BOCETO
Más que escribir es corregir
Cuando uno escribe un texto nunca tiene la certeza de que está finalizado. Algo se presume, se forja, se siente, pero nunca se sabe. Todos escrito es perfectible, dicen. Y con razón.
Pertenezco a la estirpe de los escritores formados en talleres literarios. He pasado por varios en Quito y Madrid: de la Universidad Andina Simón Bolívar, de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, talleres con Abdón Ubidia, Huilo Ruales Hualca, Edwin Madrid, Raúl Serrano, Patricio Briceño y Juan Carlos Cucalón. El año 2014-2015 asistí a varias clases de la Maestría de Escritura Creativa en la Universidad Complutense de Madrid; y, por costumbre, mientras estudiaba un Máster en Estudios Literarios, vagué por algunos talleres: Fuentetaja, con Rosa Montero, Ana María Shua, algunos que se desarrollaban en bibliotecas públicas y, el último al que asistí, de Clara Obligado, también en Madrid.
Yo llevaba el mismo cuento ‘corregido’ por el escritor de turno, a un taller y al otro. Resultó que siempre, lo que para uno estaba bien, para otro mal. Entendí algo fundamental: los talleres (aunque no siempre), se dedican a buscarle la quinta pata al gato o más bien, cada persona —no solo el profesor sino los compañeros— tienen visiones, gustos diferentes. Un día pensé llevar un texto de algún escritor desconocido —noruego o checo contemporáneo— para sorprender al profesor y, un poco, reírme del sistema tallerístico; pero, cuando lo iba a hacer, me echaron de ese taller. Quizá fuera mejor no enterarse lo que opinaría un profesor de escritura sobre algún relato de autor desconocido.
Ahora me encuentro del otro lado. No creo haber superado nada; sino que me dedico a coordinar talleres de escritura creativa en Kafka Escuela de Escritores. Pienso que mis apreciaciones como participante, fueron injustas. La verdad es que la experiencia cuenta muchísimo. Entiendo la buena voluntad detrás de la crítica severa, de la corrección minuciosa. Tanto coordinadores como talleristas contribuyen a la formación por sus visiones y bagaje de lecturas.
En el 2014 llevé un texto al taller: sobre el enfrentamiento del personaje con unas pulgas; se llama ‘Siete días de infierno’. Me da la idea de que Juan Carlos, además de corregir los textos, nos enseñaba a ubicar los elementos narrativos y teóricos «fallidos», para asimilarlos y no cometer esas equivocaciones nuevamente. Por ello, en talleres, es importante comentar los relatos de los compañeros, porque si se reconocen los elementos «errados» en un texto ajeno, lo haremos también en los nuestros.
Entiendo que en ese tiempo trabajábamos la morfología del relato, por lo que la corrección de Cucalón, apuntó hacia el orden de las frases, los párrafos y demás elementos sintácticos. Varias sesiones trabajamos con la idea de probar distintos órdenes: cambiando el lugar de algunos párrafos, comenzando por el final, incursionando distintas posibilidades. En ‘Siete días de infierno’, Juan Carlos eliminó las dos primeras frases con las que comenzaba el relato: «Su paciencia se había agotado. Tras vueltas y vueltas entre las sábanas, mascullaba su decisión». La propuesta de Juan Carlos fue que comenzara con: «Después del trabajo iría al supermercado y al ferretero a comprar un martillo, alcohol, fósforos, cloro, agua mineral, pinza de punta oblicua, velas, sábanas nuevas, leche y miel», como una manera de empezar con una especie de prolepsis sin antecedente, que parte del verbo «iría». Luego de esa proyección a lo que hará el personaje, planteó que la acción posterior sea la idea de venganza e ira acumulada: «Cada rascada le acentuaba una malévola sonrisa, solazándose en la venganza, como si la sangre acumulada bajo sus uñas no fuese suya, sino de ellas». El resto de recomendaciones, como se puede ver en la fotografía, son eliminación de palabras, algunas comas, muletillas y repetición de fonemas (en el caso de este cuento el «ía», por conjugación del pasado imperfecto del que, al parecer, abusé).
Propuso también la eliminación de algunas frases quizá obvias: «Las imaginaba en su labor, ignorantes de su destino. Al principio mordió sus labios inmóvil para no rascarse y ganar su confianza». Incluso recomendó la eliminación de gran parte del párrafo final. Lo que quita al relato la posibilidad fantástica. No sé si sea lo más adecuado; de todas formas, siempre escuché con atención las diferentes lecturas y, luego, reconsideraba las convenientes.
De todos los años que asistí a talleres acumulé una treintena de relatos o, más bien, ejercicios. Uno de los elementos más importantes de reunirse semanalmente es generar el hábito de la escritura. Al menos un cuento por semana. Uno va por la vida buscando sobre qué escribir. Ese trabajo me ha servido para leer, no solamente libros, sino experiencias y sensaciones. El último mes, me he dedicado a seleccionarlos y reescribirlos. Intento hacerlo con la distancia necesaria, pero sin cambiar el aura original. Han pasado dos y tres años desde que los escribí y, al acercarme nuevamente, encuentro, por un lado, fallos y, por otro, ideas interesantes, que no se podrían desechar. De todas formas, no se sabe cuál relato se salvará, pasará la prueba de la autocrítica, que es la única que se debería tomar en cuenta.
Hay una serie de consejos que, los mismos escritores, han pronunciado. Hago la selección de doce consejos que pueden servir al escritor que empieza y que, el experto, no debe olvidar:
1) Bradbury: Vive en la biblioteca.
2) Poe: Conoce de antemano el final.
3) Bukowski: Si no surge estallando de ti, a pesar de todo, no lo hagas.
4) Piglia: El cuento es un relato que encierra un relato secreto.
5) Hemingway: Releer lo escrito una y otra vez, cientos de veces, y mejorarlo.
6) Orwell: Si te es posible eliminar una palabra, elimínala siempre.
7) Cortázar: Un buen cuento nace de la significación, intensidad y tensión con que es escrito.
8) Quiroga: Cuenta como si tu relato no tuviera interés más que para el pequeño ambiente de tus personajes.
9) Hemingway: Escribe frases breves. Comienza siempre con una oración corta. Utiliza un lenguaje vigoroso. Sé positivo, no negativo.
10) Nabokov: El estilo y la estructura son la esencia de un libro; las grandes ideas son bazofia.
11) Stephen King: Encuentra tu propio espacio de escritura.
12) Vonnegut: Piensa en el tiempo del lector.
Escribir no es sencillo. Requiere años de ejercicio y ni siquiera eso asegura que logremos hacerlo bien. Pero no hay que desesperarse. Enrique Lihn escribió algo que debería tener en cuenta el escritor que comienza: si se ha de escribir correctamente, «en cualquier caso hay que tomarlo con calma. / Lo primero de todo: sentarse y madurar».