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El Telégrafo
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Universidades pugnan por “voltear” los rankings

Universidades pugnan por “voltear” los rankings
23 de octubre de 2011 - 00:00

Una clasificación académica de universidades -o ranking académico-  es una lista que ordena y destaca a las   instituciones de educación superior e investigación, mediante una evaluación de criterios bibliométricos (producción de textos y documentos), la cual también puede incluir otros aspectos como proyectos, redes sociales, y perfil de docentes, estudiantes y egresados.

En el ámbito mundial, los medidores de calidad de las universidades que cuentan con mayor aceptación son:  QS World University Rankings y The Times World University Ranking, de Reino Unido; Shanghai Jiao Tong University Ranking, de China, y la Clasificación Webométrica  del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) de España.

En ninguna de las tres citadas -o en alguna otra disponible en la red- las universidades ecuatorianas alcanzan un protagonismo que las ubique, al menos, entre las 500 mejores del mundo.

Incluso la Escuela Superior Politécnica del Litoral  (Espol), que hace pocos días fue noticia porque desarrolló  un vehículo solar -el primero en el país-, apenas consiguió el puesto 789 en la Clasificación Webométrica, lo cual representa el mejor lugar para Ecuador.

Los académicos locales sostienen que aún falta mucho por hacer para que el país  pueda aspirar a un mejor reconocimiento por parte de la comunidad académica internacional. También consideran que estas clasificaciones no deben ser tomadas como sentencias, sino como referentes para motivar a un mejor desarrollo.

Criterios de calificación

Las entidades encargadas de impulsar estos rankings toman en cuenta elementos distintos al momento de ubicar a las mejores universidades, algunos de los cuales son bastantes excluyentes, según Pedro Vargas, director de Relaciones Externas de la Espol.

“Las de Times y Shangai, por ejemplo, consideran más los reconocimientos internacionales, como el Premio Nobel, que los proyectos e investigaciones innovadoras”, afirma Vargas.

23-10-11-gquil-laboratorio-de-cienciasEsto afecta incluso al posicionamiento de las universidades del país. En Latinoamérica, la QS ubica como la mejor institución del país a la Pontificia Universidad Católica de Ecuador (PUCE) en el puesto 79.

Sin embargo, en el mismo ámbito regional, la Clasificación Webométrica deja fuera a la PUCE de las 100 mejores y, en su lugar, la Espol está ubicada en el puesto 34.

Al mismo tiempo, las entidades latinoamericanas son poco favorecidas. En este año, en el ranking de Times, liderado por la Universidad de Harvard (Estados Unidos), no figura ninguna universidad de la región en una clasificación de 200 instituciones.

Según el informe, la región “no causa la misma sensación que sus equipos de fútbol”, pero afirma que Brasil podría lograr “algunos éxitos de envergadura” en un futuro próximo. Brasil, México, Argentina y Chile son los mayores protagonistas en los cuatro rankings anteriormente mencionados.

Para Vargas, el prestigio y nivel académico de las universidades están condicionados a los aspectos económicos y sociales de cada país. “Las grandes economías del mundo están alimentadas por grandes universidades  y estas, a su vez, alimentan la economía social  y la personalidad de cada país”, explica Vargas.

Por ello, afirma el académico, tampoco es casualidad que las unidades educativas de tercer nivel de Reino Unido, Estados Unidos y Japón, además de otros países europeos, predominen en las clasificaciones.

Inversión y administración

La primera preocupación de las autoridades universitarias del país es la falta de recursos técnicos y humanos, además de infraestructuras adecuadas para implementar nuevas metodologías de enseñanza y, por consecuencia, mejores estímulos para la investigación.

La Universidad Técnica de Machala es la menos favorecida de la Clasificación Webométrica, ya que alcanza el puesto 11.953 de un total de 19.000. Danilo Pico, decano de la Facultad de Ciencias Empresariales, considera que  los recursos asignados, “además de ser insuficientes, siguen siendo malinvertidos”.

A principios de año, la Secretaría Nacional de Educación Superior, Ciencia, Tecnología e Innovación (Senescyt)  anunció que se incrementó, en un promedio del 10%, las asignaciones presupuestarias de las instituciones de educación superior.

Por ejemplo, la Universidad Central de Ecuador recibió $ 86’375.000, un 10,25% más que en el 2009; la Universidad Central de Guayaquil, $ 107’771.000 (10,56%); y la de Cuenca, $ 38’111.000 (9,51%).

Para Pico, el “punto flaco” de la inversión está en  las fuentes complementarias de ingresos que las entidades educativas están obligadas a implementar para mejorar su capacidad académica.

Dentro de estos servicios se encuentran las asesorías, laboratorios y talleres que las distintas facultades están en capacidad de ofrecer a las empresas públicas y privadas para realizar propuestas encaminadas al desarrollo socioeconómico. “Pero ocurre que no todas las universidades están en capacidad de ofrecer lo mismo y en igualdad de competencia”, dice Pico.

Ubicar responsables, asegura el docente, es una tarea que obligaría señalar a la participación del Estado y rectores, en años anteriores. “Hay que admitir que este es el primer Gobierno que piensa en la academia, pero apenas se ha empezado”, acota Pico.

En 2010, la inversión en los centros de educación superior  fue de $ 739’000.000,  en cambio en 2011, la inversión estatal en las universidades ascendió a más de $ 815’000.000, es decir que hubo un incremento de $ 76’000.000. Sin embargo, varias universidades han observado un déficit debido al aumento de la demanda estudiantil.

La Universidad de Guayaquil, por ejemplo, sostiene el 30% de su presupuesto de 2011 ($ 43’000.000) mediante el cobro de tasas universitarias, cursos,  seminarios y servicios.

Buscando protagonismo

En 2009, mediante una evaluación desarrollada por el Consejo Nacional de Educación Superior (Conesup) se determinó que solo el 26% de las universidades maneja  programas de investigación científica.

Además, que ninguna institución de tercer nivel en el país alcanzaba la excelencia académica. Ni siquiera las 11 que lograron ingresar a la categoría A, según informe del Conea.

“Si tomamos en cuenta el nivel académico de la mayoría de docentes, no es de extrañarse que la investigación esté poco desarrollada, más allá de si estamos de acuerdo o no en la manera en que fuimos evaluados”, manifiesta  Marcos Santibáñez, director Académico de la PUCE.

Las propuestas e innovaciones científicas de cada unidad académica, según Santibáñez, no están condicionadas al factor económico. “Es un elemento importante pero no determinante… el presupuesto depende de la preparación de los docentes y, en este punto, apenas se están dando los incentivos”.

En una situación inversa, la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad de Guayaquil, aunque el 90% de los profesores con nombramiento tiene un PhD, no cuenta con el espacio idóneo para impulsar mejor las  investigaciones.

El único laboratorio con el que cuentan, donde el dispositivo más moderno (un espectofotómetro de absorción atómica) está ubicado a medio metro del escritorio del profesor responsable), cubre un área de apenas 52 metros cuadrados.

“Se necesitaría al menos el doble de espacio para tener funcionalidad”, afirma Martha Mora, decana de la facultad. Actualmente, se ha presentado un proyecto al Consejo Universitario para la construcción de una nueva sede.

“En general, la universidad ecuatoriana está despertando de un largo sueño”, indica Mora, quien lamenta que aún no haya un mayor interés  por las carreras técnicas.

Si solo la Espol ha logrado ingresar al Top 1.000 de las universidades a nivel mundial, se ha dado apenas un  paso, dicen los docentes, y el futuro de la academia ecuatoriana dependerá de un largo proceso.

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