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Ecuador, 22 de Enero de 2025
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El Telégrafo
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Al Antisana le ‘toman el pulso’ 2 veces al mes (Galería)

Hay muchas razones para preocuparse por la posible desaparición de los glaciares. Si esto ocurre generaría la extinción de entre el 10% y 40% de la fauna acuática según las regiones —tropicales, templadas o árticas—. Este y otros datos se revelan en un estudio realizado por el Instituto de Investigación para el Desarrollo (IRD), un organismo francés de investigación.

Las especies que habitan esos cursos de agua son en su mayoría insectos endémicos que son capaces de sobrevivir en medios extremos. Están sometidos a una radiación intensa y son azotados por los fuertes vientos. La desaparición de esta fauna excepcional —advierte la investigación— supondría una pérdida en cuanto a conservación de estos ecosistemas únicos en el mundo. Pero los invertebrados también desempeñan un papel de bioindicadores, en particular de la calidad del agua, que alimenta las ciudades localizadas aguas abajo como, por ejemplo, Quito.

Durante varias décadas, los científicos han advertido que este proceso amenaza con privar de agua a numerosas ciudades en los valles como la capital de los ecuatorianos que se alimenta de los ríos procedentes de las montañas de las inmediaciones. Para conocer más sobre el estado de los glaciares, especialmente del Antisana, un equipo de investigadores se traslada hasta esta elevación para realizar mediciones in situ. El geólogo Bolívar Cáceres, responsable del proyecto Glaciares en Ecuador y funcionario del Instituto Nacional de Meteorología e Hidrología (Inamhi) explica que el estudio del Antisana comenzó en 1994. El objetivo es conocer cada mes la cantidad de agua que se acumula o se pierde en forma de nieve o hielo en este glaciar. Con esta información pueden entender la evolución de este nevado en el transcurso del tiempo.

La investigación que desarrollan no es fácil. En un vehículo 4x4 suben, 2 veces al mes, al Antisana, lo que significa 24 veces al año. Con el vehículo se aproximan hasta el sector del páramo, conocido como la laguna de Santa Lucía.

Allí se detienen para caminar por alrededor de una hora hasta donde se ubican los aparatos para las mediciones. Cuando las condiciones climáticas no son favorables, no pueden subir en transporte y tienen que caminar 2 horas hasta el glaciar. Este ejercicio mensual exige que los investigadores tengan una buena condición física, sobre todo, porque a mayor altura hay menor oxígeno. Al llegar al sitio de estudio, Bolívar Cáceres y su equipo efectúan las diferentes mediciones, tarea que dura 3 horas.

“Una vez al año realizamos una medición para constatar la acumulación de hielo a una altura aproximada de 5.100 metros. Esta tarea se efectúa antes de que finalice el año o a principios del siguiente.

La investigación se concentra, en especial, en el glaciar 15 que desde 1956 ha registrado un retroceso de 260 metros. Entre ese año y 1994, el retroceso ha sido de 140 metros. Desde 1994 hasta 2014, de 120 metros. Esto significa —según los científicos— que el glaciar ha alcanzado un mayor retroceso en este último período que, además, es más corto que los anteriores. Cáceres recalca que estas cifras demuestran que hay un notorio retroceso a partir de la década de los noventa.

Este estudio demanda recursos y la mayoría de ellos provienen del IRD, entidad que dio inicio a este proyecto y capacitó a los investigadores ecuatorianos en las mediciones, recopilación, procesamiento e interpretación de los datos.

Una vez transcurrido cierto plazo de tiempo, estos programas de cooperación que mantiene Francia con América Latina deben ser operados por las contrapartes nacionales. Al momento, este proyecto de Glaciares en Ecuador se encuentra en esta etapa de transición. Para Bolívar Cáceres, este apoyo que proviene del gobierno francés, ha sido de mucha utilidad, pues también han recibido equipos que facilitan estos estudios que ayudan a entender el comportamiento de los glaciares.

“Hay que aclarar que el retroceso de los glaciares es un fenómeno geológico natural que siempre existió. Es un proceso que depende, además, de las condiciones del planeta”, precisa Cáceres, quien señala que también está relacionado con la ocurrencia de los ciclos solares y la variación del eje de inclinación de la Tierra. En realidad, son variaciones que se producen en períodos geológicos bastante largos, por lo general, de miles de años.

Sin duda, este proceso natural ha sido alterado por la actividad humana, pero el cambio climático no es un factor aislado. Por el contrario, integra a todas estas variables. Hoy por hoy, los glaciares actúan como depósitos naturales, almacenando agua durante el invierno y liberándola en verano a medida que el hielo se derrite. Si los glaciares desaparecen, las consecuencias para la mayoría de estas regiones serían terribles. Hace poco tiempo, el científico Michel Baraer, de la McGill University de Montreal, Canadá, indicó que incluso cambiaría el volumen total del agua, porque el hielo mantiene el agua de forma que no se evapore.

De este modo, aunque las precipitaciones se mantengan en las montañas, habrá más agua en estado líquido que se evapora rápidamente. La construcción de diques tampoco pondría fin al problema. De acuerdo con el especialista Michel Baraer, la evaporación en los depósitos es más elevada que la sublimación —cambio de estado sólido a gaseoso— en los glaciares. Los diques no sustituyen los sistemas hidrológicos naturales. Aunque el panorama no es alentador, los científicos continúan sus estudios.

En Ecuador, Bolívar Cáceres asegura que el Antisana es un laboratorio vivo, donde los investigadores pueden establecer la relación entre el cambio climático y el avance o retroceso del glaciar.

Investigación

Los glaciares tropicales están en la cordillera de Los Andes

A inicios de este año, técnicos de la India, Afganistán, Pakistán, China y Francia conocieron los proyectos e investigaciones que realiza el Instituto Nacional de Meteorología e Hidrología (Inamhi), en particular sobre glaciares.

El objetivo de esta visita fue afianzar la investigación de los glaciares de varias regiones del planeta y determinar las condiciones actuales de los colosos y su relación con el cambio climático. En la actualidad, el trabajo que realiza el grupo dirigido por Bolívar Cáceres, es un punto de referencia a escala mundial, porque forma parte de la red de monitoreo de glaciares del planeta, con estaciones en Bolivia, Francia, Los Himalayas en Asia; y, en la Antártica.

Según un estudio publicado en la revista Tendencias 21, en América Latina, los glaciares tropicales están ubicados mayoritariamente en la Cordillera de los Andes: 71% en Perú, 20% en Bolivia, 4% en Ecuador y 4% en Colombia.

En el glaciar:

El equipo de investigadores ecuatorianos que estudia el nevado y que forma parte del Inahmi está integrado por Luis Maisincho, Juan Carvajal y Bolívar Cáceres.

Su trabajo siempre representa un riesgo. Se exponen a caídas en las grietas, pero también a la presencia de avalanchas.

Aunque no son andinistas han aprendido a escalar como los profesionales. Siempre llevan el equipo necesario para desarrollar su trabajo.

La última visita que realizaron a este nevado fue el miércoles 26 de noviembre. Midieron los tubos colocados en el glaciar. Verifican si estos han salido a flote o si se han enterrado.  

Muchos de los glaciares de los Andes pierden densidad rápidamente y se estima que podrían desaparecer completamente en 20 o 30 años.

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