El comercio de abrigos en la ciudad tiene un incremento
El frío que estremece a la ciudad ha hecho pensar a Rosario Figueroa, presidenta de la Asociación Interprovincial de Artesanos “20 de Julio” en comprarle unos guantes de lana a alguno de los afiliados.
Aún no decide el color ni la calidad de la prenda que va a adquirir. Lo que desea es proteger sus manos de los inusuales vientos helados que se sienten en las mañanas y noches porteñas.
Ella, titular del gremio de comerciantes en el también conocido como Mercado Artesanal “Guayaquil” está sorprendida por las temperaturas de hasta 18 grados que “congelan” a la urbe.
Los que están verdaderamente felices son sus 63 socios, que venden chompas, ponchos, bufandas, guantes, gorros, pulovers y demás prendas elaboradas con lana.
Segundo Cabascán, oriundo de Otavalo, mercader desde hace 25 años, es uno de ellos. El asevera que en los últimos días está vendiendo entre 3 y 5 abrigos más de lo habitual, especialmente los que son para niños. No duda que el comercio mejore el fin de semana en que acuden más visitantes o para el fin de mes cuando los empleados hayan cobrado.
Blanca Vinueza, dueña de otro local, coincide con su coterráneo en las cifras de ventas; sin embargo espera que haya una mayor demanda de buzos y chompas para adultos en los siguientes días, ya que el precio es más elevado.
Este tipo de prendas, si son tejidas a mano, se las puede adquirir en $ 18 los largos y $ 12 los boleros (para mujeres hasta la mitad del tórax).
En cambio los diseñados para niños van de $ 9 a $ 14.
Una bufanda oscila entre los 2 y $ 6, un par de guantes hasta $ 5, un pulover de 7 a $ 12, los gorros entre los 3,50 y $ 4, y un chal hasta $ 5.
En todos estos casos ninguno de los precios es fijo y se los puede “regatear” con el vendedor.
En cuanto a las tendencias y gustos, Fausto Vega, con 13 años en el negocio, indica que los clientes más jóvenes adquieren abrigos con botones o con cierres, que se los puede encontrar desde los $ 12 hasta los $ 15.
En cambio, los adultos y los adultos mayores prefieren los buzos cerrados, que llegan a costar $ 20.
Todos los vendedores consultados garantizaron la calidad de sus productos, certificaron que son elaborados en su mayoría a mano y traídos desde la ciudad de Otavalo, provincia de Imbabura.
Del mismo modo destacaron que sus artículos los compran con frecuencia extranjeros procedentes de Europa, Estados Unidos y Asia, especialmente de naciones o zonas donde las bajas temperaturas reinan durante todo el año.