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El Telégrafo

La tragedia del 15 de noviembre de 1922

La tragedia del 15 de noviembre de 1922
El Telégrafo
28 de octubre de 2020 - 00:00 - Kléver Antonio Bravo

La producción y exportación del cacao ecuatoriano empezó su declive en 1917, cuando las grandes plantaciones empezaron a reducir su producción a causa de una plaga, la “monilla”. Remató a esta plaga otra más dañina, la “escoba de bruja”. Y para que los productores sientan el peso de la crisis, aparecieron en el mapa mundial algunos países que hicieron la competencia. Esto por un lado. Por otro, en 1922, el sucre tuvo su caída: el dólar que valía 2,25 sucres, subió a 4.27. En fin, el inicio del gobierno de José Luis Tamayo, liberal de gran trayectoria y prestigio, enfrentaba una grave crisis económica, lo que motivó a las manifestaciones populares en Guayaquil, centro del movimiento comercial.

En octubre de 1922, los trabajadores del ferrocarril se declararon en huelga. A este foco de la protesta social se sumaron otros gremios de trabajadores y artesanos: Luz y Fuerza Eléctrica, Carros Urbanos, Asociación del Astillero y la Sociedad de Tipógrafos. Todos estos gremios se dieron a la protesta en las calles bajo el manto de la Confederación de Obreros del Guayas, estructura laboral que llevaba el esfuerzo principal de las manifestaciones que clamaban su malestar por la carestía de la vida, sin que llegue a faltar el grupo de infiltrados que pretendían desestabilizar el gobierno de Tamayo.

Llegado el 14 de noviembre, la ciudad estaba controlada por las fuerzas gremiales, cuyos líderes no lograban contener el desorden y el caos, por lo que el gobernador Jorge Pareja, ordenó personalmente dejar en libertad a los presos de la Confederación Obrera, y así cumplir con uno de los puntos del pliego de peticiones.

¿Por qué se recuerda al 15 de noviembre de 1922 como un día fatal en la historia de las organizaciones gremiales? En ese día las protestas llegaron al máximo nivel. En plena calle fue asaltado -por un grupo de manifestantes- un pelotón de soldados del Ejército que cuidaba las mesas de elecciones municipales. Otra facción marchó a las inmediaciones del cuartel de Policía gritando “!el dólar a dos sucres!”, a lo que la guardia respondió con fuego; mientras que en lados dispersos, otros manifestantes saqueaban almacenes, incluso buscando armas, opacando así el verdadero sentido de la protesta.

La convulsión social llegó a lo más crítico debido a que ciertas facciones de manifestantes llegaron a atacar los cuarteles del Ejército y de la Policía. Tal como consta en el parte del general Enrique Barriga, jefe de la Tercera Zona Militar, documento encontrado en el archivo de Universidad Andina, caja 25, carpeta de 1923 sobre informes del Ministerio de Guerra y Marina, ratifica el ataque de los huelguistas a las instalaciones del Ejército y la Policía, y la estrategia de este comandante aplicada en la distribución de sus tropas en los puntos precisos para la represión. El documento revela que “otra inmensa muchedumbre se lanzaba sobre el cuartel Vencedores y fue rechazada por su tropa y por el refuerzos del batallón Montúfar”. Sobre el ataque al cuartel de Policía, enunciado en líneas anteriores, el parte dice que “los huelguistas avanzaron sobre la Policía, desarmaron a una escolta que guardaba el orden en la parroquia Ayacucho, y con esas mismas armas y municiones, carabinas y revólveres, dispararon sobre gendarmes y el Escuadrón”.

A las siete de la noche los manifestantes fueron dispersados luego de una represión armada que muchos historiadores califican como “brutal”. De la Fuerza Pública, el parte manifiesta que de sus filas hubo un muerto y 21 heridos, de éstos, un oficial. En cuanto a los manifestantes, el parte dice que “pueden llegar a doscientos (muertos)”, a lo que se sumó “un gran número de capturados que saqueaban los almacenes y que fueron entregados a la Policía”.

Esta historia de sangre y fuego, viene a emular la reacción de un pueblo que luchó por los derechos laborales, el alto precio de la canasta familiar y la crisis económica del Ecuador y del mundo, pero también el nefasto papel de los infiltrados y sus saqueos. Aquella protesta social del 15 de noviembre, merece ser reconocida como la primera huelga de los trabajadores y obreros del Puerto Principal, sin dejar de lado el parte del general Barriga.

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