Si hay algo que no ha cambiado mucho en la prensa privada, particularmente en la televisión, es el sexismo con el que ‘cautivan’ a la audiencia y a sus auspiciantes. Y eso también ocurre en los canales incautados, bajo administración estatal.
Dirán que con ello se sostiene el rating y, por lo tanto, el financiamiento por vía de la publicidad comercial. Pero una sociedad democrática, que garantiza derechos y respeto a todos, no puede justificar por plata el uso de la mujer como objeto sexual y comercial.
Algo se avanzó sobre racismo y hay menos expresiones de ese tipo, pero queda algo aberrante de homofobia, de diversos modos. Quienes ahora defienden la libertad de expresión absoluta abogan porque esas expresiones no sean reguladas. ¿Eso es democrático y legítimo?