Ruptura se asume como la nueva izquierda y se “arma” para el 2017
El movimiento Ruptura 25 se creó en 2004, justamente cuando se cumplían veinticinco años desde el retorno a la democracia en Ecuador (1979), de ahí el número 25 de su denominación.
Cuando se produjo el derrocamiento del coronel Lucio Gutiérrez, en 2005, jóvenes profesionales, integrantes de esta agrupación, tuvieron decidida participación en estos acontecimientos que han pasado a la historia como la “Rebelión de los forajidos”.
Esta tienda se asume como parte de la nueva izquierda, que reivindica a la democracia como el sistema idóneo para conseguir los cambios que la ciudadanía busca.
A partir del proceso eleccionario de 2006, cuando decide apoyar a Movimiento PAIS, se incorpora oficialmente a la actividad política.
El triunfo de Correa trae aparejado para Ruptura 25 la oportunidad de colaborar con el proceso socialista propuesto por PAIS. Por el Ejecutivo pasaron varios de sus militantes: Sebastián Roldán, Alexandra Ocles, Francisco Jiménez, además de una serie de funcionarios de segundo rango, en otras gobernaciones, ministerios y entidades públicas. La única asambleísta con la que cuentan es María Paula Romo.
De hecho, en la Asamblea Constituyente Norman Wray, Ocles y Romo tuvieron una decidida participación y apoyo a las tesis de PAIS. La alianza con el movimiento del Gobierno duró hasta enero de 2011, cuando cuestionaron el llamado a una Consulta para reformar la Constitución.
Ruptura 25 fue inscrito por el Consejo Nacional Electoral con el respaldo de 171.644 firmas válidas y va a las elecciones con candidatos propios, tanto para la asamblea nacional como para la primera magistratura, aunque con alguno que otro reciclado como Paco Moncayo, ex ID, candidato a asambleísta. Norman Wray y Ángela Mendoza son sus presidenciables.
IDEARIO
Ruptura es un movimiento en permanente construcción que se inspira y cree en los siguientes principios:
En una democracia radical y profunda, más allá de las instituciones.
En un proyecto nacional justo, soberano, solidario, incluyente, equitativo, construido colectivamente.
En una cultura de paz, basada en los derechos humanos como proyecto de ética y dignidad.
En nuevas formas de integración que fortalezcan la identidad andina y latinoamericana.
En la solidaridad como uno de los principios de convivencia democrática y sobre todo como un objetivo que debe buscar la acción política.