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El Telégrafo

“La valentía de Guayaquil es la sangre que corre por sus venas”

“La valentía de Guayaquil es la sangre que corre por sus venas”
Foto/Cortesía
09 de octubre de 2020 - 00:00 - Víctor Haz

Cynthia Viteri, alcaldesa de la ciudad de Guayaquil

Miércoles 11:40. En el Salón de la Ciudad del Municipio de Guayaquil se rinde un homenaje a la ciudad en su bicentenario. La alcaldesa Cynthia Viteri preside el acto; es solo una de las tantas actividades que encabeza como parte de la conmemoración de la independencia de la urbe porteña.
Y como ella mismo señala, en un diálogo con El Telégrafo posterior al evento, se trata de una conmemoración diferente, quizá físicamente pequeña en comparación a años anteriores, pero grande espiritualmente, por el esfuerzo de sus ciudadanos de salir airosos en medio de las vicisitudes de un año crítico, sobre todo por la pandemia.

Hemos llegado al bicentenario de la independencia de Guayaquil, que en medio de las vicisitudes se levanta ¿a qué cree que se debe esa característica de levantarse pese a las adversidades?
A que justamente esas circunstancias difíciles convirtieron nuestra piel en acero: tuvimos incendios y nos levantamos, tuvimos ataques de piratas y nos levantamos, tuvimos epidemias y nos levantamos y en esta pandemia nos estamos levantando. Guayaquil ha sido preparada siempre para los tiempos buenos y para las épocas difíciles también, y en las épocas difíciles es cuando sale lo mejor de los guayaquileños; saber que su ciudad es su casa, es su hogar y para los que viven aquí Guayaquil es su familia, eso lo demostró en la pandemia y en octubre pasado cuando la ciudad estuvo a punto de ser destruida. Cada uno salió con palos y piedras a defender su ciudad, mujeres que ahuyentaron a ladrones y saqueadores. Eso es Guayaquil, la valentía es la sangre que fluye por sus venas.

¿Esta característica cosmopolita hace que el ciudadano, no solo el nativo sino el que viene, se empodere y hace suya a la ciudad?
Es que ser guayaquileño no solo es haber nacido en la ciudad, también es el que llega y dice que va a ser su casa. Después de la pandemia aprendí muchísimas cosas que la vida por sí sola no me hubiera enseñado: la empecé a sentir viva, no solo un espacio físico, esta ciudad vibra, late, su sangre fluye y se levanta para proteger a sus hijos, la siento como alguien, no como algo.

Le ha tocado celebraciones algo atípicas ¿qué se debió cambiar para adaptar las conmemoraciones a las situaciones y que los ciudadanos se adapten a aquello?
Somos el producto de lo que hacemos todos los días y nos convierte en las personas que queremos ser en el futuro. Cuando tomé la posta de Jaime Nebot recibí una ciudad en marcha, vibrante. Nunca me imaginé que estaba escrito que tenía que pasar revueltas, un problema económico grandísimo y por último una pandemia de características apocalípticas. Tres pruebas que junto con los guayaquileños la hemos ido sorteando. No hubo fiesta en octubre la vez pasada, cuando vino la debacle económica supimos mantenernos, incluso en pandemia, sin recibir un solo dólar por meses y pusimos $ 35 millones de nuestro presupuesto. Nos enfocamos a que teníamos que salvar la mayor cantidad de sus hijos. El Municipio se convirtió en un brazo para aliviar el dolor de todos los que sufrían. Yo he tenido muchas preguntas en el bicentenario respecto de las obras de Guayaquil, hemos hecho 462 obras este año para inaugurar en el 2020 en medio de la pandemia. Son más de $ 270 millones invertidos en obras públicas, pero la pregunta es cuál es la obra más importante: si le preguntas a las madres de  Monte Sinahí dirán que los 6.000 niños pasarán de año porque contratamos maestros para que vayan a sus barrios, si preguntas a estudiantes de la Estatal, ellos dirán la Avenida Delta, porque pueden cruzar con mayor seguridad la calle, si les preguntas a las madres cuyos hijos mueren por el consumo de la H te dirán: los 5.000 jóvenes que atendimos en pandemia  para desintoxicarlos, si preguntas a los animalistas te dirán: el centro de bienestar animal que está entre el Terminal Terrestre  de Pascuales y la avenida Orellana, si preguntas a los 938.000 pacientes que están en los 52 puntos de salud, te dirán: mi vida y la de mis amados, si me preguntas a mi te digo todo. Si le salvas la vida a una persona  valió la pena tu paso por la administración pública.

¿Pero se tuvo que reestructurar o cambiar ciertas prioridades?
Muchas, en este momento estuviéramos inaugurando el Monumento a la Bandera de Guayaquil que iba a ser en el final del malecón, estuviéramos inaugurando la Llama Eterna, que iba a los pies de (monumento a) Olmedo, estuviéramos inaugurando la Ruta Viva, que era tecnología e historia al mismo tiempo a lo largo del malecón, estuviéramos inaugurando la Casa de Villamil. Todo eso es parte de la página de una historia que quedó postergada por salvar vidas. Hace 200 años nuestros ancestros pelearon por nuestra independencia, terminaron gritando Guayaquil independiente; 200 años después sus hijos pelearon por sus vidas y por la de los demás, los médicos no descansaron nunca, los que recogen la basura no pararon, los mercados no cerraron, los transportistas salieron a la calle trasladando a la gente. Eso es Guayaquil, inclusive nuestro personal de obras públicas estuvo en la cuarentena sin carros y sin gente para hacer un plan de bacheo, en la planta de tratamiento de las Esclusas se quedaron encerrados y siguieron trabajando durante la pandemia. ¿Qué más se le puede pedir a un ser humano? es cuestión de agachar la cabeza ante ellos y yo lo hago.

Esas lecciones aprendidas ¿Qué deja para las generaciones futuras?
Deja un legado que incluso llevamos en la sangre de los que somos mayores, entender a los jóvenes que quieren que esta ciudad sea verde, sostenible, ecoamigable, que los vehículos no consuman gasolina ni diésel sino que sean eléctricos, que haya aerovía, ciclorrutas, metrovía, taxis eléctricos; los jóvenes nos dijeron que no hay cosa más importante que escuchar a los ancianos como las personas más sabias y nos enseñaron también que la naturaleza, los animales son parte de la vida, somos una sola naturaleza, esa es la estela que dejó el covid para Guayaquil: cambiamos, ahora ves las mesas en las calles con personas tomando un café, ves una ciudad donde en la primera feria de animales rescatados no quedó ninguno porque fueron adoptados.

¿Se puede decir que se ha profundizado un espíritu de comunidad y solidaridad?
Se profundizó lo que siempre debió existir a flor de piel: la humanidad.



Aunque se dice que el guayaquileño es indómito, rebelde y quizá un poco egoísta…
Los guayaquileños somos una mezcla de bondad, solidaridad, valentía, de valor, empatía, de entrega y de heroísmo, todo eso es Guayaquil y es parte de las personas que viven, llegan o nacieron en la ciudad, incluso los extranjeros que han llegado ahora sienten la ciudad como suya, esta ciudad es mágica, cuando llegas sientes energía, sientes que vives en el vientre de un ser vivo. Eso es Guayaquil.

¿En esta fecha cómo será la celebración?
La fiesta principal, la del 9 de octubre será a las 19:00, porque tuvimos que cambiar la hora, ya no será a las 17:00, será al pie del río Guayas, porque el río es como la sangre de esta ciudad que fluye, vamos a ver en la época en que el transporte era por el río, el faro evitaba que las embarcaciones naufraguen, eso también lo vamos a recordar, será una sesión pequeña. Pensamos que el bicentenario iba a ser una explosión de fiesta, eventos, inauguración de monumentos, ahora físicamente es pequeña pero espiritualmente gigante, no hay persona que no viva el bicentenario sabiendo que tiene el privilegio de respirar, de estar vivo, que sobrevivió una pandemia en pleno bicentenario, eso le hace la fiesta más grande en la historia de Guayaquil.

¿Qué retos y proyecciones se vienen para Guayaquil?
Hay una frase que se los digo a mis directores: aquí nadie se cansa, salimos a las calles, al territorio con todos mis directores, porque cada barrio merece la atención de mis directores, para saber si la basura se ha recogido, si hay baches, si hay personas que piden auxilio por eso vamos con ambulancia, los desafíos siguen. Yo no visualizo la meta, no sé ni qué día estamos ni qué hora es, eso nos enseñó la pandemia: seguir, seguir, correr, correr, sin saber cuándo parar, pero solo el que corre puede llegar.

Una característica de su administración es la acción social…
Mi corazón está en lo social, ya abrimos la sección para la atención siquiátrica y para atender a los chicos que consumen droga, centros de desintoxicación, el centro de fisiatría para las personas que puedan  recuperar algún miembro de su cuerpo que pudo quedar afectado por alguna operación o accidente, también está abierto el centro de atención respiratoria para las personas que quedaron con secuelas del covid y también estamos por abrir el centro de atención para enfermedades de transmisión, en la (ciudadela) Atarazana estamos por terminar el centro de  atención de niños y adultos, pero no hacemos las cosas a medias: o es el mejor o no lo hacemos. Estamos por terminar el otro centro de desintoxicación en Bastión Popular, el Centro de Bienestar Animal, cada paso en lo social es fundamental, solo este año hemos entregado 3.400 becas a masterados en educación superior, carreras técnicas e idiomas, y acabo de firmar el convenio con una dependencia de la UEES para dar 400 becas técnicas en diferentes carreras;  instalamos 1.000 puntos de internet gratuito y sin cable incluso en escuelas fiscales, para que los niños puedan tener acceso a internet; y al poner el punto de internet en una escuela fiscal vendrán las computadoras, entonces haremos los laboratorios; vamos a reducir la brecha de la pobreza con la tecnología, porque es la única manera de sacar a un chico de la bifurcación de meterse en las drogas y tener educación.

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