El programa de opinión y entrevistas Contacto Directo, de Ecuavisa, quiso hacer humor y reveló ayer su profundo racismo. Al “inventar” un personaje en el Día de Inocentes escogió lo más frívolo, cómodo, fácil e irrespetuoso.         

¿Quién les ha dicho que para el chiste fácil están los indígenas? ¿Por qué no hacen eso con un “pelucón”? ¿De dónde vino la “genial” idea de que un supuesto candidato indígena solo puede imaginar un partido con el nombre de Fuerza Cuy (Comida, Unión y Yapa)? ¿Se coloca a un indígena como el único ser humano que se ha ganado la vida a base de supervivencia? ¿Solo los indígenas son víctimas de eso o con ello reafirman el ostracismo al que se los quiere relegar? ¿Al colocar al “actor” sin dientes y con un atuendo que no es ni indígena, esperaban ridiculizarlo o exhaltar la mofa al tradicional vestuario étnico de los ecuatorianos? ¿Disfrazar a un personaje y exponerlo a la desfachatez ya es garantía de humor en un noticiero estelar?

No, ese es el viejo país que creíamos olvidado o por lo menos en vías de extinción. Encima, el entrevistador, Lenin Artieda (por cuenta propia o inducido por “producción”) contaba con una batería de preguntas y con una “intro” que puso más carga de racismo a la imagen proyectada. Con el humor más “salado” dijo, serio y adusto, que el entrevistado era un “cabecilla, perdón, líder”, enumeró su “récord policial, perdón su CV”, entre otras cosas.

La teleaudiencia sospecha que Ecuavisa valora y pondera principios y hasta objetivos ciudadanos, de respeto, sin desconocer el esfuerzo de algunos de sus productores y directivos. Esa marca era (¿es?) uno de sus sólidos símbolos. Pero ayer, como todo en la vida, el resbalón desnudó esas cosas que solo surgen cuando las ideas escasean.

¿Hemos vuelto a esas épocas en que los negros tenían que ser representados por blancos que se echaban tinte en la cara e inflaban sus labios? Quizás eso extrañan en Ecuavisa y en Contacto Directo, donde sus entrevistadores, generalmente, dan “lecciones de moral” al Gobierno, a los asambleístas, a los otros medios y a quienes no comulgan con su moralismo.

Y por eso, cuando hablan de libertad de expresión, piensan que en realidad la defienden y la asumen, como si por la historia de este país no hubiesen luchas y conquistas inscritas en la Constitución y en las leyes, alcanzadas por comunidades y colectivos que ahora sí tienen mecanismos y herramientas de defensa. Ojalá exista autocrítica y reflexión, además de rectificación.