Ya nos parecía normal y, por recurrente e irreflexivo, el consumo de papas fritas importadas pasaba como un ‘lujito’ intrascendente. Ahora, tras la ‘denuncia’ de este Diario de que una transnacional de las hamburguesas suspendió la venta de su producto por la falta de carne y papas importadas, se ha desatado un proceso sobre el tema que ha dado lugar a que los productores locales demuestren que eso era solo una ‘mala costumbre’.
Por lo pronto, la capacidad de abastecer de papa nacional -y más adelante también de carne- va en esa línea de la que tanto se habla y poco se reflexiona: la soberanía alimentaria. En otras palabras, la capacidad de producir lo que necesitamos, bajo nuestras propias tradiciones, costumbres y apetitos. Esa es una buena noticia y un buen augurio para el país.