La arrogancia del poder económico de una transnacional se traduce de muchas formas. Una de ellas: determinados medios se hacen eco -sin la menor criticidad- de las barbaridades que dicen los directivos de Chevron.
Otra, más lamentable aún, el silencio de los neoecologistas, los izquierdistas en la oposición y las grandes ‘plumas’ del pensamiento nacional. Todo eso sin contar el enorme esfuerzo que hace esa empresa por bloquear la más mínima expresión de reflexión en el exterior.
De ahí que no sorprende ya la desfachatez de calificar como shows mediáticos las visitas de grandes personalidades a nuestro país para comprobar con sus propios ojos el mayor delito ambiental de la historia. Si eso no cuenta para la transnacional, es evidente que solo le importa la plata y la renta.