación, es decir, una red de instituciones del sector público, sector privado y academia que interactúen en la producción, difusión y uso de los nuevos conocimientos, tecnologías e innovaciones.

Es preciso promover la innovación tecnológica y organizacional en las empresas, facilitar la entrada de nuevas empresas innovadoras y suscitar nuevos sectores de alta innovación. Se necesita establecer adecuadamente la división del trabajo innovador entre el Estado, sector privado y academia. El subsistema de universidades, incluidas Yachay e Ikiam, deben emprender y fortalecer la investigación científica, las empresas deben contribuir al desarrollo de tecnologías y la innovación productiva, y el Estado, de acuerdo con lo señalado por Mariana Mazzucato, en su libro The Entrepreneurial State (2014), debe ser un Estado empresarial que no solo cree las condiciones para facilitar la innovación sino también que actúe como un tomador de riesgos, creador de mercados y una visión de largo plazo, líder de la transformación estructural y conductor de la política industrial.

Dado que existe una alta incertidumbre en la innovación, el sector privado tiende a evitar realizar las inversiones necesarias. Así, para Mazzucato, el rol del Estado no es solo crear conocimiento a través de universidades y laboratorios nacionales, sino también movilizar recursos que permitan que el conocimiento y las innovaciones se difundan ampliamente entre los sectores de la economía.

Se trata entonces de alcanzar una economía basada en el conocimiento y la innovación que rompa el círculo vicioso actual entre déficit comercial, patrón de especialización y patrón de aprendizaje tecnológico. Para ello se requiere crear las oportunidades de imitación, ingeniería inversa, modificación de productos y procesos; generar las capacidades de absorción tecnológica y de innovación; y enfrentar las restricciones que los regímenes internacionales de derechos de propiedad intelectual y patentes imponen sobre la capacidad nacional de imitar las tecnologías de los países que se encuentran en la frontera de la innovación.