La ID no logra salir de empantanamiento
A los ex fundadores y militantes de la Izquierda Democrática (ID) no les gusta hablar sobre el rumbo que ha tomado la agrupación. Fruncen el ceño y con diplomacia -más de uno- evade comentar sobre el camino del “partido naranja”, que este año cumple 42 años de fundación y que vive actualmente sumido en la peor crisis interna de su historia.
Esto último porque dos líderes (Dalton Barcigalupo y Henry Llanes) disputan la presidencia de la agrupación, lo que no permitirá la reinscripción del partido, que tiene hasta el 17 de julio para registrarse y participar en las elecciones de 2013.
Frente a esto hay una excusa generalizada: “Yo me desafilié hace 10, 15, 20 años...”. Esa es la respuesta que casi todos dan cuando se les consulta sobre el tema. Y esa situación refleja una nueva realidad: la mayoría de los ex “históricos” dirigentes de la ID ya no están en el partido.
Sin embargo, Luis Jarrín, fundador del “movimiento naranja” y quien fue director nacional por más de 10 años, se atreve a hablar sobre el futuro que toma el “mausoleo de cinco pisos” como llama a la ID.
Aún continúa afiliado, “¡pero no sé a qué estoy afiliado!”, increpa. Crítico y espetando “perros carroñeros”, no deja de confesar que siente pena porque a la “ID la creamos con nuestras manos sin ningún afán personalista sino para crear la tendencia del socialismo democrático en Ecuador”.
Luego confiesa que siente indignación porque “aquellos que pugnaron por ser directivos o seudodirectivos no tienen ninguna historia pasada en el partido que no sea la de usufructuar candidaturas para diputados, concejales, prefectos, pero nunca le dieron nada y a él le deben todo; cómo les gustó el poder luego no quisieron salir”.
Cuenta, por ejemplo, que Bacigalupo ingresó en 1980 y que conoce que fue expulsado de la Democracia Popular (DP), cuya alianza con fines presidenciales en 1988, cuando Osvaldo Hurtado ascendió a la vicepresidencia, fue el principal error que tuvieron.
Llanes, en cambio, señala que ingresó hace ocho años, cuando llegó a ser diputado por unas alianzas entre sindicalistas y la ID. A él, Jarrín lo llama “títere de Andrés Páez”, de quien considera tiene ambiciones de ser presidente de la República y por ello utiliza al partido.
A Páez comenzaron a verlo entre 1986 y 1987, “se le notaba vivaracho”, dice Jarrín, quien comenta que su amistad con Jorge Gallardo, quien fue director provincial, lo catapultó.
El único asambleísta de la ID en la actual Asamblea Nacional sostiene que en la reinscripción del partido es el Gobierno el que trata de “boicotearles” y quien busca que el partido muera.
Llanes sostiene que al interior de la ID no hay un conflicto interno sino “un desacato del ex presidente nacional de la ID (Barcigalupo), quien fue separado del partido por haber violado disposiciones estatutarias”.
¿Quién es ahora el presidente? Ninguno, dice Jarrín, mientras que Andrés Vallejo, también integrante del partido, confiesa que no está ni con Bacigalupo ni con Llanes. “Estoy con la necesidad de que cualquier diferencia personal o jurídica se supere para que pueda culminarse el proceso de reinscripción”, señala. Para él, el problema está en que los jóvenes del partido no estuvieron a la altura de las circunstancias para sustituir o reemplazar el liderazgo de Rodrigo Borja.
Jarrín manifiesta que cuando hacen una sesión “entre 20 amigazos y nombran un presidente, yo me preguntó: ¿presidente de qué?”. Agrega que la ID dejó de existir porque no cumplió con las normas. “No llegó ni al 5% en las últimas elecciones, no ha cumplido con el requisito mínimo para quedarse como partido político”, lamentó.
¿Por qué los ex dirigentes se separaron o apartaron de la política activa de la ID? Jarrín considera eso un grave error, pero que lo prefiere soportar antes que la indignidad. “Nadie está dispuesto a jugarse su prestigio con cuatro malandrines, son como perros cañoneros, se disputan a dentelladas un partido que ni siquiera existe, lo liquidaron ellos, se basaron en proyectos ambiciosos de tipo personal”.
Y Jarrín alude que los pocos ex fundadores que asisten a las reuniones de la ID “lo hacen por añoranza antes que por cualquier otra cosa”. Por ello, él tomó la decisión de desafiliarse, pero reconoce que varias veces, por la confianza que tiene con varios compañeros y por el hecho de haber militado en el partido por más de 10 años, se vio tentado a increpar y poner mano dura en la agrupación.
Sin embargo, lo detuvo su prestigio pues no quiere que se termine por un ideal. “De la vieja militancia el 95% es gente honesta, siempre estarán los pillajeros, estos que se toman directivas, que se sienten dueños de lo que no son, con una indelicadeza total; ellos no tienen aportado nada, todos son advenedizos que llegaron ante los vacíos que dejamos, esa es la culpa nuestra, haber abandonado el terreno”, reconoce.
Por ello, no ve futuro al partido, al igual que Álvaro Bermeo, ex fundador de la ID, quien recuerda al “grupo de amigos y hermanos” que se iniciaron en el barrio La Mariscal, en donde vivían, y en una etapa “sui géneris” para la vida republicana del país, al cual Bermeo resume como “la dictadura de Velasco Ibarra”, quien en esos momentos afrontaba su quinto periodo presidencial (1968- 1972).
En esos momentos cita nombres como Manuel Córdova Galarza, Marco Ordóñez, Cira Carlota de Vera, Laura Balseca, Fidel Jaramillo, Hugo Caicedo, y piensa que ellos sentirían “nostalgia de lo que pudo ser y no fue”.
Bermeo dice que de la “ID ahora solo queda el nombre y el membrete del partido”. Asegura que los problemas internos que tiene no los conoce a fondo, “no me interesan, pues me desafilié hace más de 14 años, por discrepancias con la conducción del partido”.
Manuel Landázuri, otro de los nombres que figuran en la lista de fundadores del partido, también se desafilió hace 15 año, y sostiene que su decisión la tomó también por diferencias de criterios con dirigentes del partido.
Ahora, sin tapujos, dice que “la ID tiene una significación e importancia muy diferente de la que tuvo cuando estuvimos nosotros”. Bermeo sostiene que a ellos no les motivó ningún afán, solo la convicción política. “No habían las disputas políticas, esas asomaron cuando la ID alcanzó el poder”, señaló.
Bermeo alude a las alianzas que realizó el partido con la Democracia Popular, liderada por Osvaldo Hurtado, para alcanzar la presidencia de la República, con la candidatura de Rodrigo Borja, en 1988, la misma a la que califica como el inicio de la debacle del partido. “Los directivos actuales son herederos físicos del mausoleo que nosotros construimos y que jamás aportaron con nada para su construcción”, sostiene Jarrín.
Para Bermeo, el hecho de que los ex fundadores se hayan desafiliado es el “resultado de la desintegración del partido”. Reitera que “el desenlace final de la ID no lo conozco y no me interesa” y afirma que al interior de la ID, de pronto, la voz de los viejos dirigentes no se escuchó.
Juan Neira, quien fue ministro de Transporte y Comunicación en el gobierno de Rodrigo Borja, asegura que los viejos líderes dejaron el campo para que la juventud pueda ocupar su lugar. Él cree que cada uno debe asumir su responsabilidad y que quienes tuvieron la oportunidad de dirigir el partido luego de 1992 deben responder por lo que hicieron o por lo que dejaron de hacer, a manera de balance, y no como revanchismo político sino respondiendo a los intereses del país.
Para él, la “preferencia por algo nuevo” fue lo que ocasionó que la ID pasara de tener el 80% de representación en el ex Congreso Nacional a solo poseer un solo legislador (Andrés Páez) en la Asamblea. Vallejo culpa también al “fenómeno internacional de desprestigio de los partidos políticos” que afectó a la organización.
Pero Neira opina que al interior de la ID los intereses personales llevaron a la situación actual. “La falta de liderazgo ha hecho leña y ha conducido a una situación de casi desaparición del partido”, reconoce, y enfatiza que cuando se creó la agrupación a sus fundadores solo les movió la convicción.
Él comenta que en todos los partidos hay “vivarachos”, pero apela a que la situación se pueda solucionar y con eso reinscribirlo en el CNE. Para ello, añade, será necesario “el desprendimiento, renunciamiento” de quienes están dirigiendo la organización, con el objetivo de buscar una “alternativa para recuperar la preeminencia y enrumbar el destino del partido”.
Acepta que los ex fundadores sienten tristeza y dolor, por ello pide a los compañeros que dejen a un lado “aspiraciones políticas, por más legítimas que parezcan en el campo personal, para lograr una salida que nos permita convertir nuevamente en una fuerza política respetable en el país”.
Neira considera que cuando Rodrigo Borja decidió alejarse de la vida política (19 de noviembre de 2004) sí hubo un desfase en el partido que se refleja al momento actual, pero señala que la ID no puede desaparecer.
Indica que no está cerca de las actividades de la ID, pero de lo que conoce, Bacigalupo es el presidente reconocido en el CNE. “Estoy seguro de que debe haber alternabilidad, pero por los cauces democráticos, sin atropello de la ley, los estatutos y de ninguna manera anteponiendo actitudes personales”, recomienda.