Publicidad

Ecuador, 25 de Diciembre de 2024
Ecuador Continental: 12:34
Ecuador Insular: 11:34
El Telégrafo
Comparte

ENTREVISTA

María Esther Vázquez: “Cada uno agarra un Borges a su medida”

-

¿Cómo era Jorge Luis Borges? Conocemos o alguna vez pretendimos acercarnos y conocer por sus obras al autor de El Aleph, Ficciones o Historia universal de la infamia. María Esther Vázquez, en cambio, estuvo cerca del gran escritor argentino durante 20 años. Nacida en Buenos Aires en 1937, la escritora y también biógrafa de Borges trabajó junto a él en la Biblioteca Nacional, colaboraron juntos en la escritura de dos libros (Introducción a la literatura inglesa y Literaturas germánicas medievales) y lo acompañó a varios congresos de literatura por Europa. Más allá de haber sido testigo de una buena parte de la vida de uno de los genios literarios más estudiados e influyentes, María Esther Vázquez recuerda también al Borges cotidiano. Al amigo con el cual fue nueve veces al cine a ver Psicosis de Alfred Hitchcock (aunque Borges ya estuviera ciego), al autor que cuando no estaba tramando cuentos de espejos y laberintos le encantaba nadar en el mar (ese otro espejo y laberinto) o al señor a veces algo burlón que comía siempre lo mismo: arroz o ravioles.

¿Cómo conoció a Jorge Luis Borges?

Lo conocí muy joven, estaba en el primer año de la facultad de Letras y fui a su casa con un grupo de cuatro o cinco chicos para verlo y hablar con él. Yo estaba muy intimidada, habrá sido en el año 62 o 61. La madre de Borges, muy gentil, nos ofreció un té y yo no podía tragar de lo emocionada, de tan perturbada que estaba. Pasaron unos meses y alguien en la facultad me dijo que en la Biblioteca Nacional, donde Borges era el director, necesitaban una chica para trabajar en su despacho y, claro, buscaban una chica para poder pagarle poco. Efectivamente, yo me presenté y obtuve el puesto luego de un examen. Ahí trabajé con Borges, me dictaba cosas, trabajé como medio año y luego me fui a Europa gracias a una beca. Cuando regresé ya no volví a la Biblioteca como empleada pero sí a trabajar con Borges como uno de los tantos amigos que trabajaban con él.

¿Fue entonces que trabajaron en Introducción a la literatura inglesa y Literaturas germánicas medievales?

Nos hicimos muy amigos con Borges y me ofreció colaborar con él en esos dos textos. Son libros, sobre todo Literaturas germánicas medievales, que hasta el día de hoy tienen vigencia. Después continuamos la amistad y trabajamos juntos durante prácticamente más de dos décadas. Hicimos una colección de 32 títulos sobre escritores de literatura fantástica y trabajos para varios editores. Trabajamos muchísimo, me acuerdo que trabajábamos de mañana, lunes, miércoles y viernes, en su casa. Viajamos a Europa en el año 64 invitados a varios congresos (uno sobre la negritud, otro en Berlín y más), dimos vuelta a toda Europa. Seguimos nuestra amistad hasta poquito tiempo antes de que se fuera a Europa por última vez a morir.

¿Cómo se sentía al trabajar con Borges?

Lo quise muchísimo. “Dos horas de conversación con Borges equivalían a 2 años de facultad”, eso lo dijo Adolfo Bioy Casares y tenía razón. Además, no te hacía sentir una ignorante sino que eras su par. Aparte de su memoria prodigiosa, había leído todo de literatura inglesa, francesa, los grandes maestros de la literatura oriental, siempre a través de traducciones francesas, en fin era un hombre que sabía muchísimo. Cuando fuimos a Santiago de Compostela había un gran helenista, don Ramón Piñeiro, un humanista extraordinario, y hablaban con Borges de los poetas de la antigua Grecia así como ahora vos y yo estamos hablando de Borges. Era un hombre que tenía una gran erudición, un gran talento y además era una persona divertida.

¿De qué forma afrontaba Borges su importancia en la cultura?

Borges tenía muy buen humor. A veces era algo burlón con la gente que presume que sabe y no sabe nada. Pero lo hacía con tanta gracia y con tanta finura que esa gente no se daba cuenta de que le estaba tomando el pelo. Era un hombre muy fácil de tratar, claro que trataba con cierto nivel de gente que intelectualmente podía no ser su par pero casi. Él, sin embargo, recibía a todo el mundo, por ejemplo, a chicos de colegio primario a quienes siempre la maestra les hacía hacer la misma pregunta. Vos tocabas el timbre de la puerta y te abría él, daba reportajes a todo el mundo sin problema. Recién al final de su vida tomó relativa consciencia de su importancia dentro del mundo humanístico. A veces solía decir: “Cuando se den cuenta de que soy un impostor, todo el mundo me va a cerrar la puerta”. Es decir, no era soberbio y era un hombre bueno.

¿Es cierto que Borges le propuso matrimonio?

Yo quería mucho a Borges, pero no como uno puede querer a una persona para casarse. Lo seguí queriendo toda mi vida. Ya no lo acompañé como antes a los viajes, pero sí a viajes más cortos. Yo lo respeté y admiré muchísimo. Borges era un enamoradizo, ¡si se enamoró de como 30 mujeres! Es más, yo lo he conocido entusiasmado con dos señoras al mismo tiempo. Me acuerdo que me preguntaba, por ejemplo, si algún poema ya se lo había dedicado a alguna señora y yo le respondía que sí, que estaba dedicado a fulanita y él respondía que qué lástima que le habría gustado dedicárselo a menganita. Tenía un ideal de mujer, una intuición. A veces te preguntaba si tal mujer era como él se la imaginaba: él apuntaba a mujeres altas, más bien rubias y con ojos claros. Era el tipo de mujer que él había idealizado porque había perdido paulatinamente la vista. En 1955, cuando fue nombrado director de la Biblioteca Nacional, ahí fue cuando perdió la vista definitivamente. De ahí el ‘Poema de los dones’ (“Nadie rebaje a lágrima o reproche / esta declaración de la maestría / de Dios, que con magnífica ironía / me dio a la vez los libros y la noche.”). Ese poema me lo dedicó a mí. Cuando Borges me propuso matrimonio, yo no le dije que no o que sí, yo no le dije nada. No sé, quizás me hubiera podido casar con él pero de pronto apareció mi marido, Horacio Armani, que también era muy amigo de Borges. Los dos seguimos siendo amigos de Borges y yo seguí trabajando con Borges después de que me casé. No es que Borges se haya enojado conmigo, no fue una cosa brutal ni brusca ni nada por el estilo. En fin, eso forma parte de un pasado ya remoto.

¿Hay algo que no se sabe de Borges que usted cree que se debería saber?

Lo que pasa es que a Borges lo único que le interesó en la vida fue la literatura. La literatura fue su gran amor y él pensó siempre en términos literarios. Yo lo acompañé una vez a una recepción muy importante y entró una amiga de él, Emma Risso Platero, una uruguaya lindísima. Yo le dije que había entrado Emmita y que estaba maravillosamente vestida, llevaba un vestido negro con pequeños lunares blancos e inmediatamente Borges empezó a recitar un poema de Dante Gabriel Rossetti que hablaba de la noche hecha de ojos. Es decir, todo lo relacionaba con la literatura y a la literatura le dio la vida.

¿Cuál fue la mayor dificultad que enfrentó cuando escribió la biografía Borges: esplendor y derrota?

La investigación de los años treinta a los cuarenta porque fue un periodo en el cual se le juntaron muchas desdichas a Borges. Desde un insomnio absoluto hasta el dolor de muelas. Además en ese periodo él ocultó todos sus sufrimientos, fue cuando tuvo que emplearse en la Biblioteca Municipal Miguel Cané y ahí sufrió mucho porque era un lugar lleno de gente que hablaba de cosas vulgares, triviales y sin interés, nadie hablaba de literatura, nadie comentaba el último libro que había salido, era un ambiente muy ordinario en el cual Borges no se sentía nada bien. En esa época también murió su padre, fueron años muy duros que me costó mucho investigar. A partir de los años cincuenta su vida fue más pública, la investigación de ese periodo fue mucho más fácil y la información más accesible.

¿Cuál era la relación de Borges con la tradición literaria argentina?

Él apreciaba muchísimo la literatura argentina y la literatura gauchesca, por ejemplo. Lo acompañé a nueve conferencias de literatura gauchesca. Él tenía un gran respeto por los escritores del pasado, por Sarmiento en el siglo XIX o por Lugones si hablamos del siglo XX. Tenía un gran aprecio por la literatura que empieza con la Colonia, ese tipo de literatura que no sé si se agota en el siglo XIX pero que se arrastra hasta el XX. Lo que pasa es que cuando él vuelve de España con 20 años, él era ultraísta (la metáfora como eje de la literatura) pero después se dio cuenta de que el ultraísmo no era una cosa muy importante, había empezado a escribir cuentos y poemas en varias revistas pero él abjuró de eso, se apartó totalmente de eso, le parecía una miseria y empezó a meterse en otro tipo de literatura. Ya en Fervor de Buenos Aires, que publicó cuando tenía 23 años, está prácticamente todo lo que va a hacer después en sus obras. En esos tres primeros poemarios de juventud que van de los años veinte a los treinta, Fervor de Buenos Aires, Luna de enfrente y Cuaderno San Martín, está todo lo que va a escribir más tarde.

¿Qué opinaba Borges sobre sus contemporáneos?

Cuando perdió la vista dijo que había que leer a los escritores 50 años después para saber si tenían valor o no. Pero esa era una boutade, un chiste que hacía. Lo que pasa es que cuando quedó ciego ya no pudo leer a sus contemporáneos, alguien le tenía que leer y a veces le gustaba y a veces no le gustaba. Borges dice que, por ejemplo, la cercanía y el trabajo junto a Bioy Casares lo ayudó a ser más sobrio como escritor, no sé, yo no estoy tan segura. Lo que pasa con Bioy es que fueron muy amigos, se conocieron cuando Bioy debía tener 16 o 17 años y Borges 30 o 31 en la casa de Victoria Ocampo. En realidad la madre de Bioy Casares le preguntó a Victoria quién podría guiar a su hijo en el camino de la literatura y ella, sin vacilar, le dijo que Borges. La primera vez que se vieron ya se hicieron amigos, en el año 30 o 31. En esa época Bioy ya tenía auto, había que tener mucho dinero para tener auto en ese tiempo, y hubo un pequeño contratiempo en lo de Victoria (en San Isidro, a unos cuantos kilómetros de Buenos Aires) y Bioy le ofreció a Borges llevarlo de vuelta al centro. Ahí empezó su amistad que duró toda la vida. Escribieron juntos varios libros pero nunca pudieron escribir nada en serio, salvo el cuento La fiesta del monstruo que es muy dramático, siempre escribieron esas cosas policiales que los divertían muchísimo. Era más como un juego, yo diría que lo que publicaron juntos son textos menores dentro de sus respectivas obras.

¿Qué tan importante era para Borges colaborar con otros?

Tuvo muchos colaboradores. Era una persona muy abierta, era muy sencillo y humilde, no tenía prejuicios. Una vez que queda ciego, él necesita alguien a quien dictarle su propia obra. Siempre había algún amigo que le ayudaba, nunca tuvo un secretario. Cuando queda definitivamente ciego, vuelve a la poesía. Era muy lento para dictar pero ya dictaba incluso con puntuación. Cuando te dictaba algo, ya lo tenía memorizado, ya lo tenía hecho en su cabeza. Es un error ver los cuentos de Borges por encima de su obra poética, su poesía es extraordinaria, lo mismo que su ensayística.

¿Qué le parece este juicio retrospectivo, de moda desde hace unos años, de relacionar la obra de Borges con el mundo digital e Internet?

Lo que pasa es que era un hombre de una memoria prodigiosa. Por ejemplo, recordaba el número de página exacta de citas dentro de libros que no había revisado en muchos años. Además tenía una gran capacidad de sintetizar, el poeta italiano Eugenio Montale, premio Nobel, dijo que Borges era “capaz de meter en una caja de fósforos el universo”. Hay gente que lee un libro y al año no se acuerda nada, Borges recordaba lo que había leído no te diría línea por línea pero casi. Leía con una actitud crítica y oía con una actitud crítica. Por ejemplo, podía ir en un taxi con la radio encendida y al oír la publicidad decía que eso no era verdad, que no era cierto. ¿Cómo se puede aceptar que el tipo que fabrica un jabón, por ejemplo, te diga que ese es el mejor jabón del mundo? Borges no aceptaba la realidad como venía dada. Esa actitud de no aceptar la realidad como te la dan digerida es algo que compartía con Victoria Ocampo. La gente tiene una idea equivocada de lo que era Borges, era una persona muy sensible, y la gente cree lo que quiere creer y mira lo que le gusta mirar, es como la película Rashomon de Kurosawa: cada uno agarra un Borges a su medida. Ahora, el Borges de los 40 años no tiene nada que ver con el Borges de los 70 años, incluso físicamente. Es la única persona que yo he conocido en el mundo a quien la vejez le favoreció. Había adelgazado bastante, tenía ese pelito casi infantil rubio, sedoso, como tienen los niños de 7 u 8 años, muy finito. Además, no debía inclinar la cabeza porque tenía la retina del ojo prendida por un solo punto milimétrico y eso le daba una postura de prócer, de tipo que ya está en el bronce, todo erguido, derecho, jamás bajaba la cabeza, eso le daba un aspecto muy digno que de joven no tenía.

¿Además de lo literario, qué otras vivencias pudo compartir con Borges?

Compartí muchas cosas con Borges, fuimos a ver muchísimas películas al cine, por ejemplo. Con él fuimos nueve veces a ver Psicosis de Hitchcock aunque ya estuviera ciego, a la décima vez me rebelé porque tanto él como yo nos sabíamos el diálogo de memoria. Le encantaba el cine, era un fanático de esas historias de intriga. Borges, por otro lado, hablaba poco de su infancia y juventud pero me contó de cuando, por ejemplo, aprendió a nadar en Pocitos en Uruguay, a la cual nunca llamó Uruguay sino República Oriental; uruguayos son los jugadores de fútbol. Recuerdo una vez que los Bioy me invitaron a Mar del Plata y como Borges quería nadar y un golpe de ola le podía arruinar ese puntito en el ojo, le compramos anteojos de buceo que venían con patas de rana y se fue a nadar lejos y por mucho tiempo ahí en el Atlántico. Le encantaba nadar pero nadaba en un estilo perro, no era un estilo elegante pero le encantaba. Claro, nadar en el mar te da un sentido de liberación del cuerpo. Borges se cuidaba mucho porque podía llegar a tener diabetes aunque creo que nunca tuvo ni principios de diabetes, él siempre comía lo mismo o arroz o ravioles y el dulce de leche le gustaba con pasión.

¿Por qué existía cierta tensión entre Borges y Victoria Ocampo?

Victoria ayudó mucho a Borges pero Borges a veces ni se enteró. Ella pagó las primeras operaciones de sus ojos. Luego de que Borges renuncia al empleo municipal de la Biblioteca Miguel Cané, Victoria Ocampo le recomienda al Ministro de Educación que lo nombre director de la Biblioteca Nacional porque eso le iba a dar prestigio al país y lo convenció. Pero Borges era muy amigo de Bioy y él, casado con Silvina Ocampo, hermana menor de Victoria Ocampo, la veía como a una suegra. Entonces esa especie de animosidad de Bioy acerca de Victoria se la contagió a Borges. Cuando Victoria muere, yo trabajaba para La Nación y me piden que Borges haga una página acerca de Victoria. Ahí Borges reconoce el trabajo de Victoria y le hace un gran elogio al escribir que en una época en que las mujeres eran genéricas, ella se animó a ser un individuo. Era una mujer inmensamente rica y gastó toda su fortuna en la cultura. Al final de ese texto Borges dice que le debe mucho a Victoria, pero que le debe más como argentino. Sin embargo, hasta los últimos momentos de la vida de Victoria, Borges no fue generoso con ella, todo lo contrario de Victoria que fue generosa con él. Victoria era una mujer de una gran cultura pero que, además, estaba siempre atenta a lo nuevo. Ella fue a Inglaterra ya cuando tenía 70 años y pudo ir a uno de los primeros recitales de The Beatles, trajo la primera grabación del grupo y nos dijo fíjense en estos muchachos que van a marcar una época. De aquel viaje trajo una peluca de The Beatles y se la quiso poner a Borges pero él rechazó la broma, Victoria le dijo que con ese carácter suyo no iba llegar a nada y Borges ya tenía 60 años y había escrito sus obras maestras.

Contenido externo patrocinado