Publicidad

Ecuador, 16 de Noviembre de 2024
Ecuador Continental: 12:34
Ecuador Insular: 11:34
El Telégrafo

La jornada presidencial dura más de 12 horas con Correa

La jornada presidencial dura más de 12 horas con Correa
13 de febrero de 2012 - 00:00

En un solo día no sorprende verlo vestido con diferentes trajes, que pasan desde una camisa sport, un elegante terno -con o sin corbata-, o quizá un chaleco y casco, que se usan en las construcciones. Ese, quizá, es el rasgo que más salta a la vista cuando se observa en acción al presidente Rafael Correa, sobre todo al movilizarse de un sitio al otro, y todo en un solo día. 

Su jornada está marcada por la puntualidad y un cronograma estricto. El gobernante ha dicho varias veces que detesta llegar tarde a una cita. La palabra clave es “agenda”. Y es que la dictadura del horario, por ejemplo, el jueves pasado, marcó el tiempo del Jefe de Estado por cerca de seis horas, durante las cuales recorrió más de cinco lugares (el nuevo aeropuerto de Tababela, en el nororiente; la parroquia rural Guayllabamba; la calle Machala y la Agencia Nacional de Tránsito, en el norte, y la Mena 2, en el sur de Quito), hasta culminar con una rueda de prensa, pasadas las 19:00. Sin contar que, como él admitió, ese mismo día asistió a la ceremonia de honras fúnebres por el fallecimiento del cronista Jorge Salvador Lara.

Las energías del Presidente no se agotan. Un ir y venir de ocho autos plateados 4x4 es solo la antesala para su arribo. En esos vehículos llegan más de 20 guardaespaldas, varios con gafas oscuras, pero todos con terno negro. Se suman alrededor de 500 uniformados, entre policías y militares, con algunos canes amaestrados. En el estadio de Guayllabamba aterrizaría el Jefe de Estado, luego de un sobrevuelo sobre el nuevo aeropuerto de Tababela y las nuevas vías de acceso a la ciudad.

El equipo de seguridad conoce la hora exacta del arribo del Presidente. Saben que es a las 10:10, pero si hay cambios, se comunican por sus auriculares, siempre encendidos detrás de sus orejas, lo que les permite dispersarse por todas partes y después concentrarse en la entrada principal del lugar cuando escuchan el sonido que emite el motor del helicóptero presidencial FAE 601, advirtiendo que el Mandatario está por aterrizar.

13-2-12-seguridad-presidencialEse detalle permite que todo cambie. Los vehículos, que minutos antes estaban estacionados, se convierten en una especie de personajes participantes de su propio acto, cuyo telón se abre desde el momento en que los guardaespaldas programan la ruta de salida más idónea, con ayuda de dos escoltas policiales que abren las vías, y se cierra cuando los carros se colocan uno detrás de otro, listos para salir. Correa llega y los guardaespaldas no pierden el tiempo.

Pero eso es en la partida. Cuando llega el gobernante otro equipo se asegura de asistirlo. Tras el aterrizaje un ayudante de pista coloca una pequeña escalera blanca al pie de la nave. Correa baja, vistiendo una camisa blanca y el sol, que minutos antes brillaba sobre el lugar, se esconde, lo que advierte uno de los dos guardaespaldas que vienen con él y rápidamente lo ayuda a colocarse una chaqueta café. Atrás, y como si fuera su sombra, Mariana Pico, su secretaria privada, camina junto a él. Ella lleva entre sus manos, y sin descuidar, una agenda azul en la que anota  hasta el último detalle.

Al salir del coliseo, varias personas se acercan para saludar al gobernante. La seguridad presidencial los organiza. Correa, al notar su presencia, se acerca y comparte con ellos, sobre todo con los niños que corren a darle la mano o abrazarlo. Esa, quizá, es la prueba más difícil que deben afrontar sus escoltas pues saben que tienen que protegerlo, a pesar de que a él no le gusta estar tan controlado, y eso se nota en su interacción con los ciudadanos.

Madres corren con sus hijos en brazos, adultos mayores lo abrazan, mientras que otros le regalan chirimoyas, frutas  emblemáticas de la zona, que sin reparo alguno recibe.

Todo eso se realiza en minutos, hasta que la puerta de uno de los vehículos se abre y los guardaespaldas conducen a  Correa hacia el auto plateado y lo trasladan, resguardado por cuatro motocicletas de la escolta presidencial, al siguiente punto.

Las dos de enfrente se abren paso entre el tráfico, mientras que las otras dos van más despacio, deteniendo a los vehículos que no son parte de la caravana, conformada por más de 15 autos.

13-2-12-act-seguridad-presinente04Así llegó hasta el puente de Guayllabamba, en el que revisó los avances de la obra, compartió con la ciudadanía y dio una disposición: “en 15 días se abre, sin necesidad de inauguración”.

Apenas dijo esas palabras, el Jefe de Estado nuevamente abordó su vehículo y con las ventanas abiertas, disfrutando del paisaje que ofrece la serranía ecuatoriana, llegó a otro lugar: la calle Machala, al norte de Quito, en la que inspeccionó el intercambiador de la zona.

Hasta llegar allí no perdió la oportunidad para saludar con los conductores de los vehículos. De repente la agenda cambia. Pide a la caravana que se detenga en el edificio de la Agencia Nacional de Tránsito, que no estaba en planes de visita. A pesar de que allí se toma más de 30 minutos, no llega tarde al próximo lugar: el barrio la Mena 2, ubicado en el sur de Quito, donde  cambia su leva café por un chaleco y casco de construcción.

No pasa ni una hora y su “look” despreocupado cambia por un terno negro, que combina con una corbata blanca, que lo acompañarán hasta la noche, pasadas las 19:00, cuando ofrece una rueda de prensa. Su día no termina allí. A esa hora vuelve a la oficina, en la que permanecerá hasta pasadas las 21:00.

Contenido externo patrocinado