Ministros y ciudadanía, cara a cara por 2 horas
La pasividad con la que lucen las calles aledañas al Cabildo de La Troncal se trastorna en pocos segundos. Del interior del edificio sale a carrera un asesor de ascendencia serrana, engafado y con un portaterno en su brazo derecho. Se dirige atolondrado a un Pathfinder azul estacionado frente al Municipio. El grito “vamos, vamos mierda, apúrense” se empieza a replicar a la redonda. Poco a poco la guardia presidencial toma posición sobre el auto blindado que trasladará, en pocos minutos, al primer mandatario, Rafael Correa, hacia el recinto ferial La Cecilia, desde donde transmitirá el enlace ciudadano Nº 236.
De manera fugaz, Correa aborda el vehículo no sin antes saludar brevemente a los ciudadanos que, por el tumulto, se han acercado a curiosear la escena sin saber sobre la presencia del jefe de Estado. Los chillidos de las llantas retumban en la cuadra, los carros arrancan de manera imprevista y esquivan a más de un guardaespalda que acompaña a la comitiva presidencial. En pocos segundos, la imagen de la caravana se vuelve solo un agitado recuerdo.
El mismo vértigo se palpa a la salida de todo el gabinete ministerial del Cabildo. Uno a uno los secretarios de Estado, con un semblante de cansancio pero sonrientes, empiezan a embarcarse en sus vehículos, pero la ruta que toman no los lleva hacia el recinto La Cecilia. El punto de encuentro es el colegio José María Velasco Ibarra, ubicado a cinco cuadras de donde el Jefe de Estado ya inició su enlace ciudadano.
Un cartel ubicado en la parte superior de la entrada principal del establecimiento educativo anuncia lo que, en las próximas dos horas, se realizará en el plantel: “rendición de cuentas ministerial y feria de la Revolución Ciudadana”.
Música de todo tipo, incluido el himno Patria, recibe a los visitantes, en su mayoría habitantes de la propia La Troncal, aunque moradores de otras latitudes de Cañar se han acercado al colegio para participar de ese “careo” con los secretarios de Estado. “He venido a conversar con el ministro de Agricultura para proponerle un proyecto que se puede desarrollar en mi cantón”, manifiesta un productor lechero que arribó desde Biblián. Pero su apuro es atajado por la gran cantidad de personas que están ubicadas frente al edificio -que alberga ocho aulas- en donde los ministros de Estado han empezado la rendición de cuentas.
Las miradas de Vidal
Luego de sortear a un tropel de agentes de seguridad, personal de relaciones públicas, militantes de Alianza PAIS y más guardaespaldas, el panorama no luce más sencillo. El ingreso a las aulas, en la que están los funcionarios, está limitado a personas que con anterioridad habían concertado una cita. Empero, los ruegos de una madre de familia junto con su pequeño hijo -ataviado de manera inmaculada con el uniforme del José María Velasco Ibarra- logran ablandar a los agentes que custodian la puerta y les permiten ingresar al diálogo con la ministra de Educación, Gloria Vidal.
La funcionaria escucha atentamente a una profesora de otra escuela fiscal que da una retahíla de peticiones que van desde la construcción de un nuevo pabellón hasta la adquisición de 33 computadoras “para que cada alumno sepa andar en Internet”. Esta última demanda provoca en el resto de docentes que abarrota el aula reacciones de desaprobación. “¡Puta! Como si fuera la única escuela en la provincia”, se expulsa desde la parte posterior del salón. Vidal reprocha con un movimiento de la cabeza -como buscando al responsable de la frase- que se interrumpa la exposición de la maestra, por más inverosímiles que puedan ser sus exigencias.
Antes de que la secretaria de Estado responda a las inquietudes ciudadanas, permite que cuatro docentes más presenten sus puntos. La constante se mantiene: problemas en la infraestructura escolar.
Una vez más la mirada censuradora de Vidal aparece, pero esta vez sí tiene un destino fijo. Galo Yerovi, director nacional de Servicios Educativos (Dinse), comprende que es su turno tomar la palabra. Le explica a los maestros que, si bien acepta que aún hay trabajo que hacer, los municipios desarrollan proyectos que no cumplen con las condiciones mínimas que el Ministerio, como ente rector, ha estipulado.
La contestación tranquiliza un poco a la secretaria de Estado y, de la misma manera, calma los reclamos de los presentes al asegurarse que en pocos días se emitirá un decreto ministerial, en el que se establecerá que los cabildos no podrán realizar obras educativas sin la coordinación de la cartera del ramo.
El más asediado
El segundo piso del bloque de aulas del Velasco Ibarra está saturado por el ir y venir de ciudadanos, seguidores de PAIS, agentes de seguridad y decenas de personas que están vinculadas con las relaciones públicas de los ministerios. El aula número tres es la que más personas agolpa. Ahí están los funcionarios del área social y, especialmente, uno de los más asediados durante la jornada: David Chiriboga, ministro de Salud Pública.
El ministro escucha, con la mirada fija y la mano tapándose la boca, a cada uno de los ciudadanos que se paran frente a él para solicitarle -y en más de un caso exigirle- mejoras en los centros de salud pública. El grupo de interrogadores va desde enfermeras, pasando por dirigentes sindicales de los nosocomios, galenos, incluso alcaldes.
Es el caso del burgomaestre de Suscal, José Loja, quien toma el micrófono y, como recordando las épocas de campaña, arranca con un discurso que contiene antecedentes políticos del cantón, ensalzamiento del trabajo de su propia administración, afirmaciones de su cercanía con las autoridades de Gobierno... Pero la alocución es cortada a raya por Chiriboga, quien le solicita que concrete su pedido para evitar más atrasos.
La exigencia de Loja, una vez hecho el pedido del ministro, no dura más de 30 segundos. Se resume al reforzamiento del personal y equipamiento del centro de salud del cantón.
Acusaciones y respuesta
Quizás el aula en la que más variedad étnica se palpa es la dedicada a los asuntos de la Producción. Ahí, la ministra coordinadora, Nathalie Cely, sobresale del resto de sus compañeros de gabinete al estar permanentemente tipeando lo que se discute en el aula, en una PC portátil y en un Ipad. El resto de los funcionarios de la mesa -como María de los Ángeles Duarte, Verónica Sión, Richard Espinoza y Stalin Vera- se limitan a escribir constantemente en sus BlackBerry.
De un momento a otro, la voz ronca de un grueso personaje irrumpe en el aula e inmediatamente llama la atención de todos, hasta de la propia Cely que estaba sumergida en su PC.
Comienza el discurso. “Usted señor ministro -refiriéndose a Stalin Vera, ministro de Agricultura- ha cometido un error. Ha enviado la notificación para hacer que boten a un valioso funcionario del Ministerio en esta provincia (apunta a un hombre que está a su lado). Este hombre ha tenido una destacada participación y, sobre todo, se ha enfrentado a grandes poderes que abusan de su condición como el propio Álvaro Noboa. Sospechamos que justamente por eso se lo está botando. ¿Cuál es su vínculo con Álvaro Noboa, señor ministro?”, reclama casi gritando un señor que se autoproclama productor bananero de la provincia de El Oro.
La respuesta de Vera es inmediata y furibunda. “Usted a mí no me va a venir con esas acusaciones. No me va a decir con qué personas voy a trabajar”, afirma apuntando con el índice al grueso hombre. El funcionario prosigue lamentando que “un tema interno del Ministerio se esté ventilando en este momento (...) Pero le daré gusto. He recibido serias denuncias de corrupción de ese señor que usted tiene a su lado. Yo no voy a dejar intimidarme porque un funcionario trae a sus ‘abogados’ o barra propia”, asevera el secretario de Estado, mientras que en el aula todos están en silencio.
El productor continúa vociferando de manera intermitente, pero Cely, como moderadora de la mesa, da por finalizada la discusión. “Seguimos señores. Tenemos solo dos horas para atender a la ciudadanía y no podemos enfrascarnos en un solo tema, por respeto a todos los presentes”, sentencia la funcionaria.