Los voluntarios de diferentes cantones se capacitan para ayudar a personas con problemas de dependencia
Andreína encuentra un espacio idóneo para dejar las drogas tras 10 años de consumo
A los 11 años Andreína consumió drogas por primera vez, unos amigos de su padre se las ofrecían cuando ella iba a buscarlo para que regresara a casa, tenía un problema de dependencia con el alcohol. “Me veían llorar y me decían toma esto, que esto te calma, te pone en otro estado. Mi papi no se daba cuenta, además el más se preocupaba del vicio”, relata.
Poco después de cumplir 15 años su adicción pasó a un nivel más crónico, pues se refugió en los estupefacientes para soportar el dolor que le causó la muerte de su madre. Diez años después del primer uso, luego de vivir bajo puentes y escapar de 5 clínicas de rehabilitación, decidió cambiar su vida y dejar de consumir las sustancias que la dejaron en extrema delgadez y hasta la llevaron a robar. “Tengo un hermano, de 19 años, que también fue ‘drogo’ y ambos nos apoyamos para salir de esto”, cuenta.
No solo el hecho de que los amigos de su padre le ofrecieran la droga la obligó a consumir, cuenta. Si no que nunca encontró en su familia una palabra de cariño, específicamente un ¿cómo estás?, ¿cómo te va? o un te quiero. “En mi hogar no pasaba eso. Un adicto siempre quiere escuchar que se preocupan por uno”, expresa. Esas palabras, por primera vez, las escuchó de un hombre al que unió su vida y que la alienta en su recuperación.
Jaime Vásconez, pastor del Centro Cristiano de Guayaquil, comenta que la joven llegó hace 2 meses al grupo de apoyo para personas con problemas de dependencia, en la que participan psicólogos, que se realiza los jueves de 19:30 a 21:30.
Andreína indicó que se escapó de las 5 clínicas de rehabilitación porque no le gustaban las reglas, todo lo veía mal. La joven ahora se capacita para ayudar a otros chicos que pasan por lo que ella vivió. Y no solo ella, sino varios de los asistentes al grupo de apoyo, líderes comunitarios de Guayaquil, como Pascuales, Bastión Popular, Batallón del Suburbio y de otras ciudades, como Durán, El Triunfo (Guayas) y Portoviejo (Manabí).
“Mi filosofía es esa, medio te estás levantando y ya debes capacitarte. Tenemos tantas iglesias, y no solo me refiero a las cristianas-evangélicas, sino católicas y demás, y si cada una emplea sus instalaciones y capacita a su gente para enfrentar la problemática y formar grupo de autoayuda tendríamos miles de puntos para que las familias y la comunidad puedan asistir”, manifiesta Vásconez, quien sostiene que consumió drogas durante 20 años y encontró su recuperación en la palabra de Dios. Agregó que está convencido de que lo único que saca a las personas del ‘submundo’ es la reeducación, pero con amor, paciencia, tino, prudencia.
Erick Martínez, director nacional de la Juventud de las Asambleas de Dios, indica que trabajan con más de 500 jóvenes líderes que llegan a alrededor de 5.000 muchachos. “El consumo, sobre todo, se da por la ausencia de valores y la desorientación por parte de los padres”, señala. Además, narra que uno de los sectores más vulnerables es el suroeste de Guayaquil. “Hace unos 8 meses, en las calles 40 y Francisco Segura explotó una granada y murieron miembros de una familia. Eso fue un detonante y hubo un cambio en la comunidad porque tenía relación con microtráfico. Entonces hubo unión y se empezó a trabajar con los jóvenes”, cuenta y enfatiza que por eso no hay que quedarse callado.
Alfonso Palomeque, quien habita en la parroquia Pascuales desde que nació, hace 35 años, cuenta que ha visto a jóvenes y hasta parientes fallecer por el consumo de droga. “Esto me ha movido a ayudar y crear grupos de jóvenes para chicos que no consumen y también para los que están inmersos en el vicio”.
Víctor Salazar es pastor en el sector El Recreo, en Durán. En su zona hace poco falleció un joven consumidor que estaba en una clínica de rehabilitación clandestina. “El trabajo en comunidad es de suma importancia”, destaca.
Christian Michilena, de El Triunfo (Guayas) y a cargo de grupos en la región Costa, menciona que “muchos chicos son amenazados para que vendan droga y se vive en incertidumbre y la gente no se quiere comprometer, pero visitamos hogares y tratamos de ayudarlos. Necesitamos voluntarios que sean preparados en psicología y terapias”, dice.
Felipe Baquerizo, del Centro Evangelístico Portoviejo (Manabí), destaca que las personas necesitan del apoyo de la familia para continuar la rehabilitación. “O bien lo saca o lo hunde”, enfatiza.
Andreína relata que llegó a vivir debajo del puente Patria, cerca a la Policía Judicial, en el oeste de Guayaquil. Ahí pensé: “¿para qué más gastos en clínicas?, si yo puedo salir, no sola, pero sí con la ayuda de Dios. Así fue, me encerré en la casa, pasé la abstinencia y mi esposo me ayudó. Además, encontré el grupo de apoyo para asistir”, recuerda. “Hay que pensar bien las cosas. No por curiosidad debemos probar de todo como a uno le enseña el dicho: la curiosidad mató al gato”, manifiesta.
Cifras de consumo
Según el último estudio disponible realizado en Ecuador por el Consejo Nacional de Control de Sustancias Estupefacientes y Psicotrópicas (Consep), en 2012, la edad promedio del primer uso de droga (sin contar las ocasiones que le dieron a probar de niño) es de 14,2 años. En 2005 y 2008 se registró una edad de inicio de 13,8 años. (I)