Un Presidente que trabaja a un ritmo muy extenuante
El calor es intenso. La mayoría ha pasado 12 horas con la misma ropa y está desesperada por un baño. Por eso, cuando la delegación ecuatoriana llega al hotel Radisson de Montevideo, todos buscan uno. El único que hay en el lobby es muy pequeño, solo tiene un sanitario y un lavabo. Allí está Juan Carlos Cassinelli, vicepresidente de la Asamblea, afeitándose rápidamente. Junto a él tiene su equipaje y aceleradamente busca una camisa. Entiende que el tiempo es importante y detrás de él, otros esperan.
En el cuarto piso se ubica el salón para la prensa. Allí, otros baños; todos ellos copados por ecuatorianos y sus maletas... uno de ellos, Marco Antonio Bravo, subsecretario de Innovación y Nuevos Medios, cambiándose de camisa y colocándose un terno. Al lado, periodistas se lava los dientes, se mojan el rostro o se aceleran peinándose.
Una situación similar ocurre en el baño de mujeres... Mientras el presidente Rafael Correa ofrece una entrevista a medios uruguayos, todos aprovechan el tiempo; están conscientes de que la siguiente oportunidad para cambiarse de ropa será en 24 horas.
Es que ese es el ritmo de trabajo que imprime en sus agendas el Mandatario ecuatoriano. Nadie descansa, ni él, ni las autoridades, ni los periodistas. Las actividades son tantas que lunes, martes y miércoles, en realidad fueron un solo día.
La semana inició con la visita de Juan Manuel Santos a Quito. Era el primera vez que el presidente colombiano visitaba Ecuador luego del bombardeo de Angostura. Todo el lunes Correa se dedicó a esto. A las 21:00 de ese día viajó a Montevideo para participar en la cumbre de presidentes del Mercosur. Llegó a las 8:00 (hora de Uruguay) del martes, salió a las 00:00 y arribó a Quito a las 5:00 del miércoles.
“Nunca duerme”, “nunca para” suelen decir quienes ya están acostumbrados. El Presidente trabaja e imprime su ritmo a quienes lo rodean: funcionarios y periodistas.
Y la visita a Uruguay no fue un caso excepcional. Así son todas sus giras internacionales. Correa tiene la costumbre de viajar siempre de noche, para no perder tiempo y aprovechar el día en su totalidad.
La visita a Uruguay, por ejemplo, arranca luego de un arduo día de trabajo. El avión hace escala en Guayaquil e Iquique antes de aterrizar en Montevideo.
El sol pega fuerte en la capital uruguaya y antes de recibir los honores de Jefe de Estado, Correa se acerca a los periodistas, que lo llaman desesperadamente, para ofrecer declaraciones sobre el análisis que hace acerca de pertenecer al Mercosur. Fue el único mandatario que acudió donde los comunicadores.
Contrario a lo que suele pensarse, la relación de Correa con los periodistas es cordial. Siempre muestra disposición para responder las preguntas, tanto de los ecuatorianos como de los extranjeros.
Luego de aterrizar, Correa y su comitiva se dirigen al Radisson. Allí no pasa ni una hora en una habitación y baja para ofrecer entrevistas previamente pautadas. Quienes rodean al presidente aseguran que “cierra los ojos” diez minutos y logra recomponerse.
Casi dos horas de entrevistas y el gobernante parte a la sede del Mercosur. Es el primero en llegar. Antes de ingresar vuelve a hablar con los medios. Como antes, sería el único presidente en hacerlo.
Periodistas de Brasil, Argentina y Paraguay se agolpan. La seguridad los empuja. “Detrás de la reja”, dice un guardia. Nadie quiere moverse, más allá de la toma de ingreso que puedan obtener, las declaraciones de Correa les da esperanza de que otro mandatario hable. Por eso se quedan allí, bajo el fuerte sol.
Correa permanece en el edificio del Mercosur todo el día. Allí almuerza, dialoga con los mandatarios e interviene en la plenaria. Y con él se quedan todos quienes viajaron en el avión presidencial. No hay paseos, ni salidas a almorzar. Es muy difícil apartarse de Correa, porque quien se queda de la caravana corre el riesgo de extraviarse o, peor aún, perder el vuelo de regreso.
En Montevideo empieza a oscurecer a las 20:00, y la plenaria apenas ha empezado. Termina casi a las 23:00. En ese momento los presidentes empiezan a retirarse, todos menos Correa. Aún tiene que cumplir dos entrevistas con Telesur y Prensa Latina.
El Mandatario ecuatoriano es el último en abandonar el edificio del Mercosur. Va rumbo al aeropuerto. El avión despega pasadas las 00:00 ya del miércoles.
Por cuestiones técnicas las luces se apagan, pero vuelven a encenderse poco después del despegue. La tripulación va a servir la cena. Ésta será la segunda comida de la mayoría presente, la primera la hicieron 24 horas antes, en el vuelo de ida.
El silencio envuelve al avión. La gente está comiendo. “Está muy buena la comida, ¿será el hambre?”, pregunta un fotógrafo en tono jocoso. Se recogen los platos desechables y Correa se levanta. Algunos ya están dormidos, pero el Mandatario va de puesto en puesto, estrechando la mano de todos.
Unos se toman fotos, otros le hacen alguna pregunta o, simplemente, se despiertan. El canciller Ricardo Patiño está detrás de él y cuando observa que algunos pasajeros se están despertando les dice con una sonrisa “cómo es eso... el Presidente trabaja y ustedes duermen”. Aunque más tarde, como reconociendo la causa del trajín, expresa, sencillo: “el Presidente hace que las otras personas se cansen y duerman”.
Tras el saludo, el Correa pide que le traigan una guitarra y se la entrega a Patiño. Hora del guitarreo, como lo llaman sus más cercanos.
Las canciones de Sabina, como “Y nos dieron las diez”, son las más tocadas; aunque también se cuela por allí una tonada un tanto más vieja, como “Perfidia”. Patiño toca y canta, Correa le sirve de coro y mira hacia atrás, como pidiendo que lo sigan.
Y así ocurre. Las canciones mezcladas con bromas y sonrisas se extienden por una hora. Cuando Correa ve que la guitarra está desafinada dice, despreocupado: “traje un afinador”.
Patiño prefiere cantar en vez de tocar, así que va de asiento en asiento buscando un guitarrista. Los pasajeros señalan a un periodista y le hacen barra.
Con gritos de por medio, el guitarrista improvisado se levanta e inicia el recital. Ya para ese momento el rostro del Presidente refleja extremo cansancio. Con la mano se restriega los ojos.
Luego de bostezar se acerca a Patiño y le susurra que está muy cansado. Por fin, parece, que va a dormir. Las luces se apagan y todos intentan descansar en sus asientos, menos Patiño, quien se queda dando entrevistas por al menos otra hora más. El avión aterriza a las 05:00 en Quito; las actividades del presidente Correa iniciarán tres horas y media después. Es un nuevo día.