La seguridad se improvisa en las zonas regeneradas
Cerca de la escultura del pez bagre, en el parque lineal de Bellavista -un lugar poco concurrido durante las últimas semanas-, un par de jóvenes esperaban algún vehículo, ayer a las 09:30, para movilizarse hacia el centro de la ciudad.
Un tercer ciudadano que transitaba cerca los puso en alerta de que una persona que andaba por allí, usando un buzo azul marino y pantalón gris raído, cruzaba la avenida Barcelona por debajo de un paso a desnivel y se dirigía hacia ellos.
El individuo de buzo azul, según el ciudadano, portaba un trozo de vidrio en la mano. Los jóvenes hicieron caso de la advertencia y se alejaron del lugar, mientras el atracador cambiaba su dirección hacia el puente El Velero.
Varios metros hacia el sur, Rosario Gómez se disponía a pasar una mañana con sus hijos en el parque acuático construido por el Municipio de Guayaquil. Comentó que la falta de personal de seguridad privada en el lugar es imperceptible.
“Mientras estuvieron aquí, ellos solo vigilaban la entrada, mientras a los que estábamos por acá nos correspondía vigilar nuestras pertenencias por cuenta propia”, argumentó Gómez, llegada al lugar desde Bastión Popular.
La idea de que cada quien se cuide por sí mismo les llegó como sugerencia a los propietarios de los locales que funcionan en el parque acuático Viernes Santo.
La propietaria del local 5, quien prefirió la reserva, afirmó que hace unos 10 días perdió más de $ 1.500 en productos y utensilios que fueron sustraídos de su negocio.
Los culpables del hecho utilizaron como vía de ingreso los locales contiguos, abandonados y sin seguridad. “A mí me tocó ponerle candado a esas persianas y al día siguiente que me robaron, intentaron hacerlo de nuevo”, acotó la comerciante.
Aseguró que un funcionario del Municipio, tras estos hechos, les había sugerido que mejor retiren sus cosas del lugar para evitar más pérdidas.
Sin embargo, ella - junto con sus compañeras- enviaron un oficio al Cabildo a inicios de la semana y desde el pasado miércoles, a las 21:00, cuentan con la presencia de policías metropolitanos.
En la playita del Guasmo, los moradores y comerciantes aún no tienen esa suerte y dependen de los esporádicos recorridos de la Policía Nacional.
Los propietarios de solo cuatro de los 15 locales del lugar han puesto a funcionar los suyos para el escaso turismo.
Mariana Ramírez, con ocho años atendiendo un puesto de comida típica, refirió que ya la gente se ha acostumbrado a ver a gente con “malas mañas” en el sector.
“Casi no hay novedades para los cuatro que trabajamos, pues tomamos todas las medidas de seguridad necesarias”, dijo Ramírez.
Hace menos de una semana, la mujer se enteró de que había ocurrido un asalto cerca a los baños de la “playita”.
Precisamente, en ese lugar, dos indigentes acostumbran a asearse usando el agua de las baterías sanitarias que todavía quedan. “Procuramos no tomarlos en cuenta para que no nos molesten”, refirió Ramírez.
Entre ellos y los comerciantes se cruzan las miradas. Ante la falta de seguridad privada, los utensilios de cocina se han convertido en el único elemento de defensa.
En la ribera sur del Malecón del Salado, ese tipo de cruce de miradas es cotidiano. “Los guardias privados miraban de lejos todos los robos que sucedían y no intervenían, porque decían que no eran su competencia”, manifestó una moradora de la Décima y 10 de Agosto.
Mientras tantos, las rejas y las vigilias son la mejor opción para evitar malas sorpresas en cada amanecer.