Es un drama doloroso, terrible. Mientras no se descubran las circunstancias de la muerte de la menor ecuatoriana en Ciudad Juárez, México, nadie debería dormir tranquilo. Las autoridades de las dos naciones deben poner todo el empeño para esclarecer lo que sucedió.
El fenómeno de la migración, con este tipo de tragedias, reactiva la discusión sobre la separación de familias, las políticas internacionales sobre la movilidad humana y, sobre todo, el tratamiento humanitario a los hogares separados por estas causas.
Por lo pronto, Ecuador requiere saber qué ocurrió con la niña. Y si hay algún grado de responsabilidad por parte de los agentes que la tuvieron en sus manos, no puede haber ningún tipo de justificación. Al contrario, todo el peso de la ley para este caso.