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El Telégrafo
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El Pahuma, una reserva natural a pocos minutos de Quito (Galería)

1.	Las orquídeas son la atracción principal de El Pahuma. Los microclimas favorecen su crecimiento.
1. Las orquídeas son la atracción principal de El Pahuma. Los microclimas favorecen su crecimiento.
29 de marzo de 2015 - 00:00

Un sitio donde se conservan diversas variedades de orquídeas está situado a menos de 45 minutos de Quito, en el kilómetro 43 de la ruta Calacalí–La Independencia en la parroquia Nono. Su nombre es El Pahuma y está rodeado de un bosque nublado que posibilita la existencia de más de 200 especies de orquídeas. La zona es irregular tiene pendientes pronunciadas.

Este jardín botánico es considerado, además, la segunda reserva de orquídeas más grande de Sudamérica, con una extensión de 650 hectáreas que se recorren a través de 7 senderos. En ese escenario también se practican deportes de aventura como el rapel, una técnica de descenso por superficies verticales. A través de un arnés, una soga y con las indicaciones del caso, cualquier persona, sin importar su edad, puede practicar esta técnica con relativa facilidad.

Sebastián Almeida, guía de montaña y miembro de Quito Turismo, indica que desde hace un año, organiza viajes para recorrer esta ruta, concebida para los amantes de la aventura que, con frecuencia, se inscriben en este paseo para realizar un descenso en una de las cascadas de la reserva orquideológica Pahuma. Con instructores de rapel certificados por el Grupo de Operación y Rescate (GOE), las personas que se inscriben en este viaje a El Pahuma, no tienen temor de practicar esta técnica. Esta actividad se realiza en la cascada Gallo de la Peña, ubicada en una de las zonas más biodiversas del planeta y con una temperatura que fluctúa entre los 18 y 24 grados centígrados.  

2.	Para realizar el recorrido nocturno al Ilaló, cada persona lleva una linterna y viste prendas abrigadas. Se realizan diferentes pausas para contar historias paranormales.

Almeida advierte que el punto de encuentro para iniciar el paseo es el parque Gabriela Mistral en el sector de la Mariscal, al norte de la capital. Desde este sector parten hacia el Pululahua, la primera parada donde Almeida resalta la importancia arqueológica del sector. Luego parten hacia El Pahuma, donde el recorrido comienza con una caminata por un sendero ascendente, rodeado de exuberante vegetación que incluye una variedad de orquídeas.

La primera pausa obligada es la cascada de Pacay, con una caída de 45 metros que se inicia en los ojos de agua, en la parte alta de la reserva natural. Después de visitar esta caída de agua, los aventureros pueden dirigirse, río adentro, hacia el Gallo de la Peña, otra cascada de 22 metros de altura, donde es posible practicar rapel. “En mis grupos he tenido niños desde 8 años hasta adultos de 80 y pico que deciden ponerse el arnés y hace rapel”, dice Almeida, quien comenta que el objetivo es dar a conocer la reserva, ubicada a aproximadamente 1.800 metros sobre el nivel del mar.

Este jardín botánico también alberga diversas plantas arbóreas como el arrayán aromático, el canelo, el chanul, el caucho y el potolo, junto a los helechos, los líquenes, los hongos y la sangre de drago. Para llegar a esta reserva se puede tomar un bus desde el redondel de la Mitad del Mundo hacia la vía Calacalí-La Independencia.

Pilar Campoverde visitó esta reserva hace algunos meses y pudo vivir la experiencia de practicar rapel. “Tienes todo tipo de seguridad y la presencia de gente que conoce sobre esta actividad. Había niños y personas de la tercera edad cuando yo visité esta zona”. Campoverde comenta que aunque el agua de la cascada es fría, la experiencia del descenso es única y cada persona la vive a su manera. “Junto a mí, estaba un señor que tenía miedo a las alturas, pero después de ver todos los cuidados que los organizadores tienen para garantizar el descenso, se decidió y lo consiguió”.

Para las personas que realmente tienen miedo al rapel, hay senderos alternativos que pueden recorrer a pie para continuar con el paseo, siempre guiados por especialistas. En algunos momentos del recorrido por la reserva El Pahuma, Campoverde constató la participación de varios miembros de la comunidad, un aspecto que consideró valioso, porque la población de esta zona se integra a los recorridos con su conocimiento sobre el sitio. “Es una experiencia única para salir de la rutina y entrar en contacto con la naturaleza”.

Quienes la visiten pueden realizar turismo especializado en la observación de orquídeas, además, según el sitio web del Ministerio de Turismo, la reserva es hogar de aproximadamente 170 especies diferentes de aves, entre ellas, tangaras, tucanes, pahumas y el exótico gallito de la peña. También habitan anfibios, reptiles y mamíferos como el oso de anteojos, la guatusa, la guanta y el venado.

3.	Por su estratégica ubicación, es posible  admirar los valles desde los miradores naturales del Ilaló. Esta montaña es muy conocida por los quiteños.

Ilaló nocturno, otra opción

El Ilaló es un volcán integrado por una sucesión de lomas que corren, de manera longitudinal, desde la cima hasta la base, separadas por quebradas poco profundas que confluyen en el río Chiche. Sobre la cima de este coloso dormido se encuentra una cruz de hierro que fue construida en septiembre de 1936 por el colombiano Leopoldo Mercado, dueño de la fábrica El Progreso, la Hacienda Santa Clara y las piscinas de El Tingo, el mismo que resolvió levantar una cruz que cumpliera 2 finalidades: servir de pararrayos y para que el pueblo se acordara de él y rezara una Ave maría. Mide 18 metros de altura y se dice que antiguamente, estaba cubierta de espejos, en donde se reflejaba la luz del sol que alumbraba a todo el Valle. En visitas guiadas o caminatas en solitario desde Tumbaco hasta La Cruz ubicada en el cerro, donde sus visitantes pueden disfrutar de la observación de aves, cientos de personas han llegado hasta este volcán inactivo. Debido a su estratégica ubicación, es posible admirar los valles desde sus miradores.

Uno de los paseos para conocer la zona es el Ilaló Nocturno, impulsado por Quito Turismo. Sebastián Almeida, funcionario de esta institución, señala que la ruta está plagada de leyendas. “El Ilaló es una montaña que todos conocemos, pero nosotros le dimos un nuevo contexto para atraer el turismo, porque hacemos un ascenso nocturno. Cada uno sube con su linterna”, explica Almeida.

Lo que, además, hace diferente a este ascenso es que durante las paradas, los miembros de la comunidad San Francisco de Baños —conformada por 30 familias— cuentan sus experiencias paranormales. Pero, no solo se encargan de contar historias siempre cargadas de misterio, sino de preparar la comida, porque en estos recorridos pagados está incluida la alimentación. De esta manera, los pobladores de San Francisco de Baños participan de manera activa en los paseos nocturnos y, de tanto contar estas historias durante los ascensos al Ilaló, ya no sienten temor cuando caminan solos por esta montaña. (AR)

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