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El Telégrafo

Entrevistas con Lasso son la evidencia de cierta filiación

Entrevistas con Lasso son la evidencia de cierta filiación
17 de julio de 2012 - 00:00

El “peregrinaje” por los medios del candidato presidencial, por el movimiento CREO, Guillermo Lasso, no necesariamente es un aporte a la opinión que se puede hacer la ciudadanía sobre lo que quiere para el Ecuador. Más bien suena a un aporte a la falta de reconocimiento que necesita todo candidato que se lanza por primera vez a una contienda.

Eso ocurrió ayer con Ecuavisa y su entrevistador Alfredo Pinoargote. A tal punto hubo coincidencia y afinidad que no quedó nada con lo que un  medio cualquiera pueda titular de esa entrevista. ¿Por qué no se le ocurre a Pinoargote preguntar al candidato quién es Rosa, ese personaje al que alude Lasso para explicar sus puntos de vista sobre la economía?

En periodismo hay palabras fuertes para describir aquellas entrevistas que son concesivas con los entrevistados. Y no se trata de agredirlos y menos de someterlos al escarnio, pero si hay un grado de profesionalismo no se puede ceder tanto al punto que, como Pinoargote, coincida en todo con Lasso cuando de criticar al Gobierno se trata y sea un “show” de una supuesta independencia.

Algo parecido, pero con mayor decencia, lo hizo María Josefa Coronel, en Teleamazonas. Aunque ella tiene más chispa y es menos concesiva, cuando coinciden en las críticas al Gobierno se sienten cómodos en el set.

Lo que ninguno de los dos entrevistadores le dijo a Lasso es que casi todas las propuestas del candidato, sobre la economía y la institucionalidad pública, pasan por una reforma a la Constitución o por la negación de la actual. Tanto es así que Pinoargote hasta sugiere los cambios que se pueden hacer, sin mencionar que lo hecho hasta ahora se sustenta en una Constitución y un modelo aprobado por los ecuatorianos en 2008.

Por supuesto: el candidato de la derecha se siente cómodo, está a sus anchas y tiene el espacio político “no contratado” a su favor. Y también, obviamente, el que pierde es el ciudadano  porque siente el fraude establecido, instaurado, entre actores políticos y mediáticos sintonizados.

Lasso habla desde el deber ser, con una carga acumulada de lugares comunes, bajo el libreto que no lo pueden romper los entrevistadores. En ese deber ser no hay explicaciones concretas, salvo aquellas de que no nos asfixien más con impuestos, por lo que el periodismo pierde, deja su esencia: destacar lo más trascendente del pensamiento de un actor político para poder decidir si es una opción válida  para que dirija los destinos de los ciudadanos.

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