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Las nuevas divas del cine

Las nuevas divas del cine
16 de septiembre de 2013 - 00:00

Y pensaba que es todo una ficción: la actriz que hace de ingenua es la mejor divorciada y pagada.

Cesare Pavese

Una elegante mujer desciende de un taxi, Nueva York, vestido negro, gafas negras. Otra belleza, una rubia, se despide dramáticamente de un hombre en un aeropuerto de Marruecos con la promesa de que siempre tendrán el recuerdo de París. Detrás, delante, la perfección de su imagen, divinas, nada más. Divas.

Y viene el quiebre, la liberación del pensamiento, las guerras, las revoluciones, la conciencia. Hasta las bellas tienen conciencia y pensamiento. Brigitte Bardot, en 1976, creó una fundación con su nombre en defensa de los animales. Las bellas ya tienen un asidero en el mundo real, ya no son divinas. Y aquí lo advierto, antes de decir algo más: ¡No me hablen de la Jolie!

No, no critico el carácter filantrópico de algunas actrices ni su contacto con la realidad en su calidad de personas reales, sino que me pregunto, a propósito de este epígrafe de Pavese, ¿qué hace a una actriz una diva? ¿Su capacidad actoral, su vida “privada”, la conjugación de la imagen real y la ficticia? Todas las anteriores, y un poco más, un poco menos, en realidad, algo de misterio, de distancia, porque a las diosas, como diría un amigo, no las invitas a comer ceviche con una biela en mitad de la ciudad. A las divas se las contempla, con arrobo, con plena conciencia de que son inalcanzables.

En pleno siglo XXI, no nombraré más a las divas clásicas, inalcanzables en sus pedestales de elegancia, sino que apunto a nueve actrices, más allá de la luz de los tabloides e insisto: ¡No me hablen de la Jolie! Vamos a por las divas, las etéreas, casi, porque en estos tiempos modernos no se puede alcanzar el éter sino con muchísimo artificio e imaginación y con una característica nueva: a las divas de hoy les gusta interpretar roles fuertes, polémicos, donde tengan que mutar su hermoso rostro por alguno menos favorecedor, aceptan ser violentadas, maquilladas para esconder su belleza bajo una máscara terrible, grotesca, un disfraz de maldad.

Hubo una precursora de estos papeles fuertes, una diva de metal que soportaba manos toscas, látigos y lodo, Catherine Deneuve en Repulsion (1965), de Roman Polanski, y en Belle de jour (1967) de Luis Buñuel. De ella descienden estas divas modernas y duras, aisladas del resto de los mortales y que se convierten no solo en diosas de la belleza, sino en guerreras, diosas terribles en sus papeles, inalcanzables. No basta hoy en día con Afrodita, queremos a Hera, Atenea y alguien que rompa las lanzas y las vestiduras de quienes las contemplan.

Veamos quiénes, por ejemplo.

9. Thandie Newton. Una belleza exótica, de expresión fría, distante, que podría funcionar fuera y dentro de la pantalla como diva. Rock n’ Rolla (2008) de Guy Ritchie, muestra a una Newton elegante y calculadora. Va para diva.

8. Keira Knightley. Un poco —demasiado, quizá, para mi gusto— delgada, la londinense que ha participado en adaptaciones de obras literarias de autores como Jane Austen (Pride and Prejudice, 2005), Alessandro Baricco (Silk, 2007) y Tolstói (Anna Karenina, 2012), así como en filmes típicamente de masas, es decir, se adapta, puede enfrentarse a varios roles. Su estilizada silueta ha sido acogida por la casa Channel lo que le otorga, por supuesto, un plus de elegancia a su imagen. Va en camino a ser diva, por lo menos espera eso mi editor.

7. Charlize Theron. Una mujer bella que se transforma en un monstruo merece una atención especial. En 2003, esta sudafricana ganó el premio a Mejor Actriz por su interpretación en Monster, y aunque el resto de sus papeles no son especialmente importantes, algo en sus 177 centímetros de altura hace una promesa de divinidad. En 2005, Charlize encarnó al personaje Aeon Flux, en la película homónima (ni la mitad de buena que la serie original de MTV) y cumplió con el rol de una mujer durísima en pantalla. Esperemos que siga con algo más.

6. Scarlet Johansson. No es gratuito que Woody Allen la haya convocado en repetidas ocasiones —Matchpoint (2005), Scoop (2006), Vicky Cristina Barcelona (2008)—, así como que otros directores como Sofia Coppola y Brian de Palma la hayan dirigido. Scarlet es bella, no solamente se dedica a la actuación, sino que pretende dirigir, escribir y producir. Bella e inteligente, una buena combinación que rompe con el estereotipo de la rubia boba de Hollywood (ni las divas se escapan).

5. Marion Cotillard. Oh, el aire romántico de Europa es el que muestra esta parisina en su rostro. La había visto en Jeux d’enfants (2003) con un personaje que era la inocencia y la picardía de una niña que juega eternamente a enamorarse y provocar. Luego, da el salto, interpreta a la decadente Edith Piaf en La vie en Rose (2007) y su nombre resuena en todos lados gracias al Oscar a Mejor Actriz que obtuvo gracias a ese rol. Próximamente, dado que Portman abandonó el proyecto, la diva francesa interpretará a Lady Macbeth junto a Michael Fassbender. Entre novia de John Dillinger en Public Enemies (2009) a esposa de un célebre personaje de Shakespeare, el rostro de Cotillard puede enmarcarse dentro de la galería de las divas modernas.

4. Naomi Watts. Interpreta, generalmente, papeles fuertes, personajes trabajados en los que le toca esforzarse como actriz. Drama por doquier en su filmografía, su trabajo más logrado, en mi opinión, lo obtuvo bajo la dirección de David Lynch en Mulholland Drive (2001) y en Funny Games (2008) remake de Michael Haneke de su misma obra de 1997. Quizá debería sonreír más, me gustaría verla en un papel en el que no haya tanto drama alrededor, algo inocente, un poco más superficial, donde la sonrisa le permitiese acceder a una sensualidad con el que entonces, sí, pudiese ya optar por el apelativo de diva. Habrá que esperar con qué gestos matizará su interpretación de Diana en el filme homónimo de este año, basado en los últimos dos años de la princesa de Gales, y ver si este papel le da el espaldarazo final para su posicionamiento como diva.

3. Natalie Portman. Era una niña, una niña linda que jugaba a ser mayor con un asesino, era, porque ahora es hermosa, talentosa, se atrevió a despojarse de su cabellera en pantalla —parece nimio el gesto, pero conozco a pocas mujeres dispuestas a hacer tal cosa—, adelgazó ostensiblemente para interpretar a la frágil bailarina en Black Swan (2010), interpretación que le valió un Oscar a Mejor Actriz y también es imagen de uno de los perfumes de la casa Dior. Elegante, sin mucho aspaviento en su vida personal, Natalie Portman aún exhibe en su rostro una mezcla de inocencia y sensualidad, un rostro ideal para una diva.

2. Nicole Kidman. Con una filmografía extensísima, ella es delgada, alta, blanca, etérea… Casi podría pensar en un verso de Medardo Ángel Silva… Pero prefiero tomarla en serio y decir que sí, definitivamente es una diva. Desde sus papeles menos serios, más light, hasta sus interpretaciones oscuras —Eyes Wide Shut (1999), The Others (2001), The Hours (2002), Dogville (2003)—, Nicole Kidman es definitivamente una diva: sabe actuar, sabe vestirse, sabe sonreír, sabe ocultar y mostrar lo justo y necesario de su imagen. ¿Mi película favorita de esta actriz? Cold Mountain (2003), porque su fragilidad la hace bella en la espera. Una diva en soledad.

1. Monica Bellucci. Que levante la mano aquel que no considere a esta italiana como la diva absoluta de nuestros tiempos. Como mujer, y con la envidia que esto conlleva, lo admito: Monica Belluci es una diva. Cuando una belleza de ese calibre, con una curvatura que desafía los nuevos cánones de la delgadez absurda y absoluta, se somete a la violencia extrema (Irrevérsible, 2002), al escarnio público (Malèna, 2000) y al deseo y humillación de los cercanos (La rifa, 1001), sin perder un ápice de sensualidad, sabes que hay una mujer cuya aura, halo, como se quiera definir esa personalidad, la hace una diva. ¿Su vida privada? Se saben cosas, como las de cualquiera, sus divorcio, su recentísima separación del también “dios” Vincent Cassel, pero estas no logran empañar su imagen. Nada, en realidad, lograría desviar la vista de Monica Belluci, una diosa moderna, una diva que cumple con lo dicho anteriormente, papeles fuertes, belleza, arrobamiento en su contemplación. A esa mujer no se la toca, se la admira y punto.

Hubo una precursora de estos papeles fuertes, una diva de metal que soportaba manos toscas, látigos y lodo, Catherine Deneuve en Repulsion (1965), de Roman Polanski, y en Belle de jour(1967­) de Luis Buñuel.
De ella descienden estas divas modernas y duras, aisladas del
resto de los mortales...
Esas son las divas modernas, desde mi punto de vista. ¿Por qué no otras actrices? Porque son solo eso y a su alrededor no hay halo que contemplar. No negaré mi preferencia actoral por Jodie Foster (excelente, sin fisuras, pero demasiado seca para considerarla diva); Catherine Zeta Jones, aunque bellísima, parece haberse atado demasiado al mundo real y desde su matrimonio poco se la ha visto en la pantalla, más como cualquier mujer que pasea por la calle; la bella Gwyneth Paltrow, que me encantó en Shakespeare in love, se ha vuelto tan sana que sus consejos alimenticios ahuyentarían la libido de cualquier hombre y la admiración de cualquier mujer y llegó al punto de nombrar Apple a su hija. Ciertos detallitos íntimos que no deberían salir a la luz, algunas poses de perfección rompen con la figura de diva, y sin embargo, no creo que sea una raza en extinción.

Una diva en ciernes, por ejemplo, si abandona su imagen infantil pero sin dedicarse a la exposición exagerada de su imagen, hasta llegar a la vulgaridad, podría ser Emma Watson, naturalmente guapa, y que podría muy bien, en el futuro, interpretar papeles más interesantes que el de Hermione Granger.

En décadas anteriores, para no pecar de falta de consideración con algunas diosas entre lo clásico y los tiempos modernos, no puedo omitir los nombres de Isabella Rossellini, Sharon Stone y Kim Basinger. La primera de ellas, no solo famosa por ser hija de la actriz Ingrid Bergman...Y en este punto diré está bien, sí, es hora de hablar de la Jolie y de por qué no la considero una diva del cine. En primer lugar, nunca la he visto actuando (en la pantalla, por lo menos) pues en sus papeles lo que resalta siempre es su rostro, la misma manida expresión de maldad y sensualidad que de esfuerzo, nada. En los dos papeles en los que no tuvo que interpretar el rol de mujer fatal (no utilizo el término en francés por las mismas razones por las que no la considero diva), Changeling (2010) y A Mighty Heart (2007), su actuación no convence, así de sencillo, sus hermosos y llorosos ojos se parecen a los de los ositos que exhiben lágrimas en las tarjetas de condolencia. En segundo lugar, sus gestos en la vida real convencen menos que sus actuaciones. Me explico: no hay nada en contra de su filantropía ni de su acto de Pentesilea tardía, está bien, cada quien puede luchar en las causas que elija, siempre y cuando eso no potencie su actividad primaria… Es decir, parece que su actuación se desarrolla de mejor forma fuera de las locaciones de Hollywood y eso me huele sospechosamente a política, el tema más aburrido de la historia. La veo, en pocos años más, no en una secuencia de acción, mostrando sus tatuajes, sino vestida con un traje de dos piezas, de diseñador, en un puesto de mando. Y para ser Jackie Kennedy, Sra. Pitt-Jolie, hacen falta otras cosas. Y no diré más, pues vuelvo a las divas, a las verdaderas.

En décadas anteriores, para no pecar de falta de consideración con algunas diosas entre lo clásico y los tiempos modernos, no puedo omitir los nombres de Isabella Rossellini, Sharon Stone y Kim Basinger.

La primera de ellas, no solo famosa por ser hija de la actriz Ingrid Bergman (¡diva, diva, diva!) y del director Roberto Rossellini, se dedicó a potenciar su belleza con papeles inolvidables como en Blue Velvet (1986) yWild at Heart(1990), entre otros; le venía de familia el talento.

De Sharon Stone quizá a algunos les extrañe que hable, pero se ganó su sitio en su época: Basic Instinct (1990) la hizo famosa con su escena de la pierna levantada que descubre un sexo desnudo bajo una falda (yo nunca vi nada, la verdad, pero todos soñaron con ese gesto) y Diabolique (1996), junto a Isabel Adjani.

La última, Kim Basinger, fue catalogada como una de las mujeres más sensuales en su época por las escenas de su filme más conocido, Nine 1/2 Weeks (1986), la película que dio a conocer la escena con el cubo de hielo, el striptease con fondo de Joe Cocker… Un clásico con una diva ochentera.

Seguramente habrá más nombres, habrá reclamos (lo aseguro), pero qué se puede hacer. A las diosas hay que admirarlas, no invitarlas a comer, ni como amantes ni como amigas, en mi caso. Se las mira, admira, por lo que no se ve, por lo que se adivina de su figura bella y sufriente, dura y frágil, tal como las imágenes de culto deben ser.

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