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El Telégrafo
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A cuatro décadas del disco eterno

A cuatro décadas del disco eterno
17 de marzo de 2013 - 00:00

Pablo Fiallos

Cuando la música es luz
Cuando en el siglo XVII, Isaac Newton demostró con el “experimento crucial” que la luz blanca, en realidad, estaba compuesta de otros colores: rojo, naranja, amarillo, verde, azul, añil y violeta, el mito -creído hasta entonces-, de que la luz se encontraba en estado puro se derrumbaba como un muro. Newton desmitificaba lo absoluto partiendo de un proceso de descomposición.

La imagen que representaba a ese experimento, la de un haz de luz atravesando un prisma de cristal y convirtiendo al rayo en un arcoíris lineal sirvió para graficar la portada de uno de los álbumes de rock más importantes de la historia de la música moderna.

Hace exactamente 40 años, con el lanzamiento al mercado del disco “Dark side of the moon”, Pink Floyd terminaba de solidificar el término álbum concepto, algo que se intuía ya en uno de sus trabajos anteriores: “Meddle”, pero que con este disco lograba encerrar un universo de perfección alquímica entre música y pensamiento en poco más de 40 minutos.

Hoy, cuatro décadas después, la imagen del rayo de luz atravesando aquella pirámide de cristal para lograr descubrir el color inunda las redes sociales y las páginas de internet, conmemorando los 40 años del lanzamiento de uno de los discos más importantes e influyentes en la historia. La imagen se presenta en versiones de acuarela, collage o mediante la técnica del puntillismo evidenciando una idolatría histórica de la que pocos grupos han gozado y que acompañan con fidelidad una música que aún se escucha imposible de caducar.

El álbum “Dark side of the moon” (Dsotm), desde su inicio tuvo un enorme éxito, tanto comercial como de la crítica y consolidó a la banda, que gozaba de un importante reconocimiento como una de las más importantes de la época y de las más influyentes de la historia. Tan solo un mes después de su lanzamiento el disco alcanzó el primer puesto de la lista de ventas de la Billboard en abril de 1973.

Con este LP la banda logró conectar definitivamente con el público. Tanto así que incluso llegó a ocupar un lugar en el libro de los  récord Guiness por haber estado en las listas de popularidad durante más tiempo que ningún otro disco. “Dsotm” estuvo 591 semanas en la lista de la Billboard de los 200 discos más vendidos, con un total aproximado de 14 años (741 semanas), y la siguiente ocasión que regresó a las listas de la Billboard permaneció durante más de 26 años. Cosechó 15 discos de platino en EE.UU. y es el tercer disco más vendido de la historia a nivel mundial (con 45 millones de copias vendidas), tan solo superado por “Thriller”, de Michael Jackson y “Back in back”, de AC/DC, ambos en la década de los ochenta.

One, two, three, four

La conjunción de ideas y talento contribuyó a la realización perfecta de las 10 canciones que contiene este álbum, en el que se puede notar la inteligencia y la profundidad a través de conceptos directos y universales en las letras escritas por Roger Waters. El bajista de la banda -tras la salida de Syd Barret por situaciones no tan esclarecidas y cercanas a la respuesta de la locura-, había tomado el liderato y había impuesto su creatividad cognitiva y filosófica.

Tras la salida de Barret, David Gilmour ocupó su lugar mutando la influencia sicodélica del anterior líder y guitarrista con aportes musicales armónicos que mostraban mucha sensibilidad y cierta sensualidad que perdurarían incluso en los discos post Waters, expuestas con mayor claridad en “The division bell”.

La dupla funcionó con excelsitud. Con el sello Waters-Gilmour se repetía un fenómeno común de las súper bandas, este del complemento único que ha permitido generar la música más completa como lo hicieran John Lennon y Paul McCartney, en The Beatles; Jimmy Page y Robert Plant, en Led Zepellin o Mick Jagger y Keith Richard, en The Rolling Stones.

Pero la banda estaba conformada por cuatro integrantes. A la genialidad conceptual, al dramatismo lírico de Waters y a la sensualidad rítmica de Gilmour se les unió la capacidad de Richard Wright para llenar la música con ambientes creados en teclados transformados en atmósferas espaciales. Todo se complementó con el ritmo lleno de colores impuestos por el baterista Nick Mason; pero siempre liderados por la personalidad imperante de Roger Waters.

El líder de la mítica banda de rock, formada en la facultad de Arquitectura de la Universidad Politécnica de Londres  tomó las riendas de Floyd –tras la salida de Barret- y lo que hasta el momento había prevalecido en la banda, basado más bien en sonidos psicodélicos, se volcó hacia un rock progresivo de atmósferas intensas y contenidos intelectualmente poderosos.

Si bien el recurso artístico del disco conceptual ya había sido usado por artistas como John Coltrane o Frank Zappa & The Mothers of Inventions a mediados de los sesenta, quizás el antecedente más probable de un álbum conceptual haya sido el “Sgt. Pepper`s lonely hearts club band”, de los siempre innovadores The Beatles. El álbum contaba con esa intención inicial de contar con un tema central basado en una banda ficticia y aunque el resultado no contiene un eje narrativo que cuente y desarrolle un relato hasta su desenlace, el disco no resultó una simple colección de temas, algo se podía sentir que funcionaba más allá del ritmo y la melodía.

Pink Floyd logró contar en algunos de sus álbumes múltiples historias interrelacionadas, con personajes en común, con temáticas similares y con preocupaciones comunes. Waters se convirtió en el artífice principal de esta suerte de óperas de rock como lo fueron “Animals” (basada en la obra de George Orwell, “Rebelión en la granja”); “The wall” y “The final cut” (que tocaban el tema de la guerra y sus implicaciones sociales) y, en menor medida, “Wish you were here” (que hablaba sobre la ausencia, inspirada tras la partida de Barret por problemas mentales).

Los conceptos de Waters fueron planteados como problemas sociales e incluso existenciales, pues el músico supo exteriorizar ciertas realidades cercanas como   la de la Segunda Guerra Mundial en la que perdió a su propio padre, y las llevó a un máximo nivel poético. Pues, es verdad, el contexto determina las posibilidades del artista y pareciera ser que a mayor conflicto aumentan las posibilidades narrativas.

Precisamente, uno de los máximos referentes en la historia del rock en el cine es “Pink Floyd the Wall”. Estos  conceptos  fueron llevados al cine en la película dirigida por Alan Parker que se levantó como una crítica a los muros que impone la sociedad, desde las trabas en la educación infantil, la influencia de la televisión y la pesadilla de la guerra, hasta el totalitarismo por parte del Estado.

La cinta muestra la desintegración social del protagonista, un álter ego del propio Waters, y a partir de esta se refleja la descomposición de la sociedad. Con un estilo visual muy puro, “Pink Floyd The Wall” muestra cómo las barreras que crea la sociedad van envolviendo al protagonista y minimizándolo. La guerra, los medios y la fama están tratados con profundidad. Las secuencias de animación están bien logradas y la banda sonora y sus letras, escritas con un alto sentido simbólico, fungen como un ente narrador.

Es que la música, y sobre todo, las letras de Waters, antes y después de la era Floyd, han estado siempre comprometidas con el pensamiento del inglés que no ha dudado en criticar a quienes manejan el poder en el mundo, a veces indirectamente y otras con nombre y apellido. Waters,  supo levantar la voz en contra de los conflictos bélicos.

El discurso establecido en “The wall” siguió su rumbo hasta arribar a “The final cut”, en el que Waters, casi hablando exclusivamente en primera persona, sopesaba las consecuencias del fin de la guerra y entre sueños de postguerra dibujaba una triste realidad de soldados abandonados y políticos autoritarios dirigiendo las guerras a control remoto, algo que retomaría después en su trabajo como solista en el álbum “Amused to death”.

El tema político ya lo había abordado antes; en “Animals”, en el que había apuntado hacia la sociedad y sus excesos, sus miedos y sus abusos. El álbum de cinco canciones contenía una trilogía de temas grandes en los que  señalaba a tres grupos simbolizados como Perros, Ovejas y Cerdos. Desde la portada con la imagen de un cerdo volando por las chimeneas de la estación eléctrica de Battersea, concebida por el propio Waters, trazaba la ruta de la crítica mordaz del músico donde exponía a los poderosos, a aquellos que utilizan la fuerza para imponerse y a los obedientes que siguen su suerte únicamente dentro de la manada como animales, con un ritmo trepidante que lograba hacer brillar más a la ironía y el sarcasmo con los que Waters señalaba a la sociedad.
 
En busca del álbum perfecto

En el proceso de creación del “Dark side of the moon”, Waters, el gran agitador, lanzó la idea de que el álbum tratara sobre cosas que hicieran enfadar a la gente, enfocándose en las presiones a las que se enfrentó la banda por su estilo de vida y en los problemas mentales que tenía el antiguo miembro de la banda, Syd Barret.

En el álbum no hay una temática única que predomine en las letras y los sonidos; sin embargo resulta el disco más redondo de la banda -incluso más que “The wall” que tenía una historia totalmente definida-, pues el disco nunca renuncia a su ambición universal casi totalizadora.

La realización de “Dsotm” significó un paso adelante en el diseño de sonido y las técnicas de grabación, donde el músico e ingeniero Alan Parsons fue el mago que completó el acto de magia tras la mezcla de la interpretación musical. Además la concepción casi orquestal de la música trajo intérpretes que le dieron un inmenso aporte al disco, como el del saxofonista Dick Parry y la vocalista Clare Torry.

En “The great gig in the sky”, la interpretación de la voz de Torry afecta al punto de poder hacer volar a quien la escucha. Su improvisación alcanza tonos electrizantes que llegan a erizar la piel. No en vano el tema fue elegido como la mejor canción para hacer el amor, tras los resultados de una encuesta realizada en Inglaterra.

Como un ciclo de vida el disco arranca con un latido de corazón que pronto acompaña un reloj, la caja registradora, carcajadas de loco y pasos iluminados, tras varios gritos de angustia, con la entrada parida por los cuatro músicos. “Breathe in the air” anuncia el inicio del ciclo, el nacimiento.

“Dsotm” grafica toda una serie de conflictos. El temor, el  estrés, el paso del tiempo, la locura, la codicia son expresados a partir de una colección de sonidos que nos llevan, una vez más a volver la mirada sobre la sociedad moderna y adonde nos hemos conducido. La banda es tajante en su ambición de mostrar al mundo en su totalidad, con su histeria, sus tensiones y su locura en busca de una improbable redención.

Pero, como toda obra de arte, el disco “Dsotm” permite una multiplicidad de lecturas. Algunas divertidas como la que se atribuía a que en realidad el disco era la banda sonora del filme infantil “El mago de Oz”, pero que más allá de un par de coincidencias entre imagen y música la anécdota fuera negada por los propios integrantes de la banda.

La multiplicidad de lecturas en este caso, más bien, se hace posible gracias a las situaciones expuestas en los distintos temas: “Time”, “Money”, “Us and them” permiten una identificación de quien las escucha no necesariamente en la lectura literal, sino entre las líneas de sus letras a un nivel más profundo. Las ideas en la letra se presentan tal como lo hace la música: en capas, permitiendo distintos niveles de lectura.

La reflexión es constante en el espíritu del disco: sobre el fugaz paso del hombre por la vida, sobre la angustiante superficialidad y corrupción que produce el uso y la acumulación del dinero, sobre los opuestos sociales y las violentas diferencias entre los seres humanos, sobre la inevitable locura y la paranoia, sobre todo lo que está bajo el cielo, “sobre todo lo que vendrá y todo lo que está bajo del sol están en armonía, pero el sol está eclipsado por la luna”. Esa luna que pertenece no al cosmos, sino a los locos, a los lunáticos del título original del álbum “El lado oscuro de la luna Una pieza para lunáticos variados”.

La historia comprueba que el disco se realizó en el lugar y en el tiempo indicados. Este trabajo que puede considerarse como un disco eterno ha sido analizado por millares de críticos y seguidores y así seguirá sucediendo, pues desde hace 40 años, con el lanzamiento de “Dark side of the moon” se alcanzó uno de los momentos más memorables en la historia del rock y de la música popular.

Al final del disco, la música se despide repitiendo el sonido ahogado del latido de corazón. El ciclo se ha cerrado.

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