La estafa, poco escrúpulo y mucha “labia” e ingenio
Desde el famoso Sigifredo Reyes Moreno, conocido como “El cuentero de Muisne”, quien en los años 70 se hizo pasar por el hijo del presidente y en los 80 vendió la Torre del Reloj del Malecón de Guayaquil a una pareja de turistas suizos, el perfil del estafador es una mezcla de sagaz ingenio, “labia” caudalosa y carente de escrúpulos.
Hay quienes con estafas y mentiras sobreviven a diario en las ciudades, ofertando cosas que en apariencia lucen bien, pero en realidad serán, a decir del común de la gente, un “chasco”, una decepción.
Esto fue lo que le pasó a José R., de 22 años, quien hace unos meses caminaba cerca de un centro comercial, al norte de Quito, cuando un joven lo sorprendió ofreciéndole un celular de alta tecnología.
Jorge, quien tenía un celular sencillo, se cautivó cuando el otro joven, con firmeza y convicción, ofrecía entregarle el de mejor tecnología a cambio de su viejo teléfono, pero debía recibir cincuenta dólares más. Y con ello, el trato aparentemente quedaba sellado y sin lío. Jorge no lo pensó mucho, pues creía que era una oferta imposible de rechazar, e inmediatamente buscó el cajero automático más cercano para sacar lo que le pedían.
El negocio se hizo en menos de 20 minutos. José, un tanto emocionado por su adquisición, se subió enseguida a un taxi y se marchó del lugar. Ya en su casa, cuando intentó colocar el chip en su nuevo teléfono, se llevó la sorpresa: estaba vacío, no funcionaba. La cantidad de dinero que perdió fue 100 dólares; sin embargo no podía poner una denuncia pues no conocía al estafador.
Habría que decir, entonces, que el perfil de la víctima de los estafadores es una mezcla de ingenuidad y ambición por el negocio fácil.
Para el tratadista ecuatoriano Jorge Zavala Baquerizo, el fraude es “un modo de actuar dentro de la vida, una conducta que se manifiesta, unas veces, mediante el engaño y, otras, mediante el abuso de confianza”.
Varios especialistas y abogados que llevan este tipo de casos coinciden en que el fraude es un “modus operandi” marcado por la facilidad intelectual para obtener una ventaja económica.
En la Fiscalía de Pichincha, al consultar acerca de los delitos y estafas, el nombre de Diego Francisco Cisneros aparece de forma repetitiva. Entre el 2010 y 2011 tiene 30 denuncias por este delito.
Una de las maneras en que este hombre de 67 años lograba sus cometidos era haciéndose pasar por presidente de una fundación que necesitaba comprar un vehículo. Cuando encontraba a la persona, se presentaba ante ella con un grupo de supuestos guardespaldas.
Al momento de la compra, Cisneros aclaraba que pagaría con cheques del exterior, así que la plata se haría efectiva luego de varios días. En ese lapso, aprovechaba para vender el automóvil a una tercera persona, y así su estafa quedaba completa.
Cisneros tiene sentencias por algunos casos. Sin embargo, debido a su edad, se encuentra en arresto domiciliario. Fuentes que pidieron guardar su reserva manifestaron que este hábil hombre sigue cometiendo sus fechorías desde su casa, vía telefónica.
Su audacia llegó a tanto que alguna vez intentó sobornar a personal de la Fiscalía haciéndose pasar por familiar del fiscal General Galo Chiriboga. Uno de sus últimos intentos fue hacerse pasar por abogado tratando de llevarse los expedientes de los procesos que se seguían en su contra.
Para el psicólogo Francisco Guevara, quien trabaja en centros de atención mental, la personalidad de un sujeto estafador es vivaz y amistosa; sus conversaciones tienen un tinte fantástico, determinadas por gran capacidad imaginativa.
Entre los aspectos que utiliza para convencer se cuenta, sobre todo, una envidiable capacidad para retener información, y una cortesía desinteresada, siempre desviviéndose por ayudar.
Según el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, las personas estafadoras presentan una sobrevaloración de la importancia personal. Esperan que los demás reconozcan el valor único y especial que creen tener.
Juan Pablo Alegría, abogado que lleva algunos procesos de estafa y abuso de confianza, explica que la diferencia entre estafa y abuso de confianza radica en que la primera se da entre particulares que no tienen más que una casual relación comercial, como por ejemplo la venta de un vehículo; mientras que el abuso de confianza suele darse entre aquellos que tienen una relación de amistad o parentesco.
“En el momento en que una persona se sienta afectada por otra que se haya apropiado de alguna pertenencia con el afán de beneficiarse económicamente, se está dando el delito de estafa. Sin embargo, hay que verificar las particularidades de cada caso”, puntualiza Alegría.
De igual manera manifiesta que la Unidad de Soluciones Rápidas de la Fiscalía (en donde se tramitan las denuncias por estafa), tiene como objetivo llegar a un acuerdo transaccional, en el caso de que sea un malentendido, para de esta manera reparar los daños al perjudicado.
Estos casos son comunes, por ejemplo, entre comerciantes, quienes regularmente se prestan dinero de palabra sin ningún documento que certifique el préstamo. En ese caso, quien realiza la demanda debe esforzarse y buscar la manera de probar que existió fraude, estafa o abuso de confianza.
En el Código de Procedimiento Penal se establece la especificidad de las estafas y defraudaciones, para hacer notar la diferencia con el abuso de confianza. Por tanto cuando se utiliza la fórmula fraude, se hace en relación con específicos bienes jurídicos lesionados o puestos en peligro.
Reynaldo M. prestó 800 dólares a una vieja amiga de la universidad con el fin de que levantara un negocio de publicidad. El plazo establecido para el pago fue de dos meses. Dicho tiempo pasó, y la deuda no fue cancelada.
Reynaldo insistió por más de tres meses, tratando de recuperar el monto prestado, pero no recibía respuesta. Hace varios días el afectado puso la denuncia y, por fin, la “amiga” apareció. Ahora se encuentran en un proceso de mediación, y ella se compromete a pagar lo adeudado para evitar ir a la cárcel.
Cuando se ingresa una denuncia por estafa o abuso de confianza, se establece un año para indagación previa; después el Fiscal determinará si existen las pruebas necesarias para iniciar un juicio. La pena para este delito es de seis meses a cinco años.
Uno de los casos más recurrentes es el de una persona que entrega su vehículo a un tercera para que ésta se encargue de su venta. Finalmente, el dueño no vuelve a saber ni del auto ni del dinero.
En el mes de noviembre de 2011, una banda de estafadoras fue capturada en la ciudad de Tulcán. Su modus operandi era retener, precisamente, mercadería de comerciantes a nivel nacional.
Diariamente, personas afectadas por una estafa o fraude llegan hasta las oficinas de abogados en busca de una solución para recuperar lo perdido. Son muchos los casos, desde luego, en que no se recupera nada (basta pensar en muchas de las llamadas “pirámides financiaras”).
Lo más conveniente, coinciden varios abogados y afectados que aprendieron la lección, es no pecar de ingenuidad o fácil ambición, además de saber determinar a aquellos quienes, una vez adquirida la confianza de su “amigo/víctima”, a la primera extendida de la mano se agarraron del codo. Así es como normalmente un avispado, “labioso” y memorioso, se lleva lo que no es suyo.