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El Telégrafo

Un presidenciable que controla las emociones, pero no oculta su “mal genio”

Un presidenciable que controla las emociones, pero no oculta su “mal genio”
30 de julio de 2012 - 00:00

Él mismo lo confesó y lo hizo al día siguiente en una entrevista con el diario Extra: el diálogo con El Telégrafo fue intenso.

Y no precisamente porque se lo haya acosado, sino porque el libreto al que se acostumbró, con otros medios, fue el de las preguntas abiertas, eso que en periodismo no se aconseja, si se quiere que el entrevistado explore sus propias convicciones y hasta sus más acentuados lugares comunes.

Y sí: cuando tocamos el tema de la riqueza y de cómo eso constituye también un factor determinante en la pobreza del Ecuador, Guillermo Lasso, que hasta ese momento había sido todo calma y reflexión, echó para atrás su silla, tomó aire y pidió recordar lo que había escrito en su primer libro: que nació en una familia modesta y que su fortuna se hizo sobre la base de mucho trabajo. De lo cual nadie duda, pero al insistir que hay fortunas mal habidas y que la equidad debe ser un objetivo social colectivo, retomó aire y desaceleró en su “cólera”.

Lasso evita la confrontación, como si el libreto estuviese hecho para diferenciarse de quien preside la República, a quien, en varias entrevistas alude -indirectamente- como el que genera la “crispación”. Por eso, cuando se le pregunta por qué quiere cambiar la Constitución desvía la respuesta y desconoce que en su segundo libro pide rectificar la tercerización.

Durante más de una hora, Guillermo Lasso se muestra como el candidato perfecto: no polemiza directamente con el Gobierno, lo felicita por varias obras y acciones, acentúa el tema de la pobreza como única bandera política electoral, evita nombrar a personas porque, según él, le preocupan más los problemas.

Está rodeado de un equipo (hay varios periodistas ahí) que analiza cada intervención y hasta los gestos. Cada uno de sus miembros está pendiente de las preguntas y toma nota. Lasso casi nunca los observa, salvo cuando alguien solicita agua y café. Entonces entra un mesero impecable y dispone agua fresca, justo en el momento más tenso
del diálogo.

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