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No existe el después de la vida

No existe el después de la vida
23 de junio de 2013 - 00:00

Algo extrañamente común en las películas que retratan las épocas de apogeo en Europa, talvez aquellas que se centran en Francia en mayor grado, es la presencia de un personaje arribista que una vez en la cima social no dejará que nada lo devuelva al caño de donde salió. Ese es el caso del personaje de Georges Duroy, “Bel Ami”, interpretado por Robert Pattinson en la película de 2012 dirigida por Declan Donnellan y Nick Ormerod. Y podrían venir a la mente las reconocidas Relaciones peligrosas y Much Ado About Nothing (película de 1993 dirigida por Kenneth Branagh), pero en realidad Bel Ami es más bien una prima lejana de Bram Stoker’s Dracula, Entrevista con el Vampiro, Hamlet protagonizada por Mel Gibson y la versión de Casanova interpretada por Heath Ledger. Los dos primeros filmes mencionados son sobre vampiros y es que es aún inolvidable que Pattinson dio vida al protagonista masculino de las películas basadas en los libros de la saga Crepúsculo, mas son comparables a Bel Ami en estilo visual y narrativa con tintes contemporáneos, es decir con ciertos juegos fotográficos y de iluminación no tan propios para realizar un drama de época para la pantalla de cine.

 

Comparar Bel Ami con Hamlet de 1990 y Casanova de 2005 se debe al paralelismo tácito que se puede trazar entre los protagonistas de los tres filmes, Pattinson, Gibson y Ledger, actores extranjeros de ascendencia británica que buscaban, a pesar de ya tener cierto éxito en el nicho de Hollywood, probarse a sí mismos como actores dramáticos. Además entre el Bel Ami de Pattinson y el Casanova de Ledger hay más de una similitud en la manera que aprovechan su mejor arma, la seducción, para lograr lo que quieren, principalmente mantener una relación con la mujer que les ha arrebatado la razón y los trastorna, una fémina hermosa e inteligente. En el caso de “Bel Ami” su obsesión será la fría y calculadora Madeleine Forestier interpretada por Uma Thurman, quien desde sus primeros encuentros con Georges Duroy le dejará en claro que en el París de 1890 las personas más importantes no son los hombres sino sus esposas. Es ella la que empuja a Duroy a buscar compañía sexual y sentimental en la aparentemente joven Clotilde de Marelle (Christina Ricci), una mujer a la que le gusta disfrutar de todo, pero no desea dejar en vergüenza a su marido que la mayoría del tiempo pasa fuera de París, y a ganarse los buenos oficios de Virginie Rousset (Kristin Scott Thomas), esposa del director y dueño de un periódico que se identifica como el medio que hará caer al actual gobierno francés.

 

La calidad actoral de Pattinson aún es debatida tanto por la crítica como por las audiencias, si se considera que una gran promoción para Bel Ami fue el hecho de que el joven actor británico aparece en pantalla desnudo, aunque ya ha mostrado que es mucho más que el vampiro acartonado con filmes de drama y romance como Remember me. En Bel Ami comprueba que, respaldado por un reparto de figuras de la industria cinematográfica mundial y a pesar de una gestualidad facial algo limitada que aún trae a colación al vampiro Edward Cullen, tiene las dotes histriónicas de figuras modernas del cine británico como Liam Neeson (antes de que trabajara en exceso con Michael Bay y se metiera en cuanto “blockbuster” su agenda lo permita), Colin Firth y el peculiar actor, director, productor y guionista Kenneth Branagh. Hay un diamante en bruto en Pattinson que puede ser pulido y a pesar de especializarse en filmes de tinte romántico, el compromiso que demuestra con los guiones que le ponen de frente parece traer a colación a viejas glorias del cine. Por ahora lo mejor para ir puliendo esa gema es ponerla en un filme sobre la ambición, la obsesión, la pasión, la traición, pero ante todo sobre el arribismo y esnobismo social en el París de la “Belle Époque”.

 

En esa locación, que recibe un tratamiento de un lugar como cualquier otro y de nada espectacular a excepción de cómo se puede hacer dinero viviendo en ella, el guion de Rachel Bennette otorga primacía a los personajes, sus historias, sus mentiras, sus motivos y sus relaciones. Duroy, un soldado con poco talento literario o sentido común para la política, esconde su naturaleza más oscura para sumergirse en su objetivo de conseguir su estabilidad material y económica, mediante cualquier medio a su alcance, seduciendo a tres de las mujeres más importantes de la sociedad parisina. Así es como llega a ser redactor-articulista, jefe de la columna de chismes y editor de política del diario La Vie Parisienne, invitado en primera instancia al círculo de los ricos por su compañero del ejército, Charles Forestier, y sobre todo el objeto amoroso-sexual de las madames Forestier, Clotilde y Rousset. Las escenas de sexo en Bel Ami no son gratuitas y están dotadas de una calidad erótica-sensual que se justifica para explicar mejor la naturaleza de la sociedad parisina originalmente descrita en la novela de Maupassant y el personaje construido por Robert Pattinson.

 

Bel Ami es ante todo una historia de poder y traición, enfocada fuertemente en el aspecto sentimental-amoroso, en medio de una lucha de clases sociales propia de cualquier época. Por ello son necesarias las secuencias en que Georges Duroy aparece en la extrema pobreza, en medio de una habitación pobremente iluminada recordando sus buenos momentos o planeando su próximo movimiento en el gran tablero de ajedrez que es la vida. Tal como lo enuncia Pattinson en la piel del joven ex soldado conocido por las damas de la alta sociedad parisina como “Bel Ami”, no es suficiente ser amado y quien alguna vez ha visto morir a otro sabe que tiene que hacer lo que sea para sobrevivir.

 

La película dirigida por Declan Donnellan y Nick Ormerod es la décimo tercera adaptación al medio audiovisual de la novela Bel Ami de Guy de Maupassant y es claro que no es la mejor de ellas, pero sí una de las más originales en su narrativa. Tocar el tema del poder de los medios en la sociedad, en el inicio de guerra y en la caída de un gobierno es interesante, a la par que también sorprende –levemente- cómo un hombre puede sentarse a jugar cartas con su periodista estrella y un recién nombrado ministro para soltar la perla: “Soy tan poderoso como el Rey, pero no tan rico. Al menos no aún”.

 

Es cierto es confuso desde dónde empieza y dónde termina el gran flashback que los directores del filme plantean como hilo conductor de la trama y del argumento de Bel Ami. La película en su totalidad no está a la altura de sus referentes, todos ellos grandes filmes de época, aunque sí es muy bien cuidada y correcta en sus aportes en fotografía, vestuario y ambientación. Sin embargo, el mayor mérito de esta aventura fílmica está en cómo el reparto consigue dar vida a personajes tan ricos y llenos de matices de una manera sencilla y contenida, muy fluida, y hasta natural, según lo creerán algunos, reviviendo el espíritu de una de las grandes películas de época olvidadas por el tiempo, Barry Lyndon de Stanley Kubrick.

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